El domingo 5 de septiembre, Miguel Barbosa, gobernador de Puebla, arribó a Tehuacán a “inaugurar una obra”, acompañado de la diputada federal Araceli Celestino, personaje clave en el conflicto de Coyomeapan. Todo era un montaje para la obra de teatro “Barbosa y Araceli”, cuya trama intenta defender al cacicazgo de los Celestino en Coyomeapan, justificar la aprehensión de los líderes de la Unidad por Coyomeapan y calumniar al Movimiento Antorchista, buscando con ello despertar la desconfianza hacia Antorcha Campesina, entre la población de la Sierra en general y de Coyomeapan en particular.
Tras afirmar que ser cacique no es un delito, “justipreciando” su papel y el de los celestinos, da por hecho que el ser cacique es un título nobiliario del que mucho se enorgullece. Alla él y sus orgullos tontos.
Partiendo de la definición de cacique que hace el Pequeño Larousse es válido concluir que el término cacique le queda como anillo al dedo tanto a Barbosa como a los celestinos: “es persona que ejerce una autoridad abusiva en una colectividad o grupo, particularmente la que en un pueblo o zona ejerce excesiva influencia valiéndose de su poder económico o status social”. En efecto, son unos abusivos que, valiéndose de su poder económico y político, roban, matan, golpean, ofenden, violan y tienen sumidos en el atraso y la marginación al pueblo de Coyomeapan. “No es delito ser cacique”, pero sus actos constituyen delitos que, si no fuera por su poder, deberían estar refundidos en cualquier penitenciaria.
La detención de los líderes de la Unidad por Coyomeapan, Anastasio González Sangiz, Eruviel Aguilar Gómez y Basilisa Montaño Gutiérrez, en una emboscada perpetrada por funcionarios del gobierno estatal y la policía ministerial, exhibe la felonía caciquil que caracteriza a Barbosa. Los argumentos manejados por el gobernador, tales como que “incendiaron la presidencia, incendiaron material electoral, secuestraron personas, golpearon personas, retuvieron autoridades”, son acusaciones total y absolutamente falsas, que sólo sucedieron en la cabeza de Barbosa, pero que son la causa de la detención de tres líderes y de las órdenes de aprehensión en contra de integrantes de la Unidad por Coyomeapan. Estamos ante un acto de represión feroz fundado en acusaciones falsas, hecho explicable únicamente por el contubernio entre caciques en actos inconfesables, para de esa manera detener la inconformidad de la ciudadanía y seguir cometiendo tropelías contra la población indefensa de la Sierra.
La acusación pública que Barbosa lanzó contra el Movimiento Antorchista poblano tildándolo de asesino, viene a corroborar la caracterización que durante el desarrollo de este artículo he venido haciendo. Nos la habemos con un tipo inescrupuloso, falso, calumniador, represor y malandrín. Sólo un individuo de esta calaña se atreve a realizar afirmaciones tan graves, se atreve a calumniar como lo hace Barbosa, que se aprovechó del teatro montado, para “demostrar” sus acusaciones en contra de Antorcha Campesina; todo ello sin pregunta de por medio y manipulando la situación real en Coyomeapan.
En infinidad de ocasiones, abusando del poder que con dinero del pueblo ejerce sobre los medios, ha lanzado acusaciones iguales o más graves, en contra del Movimiento Antorchista. Igual número de veces lo hemos retado públicamente a que aporte pruebas de su dicho. Sin embargo, no las presenta, lo que significa que no las posee, por lo que se exhibe como un calumniador. Pero no sólo eso, si tiene las pruebas y no las usa para aplicar la justicia, entonces cae en el papel de un gobernante imposibilitado física y mentalmente para dirigir los destinos del estado. Pero, por si aquello no bastara, el mismo hecho de acusar “de asesinos” a los antorchistas, buscando encontrar el apoyo en la población para tener eco en sus calumnias, es prueba de su desconocimiento de la realidad que se vive en Coyomeapan y refuerza la demostración de la incapacidad de Barbosa para gobernar.
No sabe Miguel Barbosa de la gran labor social que realizó el Movimiento Antorchista a través de los diputados Edith Villa Trujillo y Lisandro Campos Córdova. Sin moches de ningún tipo, como acostumbraba a hacerlo un senador de apellido Barbosa Huerta, los diputados antorchistas desarrollaron en la Sierra Negra una labor que ha posicionado a Antorcha Campesina como una organización de progreso y bienestar, que le ha valido el cariño de los indígenas de la Sierra Negra. He aquí otro elemento para demostrar la ímproba labor desprestigiadora del gobernador Barbosa, quien pretende ignorar que las inconformidades de la población de Coyomeapan son totalmente justificadas, que no las provoca Antorcha, sino los cacicazgos a su estilo y el de los Celestinos, y que estas inconformidades permanecen latentes en toda la Sierra Negra. En Coyomeapan, el pueblo ya se dio cuenta, por eso los repudia y los detesta.
Esta grave represión, cuyos inicios son la aprehensión de los tres líderes de la Unidad por Coyomeapan, debe ser conocida por la ciudadanía en general lo más fehacientemente posible, para que el pueblo sepa lo que cuesta la libertad y no se espante, sino que se una aún más para lograr el triunfo. “La unión hace la fuerza”. Por tanto, la urgencia de un periodismo honrado aparece una vez más como una necesidad impostergable, pues el pueblo necesita denunciadores íntegros ante los abusos de los poderosos, y comunicadores que sean verdaderos defensores insobornables de los derechos de los pobres de la Sierra.
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