MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

“El agua, origen de la Vida”

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Sobre la pintura de Diego Rivera y la sequía en el Valle del Mezquita

Todos somos testigos de los efectos que el calentamiento global produce en nuestro planeta. Nuestro país se ha vuelto más cálido desde la década de 1960, las temperaturas promedio a nivel nacional han aumentado de 1.1 a 1.2 centígrados y se estima que la temperatura aumentará 1.5 grados centígrados para inicios de 2030 y dos grados para 2050, según expertos de la UNAM.

En el año de 1961, el pintor Diego Rivera realizó una obra titulada “El agua, origen de la vida”, está ubicada en el Cárcamo de Dolores de Chapultepec, lugar donde remata el sistema Lerma, acueducto de 62 kilómetros de largo que fue fundamental para el abastecimiento de agua a la metrópoli en el centro del país.

El proceso de industrialización México se consolida a fines de la década de 1950 y principios de 1960, para el año de 1964, las fábricas instaladas se incrementaron en niveles de hasta 52 por ciento. En ese sentido, “El agua, origen de la vida”, encarna un momento histórico de México, que conjunta una obra artística sobre la vida y una obra de ingeniería como consecuencia de las primeras planeaciones urbanísticas para el asentamiento de polos de desarrollo industrial.

El mural de Rivera tiene su centro en el fondo del cárcamo. A partir de ahí, retoma la teoría del ruso Alexander Ivanóvich Oparin sobre el origen de la vida. El encuadre de Diego plantea un proceso biológico milenario dentro de un desarrollo visual al modo de un relato mítico del cual emerge el ser humano en su forma homínida y pasa a protagonizar la obra pictórica, arquitectónica y de ingeniería. Muestra una alegoría a Adán y Eva desde una perspectiva de la teoría de la evolución, rememorando el papel protagónico que el ser humano ha tenido en el planeta.

Como efecto del proceso de desarrollo de la sociedad llega la industrialización y la urbanización masiva, desde entonces se construyen faraónicas presas como símbolo de este desarrollo, pero al mismo tiempo como dispositivos de poder que controlan y distribuyen agua, utilizadas por las élites para satisfacer sus ansias de ganancia, aunque eso signifique negar ese recurso a gran parte de la población. Esta industrialización, como consecuencia del afán de ganancia, justifica la destrucción de la naturaleza que nos rodea, ignorando la factura que ella misma nos cobrará.  

Cuando se realizó la obra no se conocían los efectos del cambio climático, pero ahora sí, y los sufrimos en carne propia. Ante la tercera ola de calor, anunciada por la Conagua, para este 2023, las presas en Hidalgo mantienen sus bajos niveles con un 40.8 por ciento en promedio. En lo que va del mes de junio, el porcentaje en el nivel de los embalses disminuyó en 9.7 por ciento, las presas ubicadas en la región Tula y Valle del Mezquital presentan menos de la mitad de su capacidad, algunas como la presa “Madero” en el municipio de Huichapan o la presa “Requena” en Tepeji del Río, están prácticamente secas con menos del 7 por ciento.

En comunidades de los municipios de Nopala y Huichapan han pasado dos años sin que llegue la lluvia, el año pasado, se perdieron entre 170 mil y 190 mil hectáreas de cultivo en todo el Valle del Mezquital, para este año, el panorama no es nada alentador, los campesinos que se aventuraron a sembrar sus tierras ven ya como sus cultivos se van perdiendo.

Diego Rivera, siempre fiel a sus ideales, plasma en esta obra cuál debiese ser el objetivo de la urbanización, permitir a las personas el acceso a condiciones de vida dignas, como el suministro de agua potable. Una de las imágenes más trascendentes del mural son los trabajadores saliendo de la boca del túnel que dan de beber a una niña y una anciana ¿cuánto dolor albergaría nuestro pintor al ver que, a 62 años de su obra, no hay agua para que el trabajador pueda darle de beber a la niña? Así como el rey Midas que todo lo que toca lo convierte en oro, el capitalismo convierte en mercancía todo lo que toca, el agua se ha convertido en una preciada mercancía, la imagen del trabajador que da de beber se resquebraja al no tener dinero para comprar agua.

En el Valle del Mezquital, ni las aguas negras se salvan del capital, desde la puesta en marcha de la Planta Potabilizadora de Aguas Residuales (POTAR), instalada en Atotonilco de Tula, la cuarta más grande del mundo según la Conagua, 40 mil campesinos  del distrito de riego 3 del Valle del Mezquital, son testigos como ahora el agua es canalizada para uso industrial, disminuyendo así el suministro para riego hasta en un 70 por ciento y afectando así 58 mil hectáreas de cultivo, bajando también como efecto de ello, el nivel de presas como la Endhó, que esta semana está a sólo el 45.5  por ciento de su capacidad.

Sobre la desembocadura del túnel, Diego Rivera pinta dos enormes manos de entre las cuales fluye el agua en abundancia. La obra de Rivera sobre el agua y la vida no escapa a la dialéctica, lo que en un principio representó la desembocadura del cauce, ahora representa su pérdida.

El fluir del agua como metáfora del tiempo es cada vez más real, se alargan las sequías, aumentan las olas de calor, y como efecto de ello, se pierden las cosechas, se empobrecen más los campesinos, se sufre de sed al no llegar el agua, y ante estos graves problemas, como siempre, la mudez, la ceguera y la insensibilidad de nuestros gobiernos, más entretenidos y preocupados por ser los primeros en que sean sus nombres los plasmados en las boletas.

Nuestro país se calienta más rápido que el promedio global, de seguir por ese camino, la agricultura se reducirá al 80 por ciento a finales del siglo y no habrá agua suficiente ni para beber.

¿A qué límite de sufrimiento podrá llegar el hombre? ¿Acaso no es esto otra prueba irrefutable de lo necesario que se torna cambiar el rumbo por el que camina nuestra patria?

No es Dios quien nos castiga con olas de calor ni sequía, porque a él le rezamos en cada semilla que sembramos en la tierra, en cada surco que cuidamos y a él le agradecemos cada cosecha que tenemos. El agua se nos escapa entre las manos hasta desaparecer y no somos nosotros los culpables.

“El capitalismo destruye sus dos fuentes de riqueza”, dijo el más grande de los filósofos, “el ser humano y la naturaleza”.

Unámonos pues todos los sectores olvidados y sufrientes para luchar contra el enemigo en común causante de nuestros males: la sequía, las olas de calor, la violencia, la crisis, la drogadicción, etc., todos estos males nacen del mismo vientre. Si no es suficiente el niño con hambre pidiendo limosna para unirnos, si no basta con las injusticias que se cometen en contra de los obreros para organizarnos, si no nos consternan los asesinatos y secuestros para solidarizarnos, que sea la lucha por salvar a nuestro hogar lo que nos hermane en una sola lucha, luchemos ahora, antes de que la última gota de agua se nos escape de las manos y con ella, nuestra vida.

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