El derecho al agua potable para el ser humano no debería ser celebrado un día al año. Es un derecho que ningún gobierno de un país, estado o municipio debería olvidar porque se trata de una necesidad de primer orden para la población, que, al faltar, pone en riesgo la propia sobrevivencia.
El agua se requiere para todas las actividades básicas, para hidratarse, en el aseo, en el hogar, en el trabajo. Se trata de un servicio público básico y de un recurso natural para todas las poblaciones.
El Día Mundial del Agua debería ser celebrado con una disminución de personas que carezcan de este vital líquido y no a la inversa, que cada año incrementan de los sectores de la población sin acceso a este servicio.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 1922, estableció cada 22 de marzo, como el Día Mundial del Agua, para recordar que ningún ser humano debe estar privado del valioso líquido, para su vida cotidiana en el mundo. Su importancia para la vida implica conservar las especies, los seres humanos y la propia tierra; y todos los gobiernos deben aplicar los recursos técnicos y económicos en la creación de infraestructura necesaria que permita a la población contar con agua.
Sin embargo, de acuerdo con el último informe de la UNICEF y la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 2 mil 200 millones de personas en el mundo, y sólo en México hay 15 millones de personas, sobre todo en el área rural, sin agua potable.
Actualmente, por la pandemia de covid-19, el agua toma doble importancia, pues una de las recomendaciones de salud consiste en lavarse las manos al menos tres veces al día y mantener todos los espacios limpios. Ante esta realidad, la disyuntiva de atender o no, la falta de agua a la población no está a discusión, se debería atender en lo inmediato, pues las cifras no son positivas.
En el caso de México, en un informe presentado en 2016 por el CONEVAL sobre la “Situación de pobreza y rezago social”, destaca que 9.3 millones de personas carecían de agua potable en sus casas. Para 2019, de acuerdo con la UNAM, entre 12.5 y 15 millones de mexicanos no tienen agua, lo que representa el 10 por ciento de la población y los que acceden a este servicio, el 30 por ciento no cuenta con la cantidad ni con la calidad suficiente.
La ONU, por su parte, advierte que México es uno de los países que más agua consume, 322 litros por persona al día, provocando la sobreexplotación de los mantos acuíferos, además de la contaminación del agua de los ríos en más del 70 por ciento, y el 40 por ciento por desperdicio y fugas.
María José Villanueva, directora de Conservación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) comenta que “en conjunto, las zonas metropolitanas de Monterrey, Guadalajara y Querétaro tienen alrededor del total de la población del país que carece de agua potable en sus viviendas; más de 12.2 millones de habitantes, de acuerdo con el censo de población 2020 del INEGI.
Si bien es cierto que José Villanueva no aborda con detalle las zonas del estado de Querétaro dónde la falta de agua hace estragos, vale la pena mencionar que grandes regiones de las delegaciones de El Doctor, Maconí y La Esperanza, que comprenden más de 35 pueblos en el municipio de Cadereyta de Montes, incluida la propia población de la Cabecera municipal, a pesar de ser el municipio que más agua aporta a la población del estado a través del Acueducto II, particularmente en la capital y municipios conurbados, y no precisamente para satisfacer las necesidades del consumo humano, sino como negocio con las grandes fábricas de las zonas industriales.
La Comisión Estatal de Aguas (CEA) comete una gran injusticia que valdría la pena que la propia ONU tome cartas en el asunto, pues mientras a los pueblos de Cadereyta y Amealco mueren de sed y las autoridades argumentan la falta de recursos para llevarles agua, está en puerta la construcción del Acueducto III con un costo estimado de 12 mil millones de pesos. El Día Mundial del Agua será Querétaro sin agua.
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