MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Cómo no filosofar

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En la sociedad contemporánea, regida fundamentalmente por el neoliberalismo y la globalización, va ganando terreno la concepción tecnocrática y mercantilista del mundo, donde la competencia, la productividad, el mercado, la automatización y el individualismo, se colocan en el centro del qué hacer individual y colectivo de los hombres para alcanzar el éxito, la aceptación y la felicidad que el régimen diseña e impone. Vivimos en un sistema que privilegia el poder económico individual por encima del bienestar y el interés colectivo, en un sistema que deshumaniza al individuo.

Por ello, se vuelve necesario e indispensable colocar al hombre y a la colectividad en el lugar que le corresponde, en el centro del interés de la humanidad, para ello se requiere tener una concepción distinta del hombre y de la sociedad que queremos formar, una concepción totalizadora del mundo, la naturaleza, la sociedad, el hombre y su pensamiento; una concepción filosófica que nos oriente correctamente ante los problemas comunes de la humanidad. ¿Somos partidarios de una visión mercantilista o humanista?

Este tipo de problemas filosóficos no sólo son propios de la intelectualidad y la academia, sino también del hombre común que va adoptando una determinada concepción filosófica para comprender e interpretar la realidad en que vive.

Filosofar, es decir, buscar la verdad para entender la realidad y luego transformarla, es una acción propia del hombre; aunque se exprese en sus formas más simples y poco elaboradas, el hombre no puede dejar de cuestionar, reflexionar, analizar y buscar solución a sus problemas y de la sociedad en un contexto histórico determinado. Por tanto, el hombre no puede dejar de pensar y filosofar. Es Marina Garcés quien, en el prólogo de su obra Filosofía inacabada, nos orienta e ilustra sobre el interesante planteamiento de cómo no filosofar.

Garcés lo dice de esta manera: “[…] la filosofía no es nada si se le aísla. No está encerrada en sus obras ni encapsulada en la oferta académica ni en el conjunto de profesiones que supuestamente se ocupan de la filosofía. Es una práctica de vida que desplaza los límites de lo visible y pensable en cada tiempo  y para cada contexto histórico y social, a partir de la pregunta por una verdad que debe ser buscada con el pensamiento”.

La filosofía, entendida no como un cúmulo de conocimiento que se almacena con propósitos individuales y herméticos, sino como una práctica de vida en permanente búsqueda de la verdad; una práctica de vida que el hombre común puede realizar sin necesidad de adoctrinamiento alguno. La filosofía como práctica común del hombre que se cuestiona y reflexiona permanentemente sobre su entorno. 

Y luego, la autora, para una mejor comprensión del lugar que ocupa la filosofía en la sociedad,  nos presenta un espléndido paralelismo de ésta con la música. Garcés nos dice: “La filosofía es como la música. Algunos la practican hasta el virtuosísimo, otros tratan más informalmente con ella. Unos conocen a fondo determinadas culturas y lenguajes musicales, otros no tanto. Pero todos los humanos tenemos relación con la música. Con la filosofía ocurre lo mismo. No hace falta haber leído a Platón para adentrarse, hasta lo más profundo, en una pregunta como ¿Qué es la justicia? […] No se puede escapar a la música, como no se puede escapar a la filosofía”. Insuperable ejemplo. La universalidad de la filosofía y la música en sus distintas formas, niveles y expresiones. Como la música, también la filosofía es inherente al hombre. No importa el grado de conocimiento y profundización que se tenga de ella, su esencia crítica y reflexiva se encuentra al alcance del hombre común. Por tanto, resulta imposible no filosofar.    

Sin embargo, en el contexto histórico en que vivimos y bajo el sistema económico prevaleciente, el estudio de las humanidades y el cultivo de las artes han sido marginados porque se les considera poco útiles, innecesarios. La filosofía y la música sufren un abierto menosprecio institucional. Poco a poco son excluidos, por ejemplo, de las asignaturas escolares, o se les margina solo como apéndices de la educación y formación de los jóvenes.

Al régimen no le interesa el desarrollo de una concepción crítica y reflexiva que los individuos adquieren a través de la filosofía, más aún, la combaten porque atenta contra sus intereses. Por ello, por todos los medios a su alcance y de manera permanente, aunque de manera sutil, siembra la falsa idea de que la filosofía es un campo del conocimiento abstracto, sin conexión con la realidad, como si se tratase de una práctica ociosa de profundo ensimismamiento que no abona a los intereses de una sociedad industrializada y consumista.

En este sentido, los apologistas del régimen, en su desinterés por el conocimiento, la verdad y el bien común, preguntan a los ensimismados filósofos, ¿cómo es posible que en estos tiempos de pragmatismo mercantilista aún sigan filosofando? Siguiendo a Garcés, los filósofos responden: precisamente en estos tiempos en que se pretende ahogar al pensamiento crítico y reflexivo, ¿cómo no filosofar?     

Los individuos progresistas deben apostar por la filosofía; deben promoverla, defenderla y practicarla frente a un sistema insensible que intenta deshumanizarnos. Entendida no como una obra encapsulada que se oferta a la academia, sino como una necesidad inaplazable de los hombres por encontrar la verdad y la razón común; que nos permita entender y explicar las complejas contradicciones que existen en la realidad; que nos oriente ante los problemas comunes que los hombres enfrentamos día con día; que sirva como eficaz instrumento para conocer el mundo y, como asevera Marx, para transformarlo, para convertirlo en un hogar habitable para toda la humanidad.

Resulta gratificante y enriquecedor conocer el pensamiento filosófico de Marina Garcés expuesto en el prólogo de su obra Filosofía inacabada. Su lectura nos permite comprender mejor el papel que juega la filosofía en el ámbito personal y social.

Como ocurre con el conocimiento en general, también el estudio de la filosofía, en particular, es inagotable, se actualiza y se renueva permanentemente, y no como un deseo individual, sino como una necesidad que exige el contexto histórico en que vivimos.      

En mi opinión, el tener una concepción filosófica bien cimentada nos permite enfrentar con mayores posibilidades de éxito todos los complejos y vastos problemas del mundo que nos rodea. La constante reflexión, la mirada crítica y el análisis profundo de los fenómenos son cualidades del pensamiento humano que debemos cultivar y desarrollar. Unos más, otros menos, pero todos las ponemos en práctica. Como acertadamente nos dice Garcés, “no podemos escapar de la filosofía”. 

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