MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El algoritmo criminal y la cancelación de la cultura

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En las últimas semanas, el cerco informativo en torno al conflicto entre Rusia y Ucrania se ha hecho más grande. En este punto, ya nadie puede negar la fobia y el desprecio con el que se ve en occidente, no sólo al presidente Vladimir Putin, sino a toda la cultura rusa, que ha sido vetada y censurada en sectores tan diversos e inverosímiles que van desde eventos deportivos, ferias del libro o hasta la ridícula prohibición de razas de felinos criados en ese país en certámenes internacionales. 

Toda esta saña e ira con la que se busca cancelar a esta nación parece más propia de un régimen fascista que de los autonombrados adalides de la libertad, como recientemente dijo el mandatario ruso "La notoria cultura de la cancelación se ha convertido en la abolición de la cultura rusa (…) la última vez que los nazis llevaron a cabo una campaña masiva de este tipo para destruir literatura objetable en Alemania hace casi 90 años". 

Los que desde este lado del mundo opinan lo contrario, posiblemente no vean el panorama completo, ni vean, tampoco, el papel determinante que juegan las redes sociales en la difusión del odio y la desinformación a través de lo que el escritor Eli Pariser ha denominado El filtro burbuja.

El algoritmo de empresas como Meta, por medio de toda la información dada por nosotros mismos, gustos, pensamientos y emociones que, plasmados en las plataformas, crea una barrera artificial en la que sólo vemos lo amable, lo que se adecúe a nuestra percepción de la realidad. El contenido siempre tiene que ser llamativo, para causarnos una buena impresión y causar una especie de adicción. Justo cuando estamos a merced de estos gigantes es cuando nos pueden hacer creer lo que ellos quieran o necesiten, no hace falta que nos lo cuestionemos, si siempre me muestra lo que me gusta, de seguro esta nueva información es verdad, se podría pensar. 

“Un mundo construido sobre la base de lo que nos resulta familiar es un mundo en el que no hay nada que aprender, en el que todos se encuentran satisfechos, seguros o indignados si alguien no es capaz de compartir la veracidad evidente de los propios planteamientos. La burbuja provoca que quedemos atrapados en un bucle infinito en torno a nosotros mismos” (El filtro burbuja, 2017 Eli Pariser; p. 24). Pariser también habla de las posibles consecuencias, preguntándose desde dónde se controlan -y diseñan- los algoritmos, y cómo eso puede terminar en nuevas formas de censura.

Por su parte, la investigadora Elisa Schmelkes en su ensayo Autopropaganda invisible, del 2017, habla también de la subjetividad que nos encontramos: La realidad es que hoy en día se genera tanta información, que se requiere un filtro para poder encontrarle sentido. Pero estos filtros son parte del código mismo de los servicios que utilizamos y funcionan tras bambalinas, generando la ilusión de seguir compartiendo un espacio infinito de información, cuando, en realidad, habitamos una isla de subjetividad… todos los que tienen la posibilidad de acercarse a una red social, son arrastrados de forma casi determinista hacia una versión más radical y estrecha de ellos como de la propia red”. Schmelkes hace también hincapié en cómo este algoritmo se usa para polarizar, por medio de la viralización. “Decimos que las ideas son virales porque se comportan como virus. Infectan nuestro cerebro y nos provocan compartirlas… La idea alterada puede ser más viral que la idea original, y, por tanto, tiene más capacidad para propagarse entre la población. Una idea completamente falsa puede ser muchísimo más viral que la viral y eso explica por qué el internet está lleno de ideas exageradas, falsas y alteradas para provocar más risa, o más ira y generar en nosotros el deseo de compartirla”.

Ya lo decían en 1979 John T. Cacioppo y Richard E. Petty, investigadores y neurocientíficos estadounidenses, que cuando una persona se ve expuesta a un mensaje, es más probable que su actitud hacia la postura del mensaje cambie favorablemente. 

Este principio básico de la propaganda es aplicado, día a día, en las redes sociales. Meta, Twitter y demás plataformas nos atraen, aprenden de nosotros y crean el algoritmo correcto para cada persona, para así, decirnos qué hacer y qué creer. 

Ese algoritmo criminal es el que ahora se usa en contra de Rusia y su cultura, sin embargo, ¿qué impide hacerlo con otras naciones? ¿O con otros grupos? Por eso todos debemos tener consciencia de lo que vemos en redes sociales, lo debemos contrastar, necesariamente con la realidad, e invitar a otros a contrastar la información y no caer indefensos ante las redes sociales.

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