MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El fetichismo del poder

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Hay gente que, sin saber realmente qué es el poder, cree que la conducta correcta debe ser rendirle tributo, honores, y hasta algún tipo de idolatría, como sucede con las mañaneras del gobierno federal. En realidad, el poder es el que oprime y afianza la explotación de una clase por otra. 

El verdadero luchador social debe tener claro en qué consiste el poder del Estado burgués, que a su vez se divide en ejecutivo, legislativo y judicial. Se instituye, para su ejercicio, en estos tres poderes, pero, repito, el poder del Estado en su conjunto, sirve para una sola cosa: oprimir y afianzar la explotación de una clase por otra. 

En cuanto depositario de los impuestos y de los tributos que pagamos todos los mexicanos, al final de cuentas, detrás de toda la urdimbre legal que tiene tendida la clase dominante ante el gran público, el poder económico del estado, del erario y de sus tres niveles de gobierno, finalmente también sirven a un pequeño puñado de ricos cada vez más ricos, que son y representan a los amos modernos de México, a la clase de los dominadores.

Entonces, en una democracia es lícito pensar en la posibilidad de tomar el poder, pero allí donde se llegue a lograr, no porque la conquista del poder sea lícita, no por eso quiere decir que ella sea compatible con las causas y un programa revolucionario que, a muy grandes rasgos, puede consistir en que a la gente no le guste el sistema capitalista, la explotación de una clase por otra, tal y como están. En consecuencia, es dable pensar en un cambio verdadero de la sociedad para que se haga, de una vez por todas, la distribución de la riqueza entre quienes la producen; pero, si ubicamos al poder actual en el contexto de la lucha de clases, resulta que el poder que se puede conquistar por la vía democrática es un poder que sirve a los dueños de los medios de producción y del poder político, es decir, es un poder clasista, es un poder burgués. 

Pero, el verdadero revolucionario no puede ni debe caer en el fetichismo del poder, sino por el contrario, debe mantener toda una actitud crítica, vigilante, de todos sus actos, de todas las acciones de sus enemigos de clase, antes y una vez conquistado el poder, sin apartarse de la masa, sin olvidar a la masa, sin abandonar los objetivos estratégicos del movimiento y mucho menos, los principios.

Ése es el reto verdadero de participar en el juego democrático, porque de otra manera, corre el riesgo el revolucionario de entrar, por la vía del poder burgués, en una especie de cooptación por el sistema expoliador, y de invasión ideológica sobre sus ideales emancipadores, difiriendo sus reivindicaciones justicieras, para convertirse en un traidor. 

Marx habla del fetichismo de la mercancía y del dinero en su obra cumbre, El Capital. Sostengo que, con el fetichismo de la mercancía y del dinero, que son dos formas de manifestarse del poder económico, también hay gente que cae en el fetichismo del poder. Solo la dialéctica materialista nos puede liberar de tal peligro, pues allí está lo que dijo José Martí en su poemario “Ismaelillo”: “Mas si amar piensas el amarillo rey de los hombres, ¡Muere conmigo! ¿Vivir impuro? ¡No vivas, hijo!”

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