MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Cinco años sin justicia para Manuel Hernández Pasión, encubrimiento criminal

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“Yo hubiera podido relatar

La historia del ruiseñor asesinado

Yo habría podido relatar la historia…

Si ellos no me hubieran cortado los labios”

Con este breve poema de Sahim Al Qassim, imaginando que es la justicia popular quien reclama, enmudecida por el sistema judicial mexicano -particularmente en el estado de Puebla- luego de cinco años de cometido el artero asesinato del entonces presidente municipal de Huitzilan de Serdán, Manuel Hernández Pasión, quien hasta ese entonces estaba en funciones como autoridad municipal y en el uso de su legítimo derecho como mexicano de militar en el Movimiento Antorchista.   

Sus compañeros que aquí seguimos pidiendo justicia, nos hemos manifestado de distintas maneras, desde octubre de 2017, exigiendo a las autoridades poblanas y del país para que se castigue a los asesinos. 

Inmediatamente después de conocer la tan lamentable noticia sobre su asesinato, nuestra organización dio a las autoridades correspondientes elementos suficientes que a todas luces prueban que se trató de un homicidio premeditado y se pidió que se procediera en los términos legales conducentes a investigar y esclarecer este crimen político que, a todas luces, confirma la afirmación que en su momento hizo el investigador e historiador mexicano Agustín Sánchez González: “el crimen político suele ser el crimen perfecto. Nadie sabe, nadie supo (…) nada más difícil que buscar la verdad en una sociedad, en un sistema político que se sostiene a base de mentiras”. 

En efecto, así son las cosas, sobre todo en nuestra enferma sociedad mexicana, enferma de pobreza, de injusticia social y de violencia estructural, entre otros muchos males; el sistema político mexicano tiene incrustados en su seno a criminales que, a su vez, son herramientas de sometimiento y coerción contra ciudadanos y organizaciones que luchan por la justicia social, como es el caso de quienes militamos en el Movimiento Antorchista Nacional y evidentemente, como es el caso de nuestro compañero Manuel Hernández Pasión. 

¿Hasta cuándo vamos a permitir los mexicanos, que las autoridades encargadas de impartir justicia alienten, con su negligencia y complicidad, el abuso que concluye en homicidio, la indolencia en que transita la impunidad y el sojuzgamiento que se  expande a través del miedo, inducido a la ciudadanía por diversos mecanismos como los que emplean los caciques con sus asesinos a sueldo, la prensa mercenaria que practican algunos pseudoperiodistas poblanos y las propias autoridades protectoras de intereses poderosos? ¿Hasta cuándo la voz de la justicia que exige el pueblo va a ser escuchada? Y ¿hasta cuándo la justicia hablará con su propia voz? No parece que sea pronto si dejamos tan delicado asunto al tiempo, porque ya pasaron cinco años y los asesinos siguen libres.

En el contexto político actual, en el que se ponen en juego poderosos intereses económicos y políticos, el crimen de un líder social, de un activista progresista como Manuel Hernández Pasión, parece cumplir dos oscuros propósitos: en primer lugar, segar la vida de un hombre cuya íntegra labor política y administrativa estorba al criminal cacicazgo huitzilteco, deseoso de regresar al poder municipal para, desde ahí, truncar el innegable progreso alcanzado hasta ahora por las administraciones municipales antorchistas, y con ello regresar al pueblo indígena de Huitzilan a los viejos tiempos del sometimiento. De modo que el cacicazgo pretencioso de Huitzilan, para cumplir su negro propósito, recurrió al crimen como recurso y a la impunidad como manto protector. 

Pero, para sorpresa de los retrógrados caciques, el pueblo indígena de Huitzilan de Serdán no es igual, gracias a la organización desarrolló su sentido político, su instinto de clase y su capacidad de defensa por la justicia social, y como resultado el pueblo organizado sigue gobernando.

En segundo lugar, la indiferencia de las autoridades poblanas revelan una complicidad implícita que huele a nefastas intentonas por debilitar a la organización con más fuerza política y membresía en el estado, la que más le exige con respecto a la solución de las demandas de los pobres y la que más simpatías ha sumado, gracias a la gestión y eficiencia de las administraciones municipales que encabezan sus integrantes, así como al desempeño de los diputados antorchistas que han cumplido cabalmente a la ciudadanía desde el Congreso de la Unión. Pero las autoridades poblanas no están dispuestas a hacer justicia, no están dispuestas a escuchar a las miles de voces que exigimos el cumplimiento de la ley en torno al asesinato de nuestro compañero.

Pero la sabiduría popular, como la poesía, saben poner en breves palabras verdades que el tiempo descubre y que el movimiento ascendente de la realidad tarde o temprano  arrolla a su paso: “el caballo de la justicia es flaco pero alcanzador”, y de esto sí ha hablado mucho la historia de los pueblos; de manera que, si a la justicia se le calla, a la historia no se la puede borrar, como tampoco se puede impedir el tránsito del pueblo por la misma, y la historia del hombre es la historia de la lucha de clases. 

En nuestro tiempo el pueblo está en una lucha justa por el progreso, contra la pobreza, contra el hambre, la ignorancia, en fin: contra la injusticia social en que vivimos miles de millones de seres humanos, entre los que se cuentan millones de mexicanos. 

Y en esa lucha está nuestra organización, el Movimiento Antorchista Nacional; que no se olviden las autoridades poblanas que entre los peores ejemplos que la historia nos ofrece sobre los viejos gobiernos, algunos mediocres y otros fascistas, son aquellos que la humanidad nunca perdonará por el daño que le han hecho a la justicia y por el vergonzoso y estorboso papel que han jugado ante el paso inminente del progreso.  

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