MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

A propósito de Puccini: “Madame Butterfly”

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A más de 116 años del estreno de una de las óperas más trágicas de Puccini: “Madame Butterfly”. Una severa crítica social a la civilización occidental contraponiéndola a la cultura oriental. 

Puccini supo plasmar la ambición y la avaricia de un americano, el teniente Pinkerton, personaje que, incluso, nombrará a nuestra protagonista.

En el primer acto, podemos observar cómo Pinkerton (al lado de un casamentero sobre una colina en Nagasaki, Japón) deja ver las intenciones de desposar a Cio-Cio San (una adolescente enamorada del teniente y personaje principal de la historia) y después, marcharse. El teniente Pinkerton tiene un mundo que recorrer, cómo lo escribiese Neruda en Farewell...

Amo el amor de los marineros

que besan y se van.

Dejan una promesa.

No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:

los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte

en el lecho del mar.

Llega el momento de la boda, los familiares y amigos de Cio-Cio-San parecen muy emocionados, el coro repite continuamente “Cuánto cielo, cuánto mar” haciendo alusión a la vista que premia la altura del nuevo hogar de la prometida, todo se celebra según la religión imperante en Japón y la boda se concreta. Sin embargo, en secreto, Cio-Cio-Cio-San ha ido a un templo sagrado a renunciar a su religión y entregando su vida entera a su nuevo esposo. Esta situación no pasa desapercibida por su tío, un monje budista de nombre Bonzo, quien llega al festejo a condenar eternamente a la pobre joven y dándole la espalda a quien fuese adoración y ternura años atrás. 

El festejo, abruptamente, llega a su fin. Solos, Cio-Cio-San y el teniente Pinkerton consuman los favores otorgados por sus nupcias y proceden a descansar mientras el dúo Vogliatemi bene se extingue como la luz que señala el fin del primer acto.

Tres años separan al primer y segundo acto. Solas, Butterfly y Suzuki (su sirvienta y acompañante) se encuentran a la espera del regreso de Pinkerton, de una carta o de que el USS Abraham Lincoln arribe a las costas con un humo tenue que borre la espera y una a los amantes, mas no hay nada. 

Suzuki es muy consciente de que, si Butterfly no desciende pronto a Nagasaki será el fin de ambas, sin dinero ni protección de ningún tipo. La fidelidad de Butterfly es puesta a prueba pues, no falta quien quiera endulzarle el oído y romper el encanto de Pinkerton pero nadie lo logra.

Cuando Suzuki insinúa que es momento de bajar, Butterfly se encoleriza y le canta (la que para un servidor) una de las arias más bellas, no de Puccini, sino del repertorio de música de concierto para voz y orquesta: “Un bel di vendremo”... cuya letra en español dice:

Un hermoso día veremos 

alzarse un hilo de humo en los confines del mar.

Y, entonces, aparecerá la nave.

Luego, esa nave blanca entrará en el puerto,

atronando con su saludo.

¿Lo ves? ¡Ya ha llegado!

Yo no bajo a encontrarme con él. Yo no.

Me pongo allí, en lo alto de la colina

y espero, espero largo tiempo y no me pesa

la larga espera.

Y ... saliendo de entre la multitud

un hombre, un punto pequeño

subiendo por la colina.

¿Quién será? ¿Quién será?

¿Cómo llegará?

¿Qué dirá? ¿Qué dirá?

Llamará a Butterfly desde lejos.

Y yo, sin dar respuesta,

estaré allí escondida, un poco en broma,

y un poco para no morir al primer encuentro.

Y, él, bastante preocupado, llamará, llamará:

"Pequeña mujercita, olor de verbena",

los nombres que me daba cuando volvía a casa.

Todo esto pasará, te lo prometo.

Mantén tu miedo, - yo con segura fe lo espero.

A los desvaríos de amor de Butterfly, por fin, acepta Suzuki. Cuando, inesperadamente, el Cónsul llega a visitar a la joven con una carta que supuestamente venía de Pinkerton. Al llegar, Butterfly pregunta: -En Estados Unidos ¿cuándo ponen los petirrojos? Mi esposo me dijo que llegaría en la estación en la que los petirrojos lo hacen, aquí ya han puesto tres veces, quizá en Estados Unidos sea distinto. De un momento a otro la verdad cae como fuerte loza sobre Butterfly: su esposo, el hombre honrado, no solamente no volverá, sino que está casado ya con otra mujer, una mujer americana.

Cuando el cónsul se marcha Butterfly le dice: -Yo puedo olvidarme de él, pero ¿y esto? En ese momento muestra a un pequeño niño de ojos azules y cabello rubio, quien espera, al igual que ella, la llegada de aquel hombre, su padre. Pinkerton es enterado de esto y llega pronto en la nave, se encuentra con Butterfly y le pide que le entregue al niño, él y su esposa se harán cargo. Mientras, ella puede regresar a la vida que tuvo antes del matrimonio.

Esa tarde, antes de entregar a su hijo, Butterfly lo lleva a su habitación, le venda los ojos mientras, ella, atraviesa su pecho con una lanza a la par que la voz de Pinkerton la busca en el patio. 

La obra original en dos actos, cumple hoy 116 años, y al igual que otras obras de Puccini, no tuvieron gran aceptación ni impacto en el público. Lo que poca gente sabe es que, posiblemente, esta sea una historia real, ocurrida en Nagasaki. Nuevamente Puccini refleja un pedacito de esta sociedad, que tanto perturba e incómoda a los que pretenden pensar que no sucede nada. 

La obra de Puccini, hoy, es representada incontables veces en cientos de auditorios, ojalá que, cercano al goce estético que podamos sentir al ver esta ópera, tengamos en la conciencia de que es esta, un reflejo de la sociedad, que parece vigente, y lo seguirá pareciendo, mientras que, en ella, siga habiendo clases antagónicas en constante lucha por su supervivencia, otro gran tesoro que nos deja Puccini para la posteridad. ¡Salud Puccini! Y gracias por el legado invaluable, por tu música y por todos tus personajes, en los cuales, nos seguimos identificando.

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