Al suroeste de la capital hidrocálida se asienta un pequeño ejido. El camino para llegar a él se encuentra con subidas y bajadas; con curvas pronunciadas y con dificultad para encontrar transporte en los tiempos que corren. La comunidad es llamada Lumbrera Cieneguilla, en ella hay personas que en verdad necesitan apoyo.
En esta comunidad, se encuentra una casa que sale de lo común entre todas las demás, hecha en su mayoría con adobe; con una malla y una cobija funcionando como portón para guardar un vehículo que, a simple vista podemos imaginarnos, anda a marchas forzadas o de plano no funciona. Una pequeña cocina techada con láminas y llantas encima para que no las vuele el aire. Los tres cuartos que tiene la casita utilizan cortinas como puertas y su techo es también de láminas. Los niños que van a la escuela no tienen computadora, ni pensar en el internet pues ni señal tiene el celular de uno de los integrantes de la familia.
La familia de don David Fernández está compuesta por 15 integrantes; entre ellos niños de 1 a 12 años de edad. En esta humilde casa que fue levantándose, según cuenta don David, a como fue pudiendo, con su esfuerzo y con sus propias manos, hace cuatro años llegó un apoyo de un cuarto adicional por parte de una organización social, pero de ahí en más, por parte del gobierno de los tres niveles, no ha sido beneficiado de ninguna manera.
El señor David trabaja en la obra y es quien mantiene a las tres familias que viven en su casa, su semblante cansado y sus manos partidas por la cal de tantos años de trabajo nos cuenta cómo fue que hace dos años murió su hijo por insuficiencia renal, además nos narra algunas de las historias que ha tenido que pasar para poder llevar algo de comer a su hogar, “que coman las criaturas, al final uno ya está viejo, ellos están comenzando a vivir, aunque no podemos pensar en huevo o carne, eso no muy seguido podemos comer”.
Al preguntarle de las medidas que se implementaron a nivel nacional por el COVID-19 menciona “ellos nos exigían que permaneciéramos en casa, pero ellos en realidad no sabían si comíamos, si bebíamos agua, si teníamos para vestirnos o calzar… y me pongo a pensar; bueno, se les da en San Pancho, Tepezalá, pero aquí en Lumbreras, Taray, Los Caños, San Pedro, todas esas comunidades de aquí nunca nos toman en cuenta, por eso le digo yo, nuestro gobierno cómo quiere que no salgamos, que no salga la gente. Pero ¿qué vamos a comer?, ¿qué vamos hacer, ir a robar?, ¿verdad que no?” con un nudo en la garganta don David nos cuenta que “pues yo a mi ver era de que el gobierno dijera: ahí les va una despensita, una ayuda, ahí les va algo para mientras se acaba esto, pero no. Yo lo único que les digo es que, si vamos a durar más tiempo, pues que nos apoyen con algo”.
Esta familia de la comunidad de Lumbrera Cieneguilla no tiene algo positivo qué decir de los gobiernos y, recalca la esposa de don David y él mismo, que no están en contra de ningún gobierno pero que simplemente no se ve el apoyo a los más necesitados. En estos tiempos que las temperaturas están bajas, en tiempo de las lluvias del calor, pensar en sus casas de lámina, sus puertas improvisadas con cortinas y cobijas; sin internet ni computadoras para que sus hijos puedan aprovechar bien el tiempo y puedan estudiar, viviendo 15 personas en tres cuartitos es increíble que en los tiempos que corren en un estado donde las estadísticas señalan que es unos de los estados donde mejor se vive, haya personas que vivan así.
Sin embargo, esa es la situación en la que viven millones de mexicanos a lo largo y ancho de todo el país, que durante la contingencia por el coronavirus no tuvieron cómo llevar alimentos a sus hogares puesto que se quedaron sin trabajo, o que por solo vivir del comercio informal no tienen ahora posibilidades de sacar algo para poder llevar el pan de cada día.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario