El huracán “Otis” ha dejado marcado a todos. Los guerrerenses y los mexicanos, somos un pueblo que pese a las desgracias recurrentes, a perderlo todo o casi todo, volvemos a levantarnos. Todavía recuerdo cuando después de un huracán había que volver a construir los techos de palma; si no es que mucho más.
Los mexicanos hemos padecido de todo, desde fenómenos naturales hasta gobiernos populistas, y varios de ellos, siguen viviendo a costa de las desgracias de nuestra gente.Terremotos, masacres, pandemias, saqueo de nuestros impuestos, corrupción en las instituciones públicas, huracanes y epidemias.
Aunque nuestras desgracias no siempre tienen nombres largos: ahora se llaman “Otis” y “cuarta trasformación”.
Miles de personas están todavía hoy incomunicadas y los daños materiales se contarán en muchos millones de pesos. Lo peor es la pérdida de vidas humanas y personas desaparecidas.
De la desgracia por “Otis” tienen su parte de responsabilidad todos los gobernantes que no han elaborado planes preventivos y al contrario: se encargaron de desaparecer el Fonden.
Claro está que Andrés Manuel no tiene la culpa de que se haya producido un huracán de tal potencia, pero sí tiene su parte de responsabilidad al negarse a contribuir con la generación de energías limpias que frenen el cambio climático e insistir en sus proyectos que usan combustibles fósiles.
También tienen su parte de responsabilidad todos los gobernantes que no hicieron caso a los científicos, quienes han estado advirtiendo por décadas que estas y otras desgracias se presentarán con mayor frecuencia… y no han elaborado planes preventivos: al contrario, se encargaron de desaparecer el Fonden.
“Otis” tomó por sorpresa a todos. Su relevancia es tal que logró sacar de la comodidad de Palacio Nacional a López Obrador. Funcionarios y gobernantes guardaron silencio. Ni Rosa Icela Rodríguez, la secretaria de Seguridad, ni el de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval, atinaban a cómo dar respuesta a su jefe de qué hacer y cómo, para abrir un camino por el que el mandatario pudiera llegar a Acapulco. Este, por primera vez, en cinco años se presentaría ante las víctimas de algo, en el lugar de los hechos.
Lo primero, por supuesto, es apoyar a las víctimas. Pero no hay que olvidarnos de pedir cuentas a la bola de inútiles como el presidente, por ejemplo, que no sabían ni qué hacer.
¿Qué se va ha hacer para apoyar? Todavía no saben, no tienen nada planeado. De momento, se cuenta sólo con la promesa del presidente de que los van a apoyar.
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