MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El camino está escrito

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La geopolítica mundial sigue dando muestras de que el sistema capitalista está en decadencia. Hoy, son alarmantes las condiciones infrahumanas de la población mundial desposeída que sufre directamente y, sin filtros, las consecuencias de un sistema regido por los intereses industriales, los monopolios y su ferocidad mercantil.

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, más de mil 100 millones de personas viven en pobreza.

La brutalidad de esta desigualdad es trágica, pues por cada dólar que recibe una persona del 90 % más pobre de la humanidad, un millonario se embolsa 1.7 millones de dólares.

El líder revolucionario, político y dirigente de las masas obreras que lograron la fundación y levantamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin, apuntaba ya en su obra Imperialismo, fase superior del capitalismo (1917), que la voraz ambición del sistema capitalista mundial en su última fase, el imperialismo, generaría condiciones como la concentración de la producción social en pocas manos, el establecimiento de monopolios, la creación del capital financiero internacional y la unidad de las naciones imperialistas; todo ello bajo la bandera de la “libre competencia”.

Ante estas condiciones que definen los límites del desarrollo del capitalismo, Ulianov subrayaba que “el imperialismo es la antesala de la revolución social del proletariado”.

Hoy, de acuerdo con diversos investigadores sociales, hay datos sensibles que evidencian la crisis capitalista global que se agudiza debido a sus contradicciones, su esencia mercantil, la falta de planeación de la producción social y la desmedida concentración de la riqueza, entre otros factores.

Eric Toussaint, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Lieja, señala que hay indicadores claros como la desaceleración de la economía, el aumento general de la deuda pública y privada, la inflación, la pérdida del poder adquisitivo de las clases populares y la desproporcionada e inequitativa distribución de la riqueza social que son pruebas irrefutables de la caída progresiva del capitalismo.

En este sentido, la Oxfam reconoce que del año 2020 a la fecha, el 60 % de la población mundial ha visto reducidos sus ingresos; es decir, 5 mil millones de personas empobrecieron, dato que contrasta duramente con el crecimiento exponencial de la riqueza de los monopolios y los grandes magnates mundiales.

Cálculos de dicha organización detallan que, de 2020 a la fecha, la riqueza de los cinco magnates más acaudalados del mundo pasó de 405 mil millones de dólares a 869 mil, lo que implica una ganancia de 14 millones de dólares por hora.

El documento Desigualdad S. A., publicado por el mismo organismo a principios de 2024, señala que “una enorme concentración de poder empresarial y monopolístico está exacerbando la desigualdad en la economía mundial”, pues sus cálculos demuestran que siete de las diez empresas más grandes a escala mundial están dirigidas por un “milmillonario” (concepto que se ha vuelto necesario establecer en análisis sociales debido a los absurdos niveles de acumulación de riqueza).

La brutalidad de esta desigualdad es trágica, pues por cada dólar que recibe una persona del 90 % más pobre de la humanidad, un millonario se embolsa 1.7 millones de dólares.

Sin embargo, a pesar de todas estas evidencias del desgaste y caída progresiva del sistema capitalista, el mundo, en su gran mayoría, se rige por la bandera del imperialismo comercial de los monopolios. 

De acuerdo con el Índice de Libertad Económica del Mundo, de los 195 países que existen en el planeta, 181 son considerados capitalistas; una cifra que da cuenta clara de la hegemonía mundial de este sistema político-económico que sigue acrecentando la brecha de desigualdad y demuestra con creces que el bienestar social no tiene cabida en sus prioridades.

Tan sólo Estados Unidos, la economía capitalista con mayor poder en el mundo, aumentó su Producto Interno Bruto de 14.47 billones de dólares a 25.46 billones, de 2009 a 2022.

Sin embargo, el salario mínimo federal no creció de los 7.25 dólares por hora. De acuerdo con Joseph E. Stiglitz, economista y catedrático de la Universidad de Columbia, en la nación de las barras y las estrellas “impera el mayor nivel de desigualdad del mundo desarrollado” y señala que el 90 % de la población estadounidense ha tenido estancamiento o reducción de su salario durante los últimos 30 años.

Hoy los índices mundiales de pobreza y atraso social son verdaderamente crudos y dan cuenta de las brutales consecuencias de este sistema voraz. La ONU señala que, en términos de mortalidad infantil, en 2021 más de 7 millones de niños murieron a nivel mundial. En la cuestión educativa, señala que actualmente 474 millones de personas se vieron privadas de algún tipo de formación escolar.

Además, estimaciones del propio organismo detallan que 770 millones de personas en el mundo no tienen acceso a la energía eléctrica y más de 2 mil millones de personas no cuentan con servicios de agua potable y saneamiento, a lo que se suman los últimos datos disponibles sobre vivienda que calculan que más de 900 millones de personas viven en hogares construidos de manera precaria.

A este panorama se agrega que más de 2400 millones de personas no cuentan con acceso a una alimentación “suficiente”.

Así, los límites del actual sistema capitalista apuntan cada vez con mayor ahínco a su colapso y todos los indicadores de su decadencia demuestran la vigencia de teóricos y estudiosos de la sociedad con un enfoque materialista que, sin lugar a duda, nos dejaron el camino escrito.

Desde hace más de 100 años, Lenin sentaba las bases de la transición que inevitablemente sucederá ante la caída de este sistema. A estas ideas se suman Carlos Marx y Federico Engels, precursores del marxismo y del socialismo científico, que dejaban ya en claro, en su obra El Manifiesto del Partido Comunista, que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma”.

De acuerdo con ello, todas las ideas sobre la bondad del capitalismo, dirigido por la burguesía, son simples utopías que buscan enajenar y retrasar el cambio de sistema que el mundo necesita para dejar atrás el imperialismo burgués.

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