Ya no es únicamente el problema de salud por covid-19 lo que mantiene a México con los focos rojos encendidos, a ello se ha sumado el huracán "Hanna", con su desastre causado por las fuertes lluvias y vientos que carga y que ha colapsado a Coahuila, ocasionando terribles consecuencias entre las clases empobrecidas, esas que han permanecido abandonadas por sus autoridades en cada uno de los 38 municipios, que subsisten de milagro y de migajas, que son víctimas de las feroces acometidas de la enfermedad, el abandono y la inseguridad, en una palabra, que están condenados a la desesperación y a la muerte, donde la pobreza se verá incrementada por la crisis económica que se ha alimentado desde la insensibilidad del Gobierno federal, aplicando políticas económicas que no dan resultado efectivo.
Y no se habla de una o dos personas, se tienen a miles de coahuilenses en esta difícil circunstancia, sin nada que los ampare, ni quién les alimente, niños y niñas, hombres y mujeres de todas las edades, son quienes se encuentran sufriendo por la inoperante acción de sus gobernantes, los más cercanos, sus presidentes municipales, esos que dicen pero no hacen nada, esos que advierten pero no ayudan, que son como pantanos donde la gente se hunde en sus anhelos de arribar a mejores niveles de bienestar.
A la vez, el Gobierno federal ha desarticulado programas sociales que en estos momentos podrían servir para aminorar los problemas, sin embargo, al no existir, es evidente que la crisis se hará presente fabricando una multitud de nuevos pobres, personas que antes de la pandemia tenían un empleo o una fuente de ingreso y con la que ya no cuentan.
Toda esa gente probablemente no era beneficiaria de programas sociales, de hecho, quizá no era pobre pero sí económicamente vulnerable.
El claro ejemplo de tan enorme abandono se puede observar en San Pedro de las Colonias, después de que el municipio se viera azotado por una fuerte tromba que destrozó la cabecera municipal y afectó a los ejidos, dejando por desgracia personas muertas.
Desde hace tiempo, la presidenta municipal, Patricia Grado Falcón, como fiel católica, hizo un llamado a los habitantes del municipio para elevar plegarias y pedir al creador detener la propagación de covid-19, después, con la tromba hizo lo mismo, mientras la población permanecía sin agua potable ni energía eléctrica.
Pero fuera de eso, no ha movido un dedo para apoyar a los sampetrinos que siguen viviendo las mismas calamidades de siempre, ahora aumentadas por covid-19 y las lluvias y fuertes vientos.
Situación similar se presenta en otros municipios como en Saltillo, donde la gente pobre ha tenido que manifestarse en la presidencia municipal, para pedir al alcalde, Manolo Jiménez Salinas, apoyo de hules, techos y apoyos alimentarios ya que el huracán "Hanna" afectó las viviendas de cientos de familias vulnerables,
Pero, ¿por qué la gente tiene que salir de sus humildes casas, esas de lámina y cartón con techos que parecen coladeras bajo la presencia del huracán?
Deberían los alcaldes formar brigadas y acudir en auxilio de las familias, principalmente las de escasos recursos porque en verdad están sufriendo lo indecible en estos momentos, desde la llegada del coronavirus a México.
La crisis económica en México está presente, millones de compatriotas pasarán a formar parte de los cinturones de pobreza y la miseria extrema mientras no se recupere la economía a plenitud, misma que podría tardar alrededor de dos años.
Frente a esa circunstancia se deben tomar medidas adicionales para paliar los enormes costos económicos y sociales que se viven desde la llegada del coronavirus a México.
En contraparte, está la insensibilidad latente del gobierno federal, ese que se dice de la cuarta transformación, pero que frente al sufrimiento del pueblo se hace de la vista gorda, porque a Coahuila y sus municipios no tan solo les ha arrebatado recursos económicos y otros, tampoco ha enviado nada de los fondos para la contingencia, vaya pues, ni siquiera los ha anunciado como se hacía con anteriores administraciones federales.
Coahuila se encuentra herido de muerte con el desbordamiento de arroyos que arrastran todo a su paso, con sus carreteras destrozadas y obstaculizadas, con la falta de medicamentos que permitan la atención a los afectados por covid-19 y otras enfermedades, con los hospitales colapsados, sin apoyos de ninguna especie para las clases empobrecidas que se debaten en la desesperación de dormir y vivir bajo la lluvia, el frío y el hambre.
Es evidente que en el estado y en todo el país, se viven dos pandemias fuertes que parece ser no tienen antídoto efectivo, el del problema de salud, así como el alejamiento de los alcaldes hacia la población, el distanciamiento del gobierno federal y el abandono de quienes necesitan urgentemente ser atendidos en estos momentos de sobrada tragedia económica que aumentará el número de pobres irremediablemente.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario