Antes del inicio del periodo vacacional, la titular de la Secretaría de Educación Pública, la profesora Delfina Gómez Álvarez declaró que próximamente se regresará a clases presenciales, no dijo nada en concreto sobre las medidas que se tomarán para que sea un retorno seguro tanto para maestros como para los alumnos.
Cuando en marzo del año pasado a causa de la pandemia, pero, sobre todo, por la nula actuación del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se tuvieron que cerrar las escuelas, no nos imaginamos que México a pesar de ser uno de los veinte países más ricos del mundo sería uno de los peores lugares para vivir en esta época de crisis sanitaria, la vida de todos los mexicanos incluidos los estudiantes y maestros dio un giro radical.
Desde un inicio el gobierno no quiso tomar las cosas en serio, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendaba pruebas masivas para detectar a los contagiados y aislarlos, aquí no quisieron gastar en ellas y prefirieron optar por el enclaustramiento masivo que resultaba más económico, y una vez que la situación se tornó insostenible ya que no se implementó ningún programa gubernamental alimentario para poder estar encerrados y que por otro lado los productores, empresarios y comerciantes presionaban cada vez más pues tampoco se les dio apoyo gubernamental; se declaró “la nueva normalidad” en junio del año pasado, de manera irresponsable y sin fundamento científico pues la curva no se aplanaba, el resultado está a la vista: casi 220 mil muertos y más de dos millones de contagios, según datos oficiales.
Cuando el mundo entero estaba en espera de la vital vacuna y hacía contratos para obtenerla tan luego se aprobará, el gobierno mexicano nos hacía cuentas y cuentos sobre cifras imaginarias y problemas con las farmacéuticas y la OMS para concretar su llegada a nuestro país. Se montó un gran operativo mediático con la llegada de las primeras dosis que a la fecha sólo han alcanzado para vacunar a poco más de dos millones de mexicanos de manera completa (es decir con las dos dosis requeridas), siendo que somos alrededor de 130 millones, lo que equivale al dos por ciento de la población. Basándonos en el erróneo plan del gobierno de la 4T se deberá vacunar primero al sector salud y los adultos mayores, es decir de 60 años en adelante, posteriormente a los de 50 a 59 años y así sucesivamente, con lo que se deja a los estudiantes en los últimos lugares de vacunación, lo cual sucederá hasta dentro de algunos años.
Y dentro de este panorama desalentador y aprovechando el factor distractor de las vacaciones de Semana Santa es que se hace este anuncio irresponsable y sin bases científicas del próximo regreso a clases presenciales, aprovechando la desesperación e ignorancia de padres de familia y alumnos, que no alcanzan a ver que lo que el gobierno quiere es implementar la “inmunidad de rebaño”, es decir que se muera quien se tenga que morir y que la responsabilidad recaiga en los padres pues son quienes preocupados por el desarrollo académico y psicológico de sus hijos piden a gritos el retorno a las escuelas, sin ponerse a reflexionar que ni siquiera las medidas mínimas de sanidad se podrán implementar, pues el 15 por ciento de las escuelas públicas no cuentan con servicio de agua para el constante lavado de manos, que el presupuesto para que las escuelas saniticen constantemente adquieran gel y materiales de protección no ha aumentado, pues en el PEF de este año ni siquiera está contemplada la compra de vacunas, por darle prioridad a obras faraónicas, menos va a contemplar estos gastos para las escuelas. ¿A que estaríamos arriesgando a nuestros hijos y familiares?
De que es necesario el regreso a las escuelas nadie en su sano juicio lo discutiría, pero no en las actuales condiciones, es indispensable que el gobierno cumpla con su obligación de vacunar a la brevedad a todos los mexicanos, incluidos los estudiantes y maestros, así como los trabajadores cumplimos con nuestra obligación de pagar impuestos y generar los recursos para la compra de las vacunas. De no hacerlo así sería una irresponsabilidad hacer efectivo el regreso a las aulas en estas condiciones. Y todos tenemos la obligación y el derecho de levantar la voz para oponernos ahora que aún es tiempo. Después lo podemos lamentar.
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