El pasado lunes 18 del mes que corre, un hombre identificado con el nombre de Julio Cesar “N” asesinó a balazos a dos hijastras e intentó matar a la mamá de estas en el municipio de Ayutla de los Libres, de la región de la Costa Chica del estado de Guerrero.
Los hechos se presentaron en la colonia San José, en la cabecera municipal, cuando el agresor se encontraba discutiendo con su concubina en la vivienda que ambos habitaban. Al ver que el sujeto pretendía agredir a su madre intentaron defenderla, ocasionando la furia del hombre y, motivando así, que fueran ejecutadas con arma de fuego, en tanto que la madre quedo lesionada de gravedad.
Al convertirse este acontecimiento en noticia estatal y nacional, las autoridades encargadas de la procuración de la justicia han salido, como en casos similares, a decir lo de siempre: se ha desplegado un fuerte operativo para dar con el presunto responsable, que este caso no quedará impune, habrá justicia para los familiares, etc.
No acabamos de reponernos del escándalo de la menor del municipio de Cochoapa el Grande, cuando nos enteramos que la violencia continúa, en aumento y con pérdida de vidas. Se sabe de la voz del pueblo que este caso, como muchos más, se pudo haber evitado; el asesino era pareja sentimental de la madre de las hoy occisas, además se presume que el fondo de la acción violenta del individuo obedeció a que la madre se opuso a que se llevara a una segunda hija con el susodicho, ya que supuestamente vivía ya con la jovencita más grande, una verdadera desgracia; además se conoce que este personaje pertenece a la policía de esta zona y con este puesto tenía amenazadas a sus víctimas. Si sumamos a todo esto el hecho de que son indígenas tlapanecos tenemos todo un coctel, para que sucedieran tan lamentables hechos.
Lo narrado se pudo evitar, en parte, educando a las jóvenes, orientándolas, así como a la madre; como vecinos, brindarles apoyo, orientación y, como autoridades, haciendo el trabajo que les corresponde y no desdeñar ninguna denuncia por mínima que esta parezca, lo más fácil, como dice el pueblo, “es tapar el pozo después de ahojado el niño”.
Como sociedad, estos hechos nos indignan, pero casi no hacemos nada para evitar tragedias como la narrada más arriba, además de que nos hemos vuelto indolentes ante la actuación de las autoridades de garantizarnos seguridad y justicia, se han vuelto frases huecas o expresiones hechas como protocolos de actuación en casos como los comentados.
Debemos comportarnos de otra manera, mostrarnos más críticos y exigentes con las autoridades encargadas de procurar justicia, ser más solidarios con nuestros vecinos, pero, sobre todo, tener claro que no es cambiando de color un gobierno, o si es de izquierda, centro o derecha, como va a cambiar la forma de gobernar; se necesita un cambio de sistema económico, político y social en el gobierno; es decir, que llegue a gobernar el pueblo, pero no en general, sino que se requiere que los mejores hombres y mujeres del seno de nuestra sociedad, se eduquen en todos los ámbitos y de la mano de la sociedad, cambiemos la mentalidad de cómo nos comportamos, necesitamos rescatar los valores de honestidad, respeto, obediencia, solidaridad, humanismo con nuestros hermanos, para hacer un cambio, de no hacer esto, seguiremos lamentándonos y lamiéndonos las heridas. pero hasta ahí, no más.
Llamamos, pues, a los hombres y mujeres que no estén de acuerdo con esta sociedad y que quieran cambiarla, a que nos unamos en un solo hombre y un solo ideal, para seguir construyendo las herramientas adecuadas, para cambiar esta sociedad, donde vivamos como verdaderos seres humanos como hermanos que nos tocó coincidir en este planeta. Vale.
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