El día de la Candelaria el presidente Andrés Manuel López Obrador se levantó de buenas, optimista, seguramente partiendo de que “el que nada sabe nada teme” pues, en su tradicional y rutinaria conferencia mañanera, en la que despotrica contra todo y contra todos quienes no coincidan con sus datos y su manera de pensar, señaló que en 2022 la economía mexicana crecerá 5 por ciento, y un porcentaje semejante en 2023 y 2024. Seguramente los expertos dirán: “ya lo perdimos”, dijo medio en broma para referirse a él mismo.
Cuando los periodistas asistentes le preguntaron en qué fundaba su pronóstico, contestó que en su “optimismo” y efectivamente así es, como si su optimismo bastara para cambiar la realidad y corregir el desastre económico -y en todos los aspectos- de su gobierno. No hay que olvidar que la economía del país está inmersa en el acontecer mundial, y la estimación del crecimiento de la economía global del Fondo Monetario Internacional (FMI), en el mejor de los escenarios es de alrededor del 4.9 por ciento.
La mayoría de los analistas económicos del sector privado, el Banco Mundial y el FMI calculan un crecimiento del PIB para los países de América Latina de un 3 por ciento, y para los Estados Unidos y China, primera y segunda economías del planeta, en 3.7 y 5.6 por ciento respectivamente, ¿de dónde saca entonces López Obrador que la economía de nuestro país crecerá en un 5 por ciento? Seguramente en que como siempre, a él se le ocurre que debe tener otros datos.
Pero no nos hagamos ilusiones, la economía ha transitado un ciclo adverso durante los últimos tres años, profundizado por el duro golpe que significó la crisis sanitaria agravada por falta de políticas del gobierno para paliar sus efectos, y se perfila para 2022 un escenario donde lo deseable es regresar al crecimiento previo a la aparición de la covid-19, con tasas promedio del 2.7%, pero realistamente hay importantes riesgos para lograrlo. Hoy mismo, en un reporte presentado por el INEGI, se prevé un crecimiento promedio para este año, menor al 2 por ciento, similar al de hace más de una década, debido a la falta de inversión, considerada fundamental para el desarrollo productivo.
Recordemos que en 2019, primer año completo de López Obrador en el poder, el Producto Interno Bruto (PIB) registró una contracción de -0.2%, y a partir del primer trimestre del 2020, la pandemia lo sumió en una fuerte recesión el empujar su actividad a una estrepitosa caída de -8.3 por ciento, y durante 2021 la recuperación se ubicó en 5.59 por ciento, de acuerdo con información de la última encuesta de expectativas realizada por analistas del sector privado y el Banco de México (Banxico).
Por esto, el presidente, consciente del desastre en que tiene sumido a los mexicanos, y el despropósito de su supuesta proyección de crecimiento, manifestó sin la menor preocupación: “no es imposible que la estimación aún baje más, dependiendo de las cifras que se vayan conociendo en las próximas semanas”. “Puede ser que por la covid-19 tengamos menos crecimiento, pero hay más igualdad. Ahora le está llegando a los pobres más que antes”.
Y sí el gran logro de López Obrador consiste en que, según los resultados en la “Medición multidimensional de la pobreza en México 2018-2020”, presentado por el Secretario Ejecutivo del Coneval, Nabor Cruz Marcelo, durante la primera mitad del gobierno el porcentaje de pobres llegó a 43.8, dos puntos porcentuales más, que equivalen a 3.8 millones de personas que entraron a la pobreza, pasando de 51.9 millones de personas en situación de pobreza, a 55.7 millones.
El “ya lo perdimos” expresado en su mañanera no es más que un autoelogio de su parte, pues perdido siempre ha estado, en su obsesión por llegar al poder y mantenerse en él a toda costa. Por eso su inútil, costosa y tramposa campaña para reposicionar a su partido y sus candidatos para la sucesión presidencial.
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