En el sistema económico neoliberal actual, la fuerza de trabajo de los docentes es una mercancía como todas las demás que se vende y se compra, sujeta a las leyes del mercado. La actividad humana realizada por cada docente en cada hora de clase transcurrida, planeando, enseñando, transmitiendo, ejemplificando, evaluando a cada uno de sus alumnos, con el fin de fortalecer el proceso enseñanza aprendizaje, cada profesor, repito, al realizar este proceso gasta energía física y mental; esta energía empleada durante la jornada laboral medida en tiempo, se llama fuerza de trabajo. Dicha fuerza de trabajo, que en su caso es la capacidad de enseñar, se compra con una cantidad de dinero que equivale a lo que cuesta producirla en las condiciones sociales actuales, considerando que ese dinero alcance para cubrir tanto los satisfactores materiales propios para su existencia biológica, como todos los que se requirieron y requieren para su enseñanza, actualización y funcionamiento como fuerza de trabajo especializada en los diferentes sectores y niveles educativos, es decir, al mayor o menor tiempo invertido para formar maestros igualmente mayor o menormente especializados. Pero, como todas las fuerzas de trabajo del mundo, la de los maestros tiene la maravillosa capacidad de enseñar por mucho más tiempo del que fue invertido para ser enseñada; tiene además la capacidad de reproducir, crear y recrear, multiplicar por muchas veces lo que aprendió. Rinde, pues, mucho más de lo que costó producirla. Así, se da el caso de que tenemos excelentes maestros ya muy viejos que apenas por unos cuantos pesos enseñan y educan por años, llevando una vida miserable, porque sólo se les paga la recuperación de su fuerza de trabajo. Por ello, la fatiga, el cansancio, el desgaste físico y mental, es la manera en que se manifiesta el desgaste de energía durante el proceso de trabajo en determinadas horas de labor que suman la jornada diaria, semanal y quincenal, recibiendo a cambio una remuneración económica, aclarando no por su trabajo, sino por su fuerza de trabajo. Con este mísero salario, el sistema educativo garantiza que los profesores puedan recobrar energías para continuar desempeñando su jornada laboral y preparando a los hijos de los trabajadores para incorporarlos a la vida productiva y de explotación a la que están condenados generacionalmente las grandes mayorías. Por ello, los docentes de telebachillerato en Sonora y los que trabajan en otros programas educativos federales, no gozan de buenos salarios, ni prestaciones, es decir, no se les paga por los resultados de su trabajo, por muy bueno que sea, sino solo la parte pequeña de lo que costó formar su fuerza de trabajo o el equivalente a unos pocos frijoles, tortillas y huevos que les ayuden a recuperar su energía, monetizados en un mísero salario de forma irregular que solo les alcanza para recuperar dichas fuerzas y continuar cubriendo las extenuantes jornadas diarias.
A veces, nos cuesta comprender y asimilar que el gobierno es el instrumento a través del cual el sistema económico capitalista, injusto, aplica, ejerce y materializa la explotación laboral de manera elegante y sutil ejecutándose casi de manera imperceptible en todas las ramas productivas, incluyendo el sector educativo público y privado; por ello, el desamparo laboral en que trabajan los docentes de telebachillerato, los miserables salarios que reciben, el nulo avance a sus peticiones para mejoras salariales y laborales, a pesar de contar con una profesión con título, con maestría, trabajar en las zonas más alejadas y marginadas del estado, realizar un trabajo con esfuerzo, profesionalismo y un profundo humanismo, se les trata por la Secretaria de Educación Pública como trabajadores de tercera o cuarta, como empleados no prioritarios, será porque educan a los humildes a ese sector poblacional que no es de interés para los adinerados de esta entidad federativa. Los docentes de este nivel educativo son víctimas de un estado cómplice de un sistema explotador que cuida sus intereses a costa de la vida miserable que les da a sus trabajadores de la educación y muchos otros. Durante 9 años su voz no ha sido escuchada a pesar de la gran noble tarea que realizan con los sectores poblacionales más humildes, hasta el día de hoy, no han sido atendidas y resueltas sus demandas laborales básicas que por derecho les corresponde, siempre los funcionarios en turno han antepuesto normas, leyes, reglamentos y trabas burocráticas que bloquean, impiden y congelan la solución de los problemas, nos queda claro que los funcionarios son los hacedores de las tareas del estado capitalista moderno que cuida los intereses de un sistema económico imperante explotador. Los profesores son víctimas de esta situación injusta. Es difícil de creer que haya profesores que imparten clases en los Telebachilleratos “oficiales” en las zonas más marginadas, rezagadas y alejadas de las capitales, trabajando en lo más informal, con un régimen de pago por honorarios donde no cuentan con seguro médico, ni prestaciones, aguinaldo, créditos y ningún otro beneficio como servidor público.
Desde que se crearon los Telebachilleratos en el año 2013 en Sonora hasta la fecha hay más de 33 centros educativos de esta modalidad, con más de 105 docentes, que atienden a 1,560 alumnos, ubicados en varios municipios en el interior del estado. Los centros educativos son atendidos por 3 docentes, uno funge como coordinador del plantel, se imparten clases en tres áreas del conocimiento: matemáticas, comunicación y ciencias sociales. Cada docente imparte 20 horas clase y el coordinador 10 horas más por trabajo administrativo, en total 60 horas frente a grupo y 10 horas administrativas. Los centros educativos están ubicados en las zonas más marginadas y alejadas, no pueden recibir bienes en donación, están condenadas a operar en contra turno en instalaciones prestadas, las y los profesores llevan más de 9 años de antigüedad que no se podrán pensionar o jubilar. Es una lástima y una vergüenza para todas las autoridades educativas que no pueda y no quieran resolver sus demandas muy sentidas: plazas bases para todos los docentes, prestaciones de ley, buenos salarios, infraestructura digna y remuneraciones económicas extraordinarias por las regiones donde trabajan.
Los profesores que trabajan en zonas alejadas y marginadas deberían de ser los mejor tratados y pagados, pero hasta ahora, todo se ha quedado en el discurso de invertir en educación, en los hechos sigue habiendo privilegios para un sector magisterial cupular minoritario y por otra parte, una marginación laboral para las mayorías de este gremio, trabajando en plazas temporales, interinatos, honorarios, pocas horas clase, percibiendo salarios ínfimos. El gremio de telebachilleratos es víctima de la insensibilidad gubernamental, por ello los convoco a emprender una lucha nacional donde todos nos sumemos para alzar nuestra voz en defensa de sus derechos laborales, siempre y cuando ustedes sean los que encabecen esta lucha justa y necesaria. Solo la educación de las mayorías puede salvar al mundo, si los docentes pasan de ser espectadores a protagonistas de su propia lucha. No duden que el pueblo antorchista que ustedes han educado estará ahí apoyándolos.
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