Hay tragedias que golpean seco y sin piedad en el corazón mismo de la patria, sembrando masivamente dolor, angustia y desesperación, contra los cuales se requiere por sobre todas las cosas, el sobre posicionamiento de nuestra naturaleza humana, que debe levantarse del suelo, superando el agarrotamiento de músculos, dolor de huesos y colapso del sistema nervioso, para afrontar la situación, hacer lo que es material y humanamente posible, resignándose y absorbiendo lo que no se puede evitar.Es cuando el orden que reina el universo hace brotar, como contrapeso a la iniquidad y la tragedia, los mejores valores del género humano, en el ánimo y el coraje del individuo y de la humanidad en su conjunto.La fraternidad, la solidaridad con los que están en desgracia, el valor y la decisión, la fuerza del colectivo para mover montañas, el sacrificio del personal de salud, de nuestras fuerzas armadas, y sobre todo de la masa de los mexicanos más humildes, el pueblo trabajador que siempre ha sabido extender la mano a los demás.
Y solo eso y nuestra inteligencia se enfrentan, como un gran soldado colectivo, a los embates de la naturaleza.Esos momentos de crisis son también condiciones propicias para hacer aflorar lo contrario, y emergen desde la sima más honda de los vicios los judas que suelen aprovecharse de las tragedias para dar vuelo a sus repugnantes deseos y abusos, los pragmáticos que quieren solamente "colocarse en el lado correcto de la ecuación" y, sin importarles el dolor y el destino de los demás, obtener de la "situación" ventajas inconfesables, económicas, materiales, políticas o de otro tipo: especulación en el comercio de alimentos, medicamentos e implementos de todo tipo, tráfico de influencias, funcionarios que se aprovechan de sus atribuciones y de la necesidad de la gente para condicionar, desviar o negar los recursos a su disposición, reposicionamiento de su poder económico y/o político, aprovechando el río revuelto, y vaya usted a imaginarse que otras lindezas.A estas criaturas del fango, la tragedia les viene como anillo al dedo.
Me parece que esta verdad explica diversos acontecimientos que hemos vivido durante la pandemia, como por ejemplo cuando León Manuel Bartlett álvarez, hijo del gran funcionario de la 4T Manuel Bartlett Díaz, aprovechando la urgencia sanitaria, la influencia de su padre y la complicidad de quienes se lo permitieron, vendió al Sector Salud a sobre precio 20 ventiladores respiratorios, necesarísimos para salvar vidas en esta contingencia de covid-19; en un contratito se estaba embolsando casi 15 millones de pesos de sobreprecio, es decir aparte de la ganancia legítima que pudiera obtener de la compraventa de ventiladores nuevos, pero, además, "… ni uno solo de los 20 equipos entregados cumplió con las especificaciones técnicas contratadas.Se entregaron equipos viejos, usados y en mal estado: 11 estaban rotos y totalmente inservibles".Todo un gañan el junior.
Lo nefasto del abuso y la indignación que provocó obligó a la 4T a sancionarle, aunque muy tímidamente, lo que no extraña de parte de la titular de la Secretaría de la Función Pública (SFP), Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, la misma que exoneró y purificó a Manuel Bartlett en diciembre del año pasado, y quien también fue evidenciada de tener bienes inmuebles que no se explica cómo adquirió.
Pero hay un caso notable por su alcance y por no tener un precedente ni siquiera lejano: en medio de la más terrible crisis sanitaria por la pandemia de covid-19 y de la embestida de tormentas tropicales y huracanes en el Sureste, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, con la complicidad de los diputados del grupo parlamentario de Morena, aprobaron el martes el dictamen que propone la extinción del fideicomiso Fondo de Desastres Naturales, mejor conocido como Fonden, junto con otros 108 fondos y fideicomisos.
Argumentan que es parte del combate a la corrupción, ya que, según esto, había mal manejo de esos recursos.Es cierto que, durante sus casi 24 años de operación, el Fonden no estuvo exento de señalamientos en torno al manejo de sus recursos y el destino final de estos, lo cual pudiera justificar la revisión del instrumento financiero y tal vez una transformación profunda, pero no su total extinción.Pero lo extinguieron, eso quiere decir que ya no hay instrumento, ni reglas de operación, ni criterios o mecanismos, ni recursos apartados para apoyar a las víctimas de los desastres naturales.
Hay quienes tratan de minimizar esta "extinción" y afirman que los recursos no desaparecen.Eso es cierto, pero ya no están destinados a ese fin específico, sino que, al extinguirse el Fideicomiso, los recursos serán utilizados por Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), es decir, es el Presidente, quien decidirá en qué se van a gastar, ya no son un "guardadito" etiquetado a las víctimas de desastres naturales, y si llegará a destinarse una parte a eso, sería por obra y gracia de la magnanimidad y benevolencia del Presidente.
"Lo que desaparece es la corrupción, la negligencia, el uso político de la desgracia ajena", dijo el flamante Secretario de Bienestar, Javier May Rodríguez, quien resulta ser juez y parte, pues no se puede esperar una crítica objetiva de quien está encargado de la política social del Presidente, y ningún morenista está dispuesto a aceptar el mal manejo que han hecho de los recursos, ni los casos de corrupción que han salido a la luz en el desempeño de los gobiernos morenistas y, en particular, con los programas de esa Secretaría: beneficiarios falsos y moches en "Jóvenes construyendo el futuro" (sobre todo en Tabasco) en donde, por cierto, acarrearon y obligaron a los beneficiarios a votar por el "sí" al Tren Maya, so pena de quitarles el apoyo; los créditos para micronegocios entregados a discreción de los políticos locales de Morena disfrazados de "siervos de la nación"; y en general el uso clientelar y corporativista de los recursos destinados al desarrollo social, puestos sin intermediarios en sus manos.
De este modo, son "la corrupción, la negligencia, el uso político de la desgracia ajena" los que no desaparecieron, cambiaron de ejecutor y se elevaron a niveles nunca antes vistos, y hoy se utilizan para fortalecer el poder de Morena y sus personeros, quienes construyen así, con la desgracia ajena, un inmenso universo de pobres atados al carro de Morena como votantes a sueldo.
Los mexicanos tendremos toda la culpa de no corregir esta desgracia, porque, déjenme insistir, es momento de levantarse del suelo y enfrentar la situación, como lo sabemos hacer siempre, solo que esta vez teniendo muy claro que no podemos hacer nada para evitar los desastres naturales, no dependen de nuestra voluntad, pero los desastres sociales sí.
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