Después de los primeros derrumbes de principios de Octubre y los deslaves y hundimientos de Noviembre de 2020, a casi cuatro meses de aquellos días fríos y lluviosos que causaron deslaves de cerros completos, pérdida de cuantiosos bienes materiales, viviendas e incluso vidas humanas en esta región del estado, que comprenden los municipios de Simojovel, San Andrés Duraznal, Huitiupán, Amatan y El Bosque, las cosas no han cambiado mucho; los caminos permanecen semibloqueados por los montones de tierra, piedras y troncos que obstaculizan el tránsito vehicular. En algunos casos se ha abierto el espacio para el paso de un solo vehículo, provocando que los que se dirigen en sentido contrario tengan que esperar su turno para poder pasar y poniendo en riesgo de un choque frontal, si los conductores no avanzan con la debida precaución y a velocidades moderadas.
Si hablamos de la carretera principal, las pésimas condiciones han provocado ya percances, como el que ocurrió iniciando enero, en el que un tráiler cargado de cemento perdió el control en una curva y volcó al vacío todo el material que transportaba, cerca de la entrada del municipio de Simojovel; y el que se dio cerca de la comunidad de Altagracia -que fue donde se desgajó el cerro-, dos camiones que pretendían pasar al mismo tiempo por el camino en reparación, se deslizaron hacía la cuneta y quedaron atrapados por no tener espacio suficiente para maniobrar y por las condiciones del suelo mojado por las lluvias. Los caminos que comunican a la cabecera municipal con el resto de las comunidades están peor, pues en esos lugares priva el abandono y el olvido de administraciones completas: puentes destrozados, caminos sinuosos por las piedras que obstaculizan el tráfico y terracería vil en algunos lugares que otros gobiernos los vistieron de asfalto o empedraron.
La desaparición hace algunos meses, del Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden), a propuesta del Gobierno federal, secundado por su partido Morena, no parecía preocupar a nadie. Ahora se están viendo los resultados. Es cierto que en algunos tramos cercanos a La Tijera se pueden ver algunas máquinas trabajando, pero su avance es muy lento e insuficiente para las necesidades de las comunidades y municipios que comunica esta vialidad.
El Ramo 23 del que se podía echar mano en estos casos, también fue engullido por la "austeridad” del presidente López Obrador, que, como se sabe, no ha servido para otra cosa que para jalar recursos para sus obras prioritarias como estadios de beisbol y otros fines de tipo electoral, dejando la reparación de las carreteras para otro momento y sin prisas, mientras la población paga las consecuencias de esas malas decisiones.
Pero no basta con señalar los errores y desaciertos del Gobierno federal para superar el problema, es necesario que las comunidades afectadas se organicen y levanten la voz y se hagan escuchar aquí y ahora; es necesario que se unan y hagan valer sus derechos; como gente que aporta sus impuestos a la federación, hagan valer su facultad de decidir cómo y en qué quieren que se gaste ese dinero; es decir, que, en este caso, se restablezcan lo más pronto posible las vías de comunicación, se reparen los puentes y se dignifiquen los accesos a las comunidades, pues hay cosechas que se tienen que transportar, productos que tienen que llegar a los mercados y enfermos que tienen que ser trasladados a la ciudad para ser atendidos.
Es posible que parte de esos recursos de fideicomisos y partidas en extinción reaparezcan en forma de dádivas electorales, si es así, hay que recibirlas puesto que es dinero de nuestros impuestos; pero a la hora de emitir nuestro voto, no olvidemos a los culpables de los padecimientos que ahora tenemos.
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