Raúl Zibechi, periodista uruguayo retomado por Oleg Yasinsky en un artículo para Rusia Today hace ya casi un año, señaló en un seminario sobre pensamiento crítico que con los “gobiernos progresistas” en América Latina, lo fundamental que cambió, fue que se profundizó el Capitalismo. Es necesario comprender, dice, cómo actúa el “progresismo” (lo que nosotros llamaríamos la falsa izquierda) en el gobierno. “Por ejemplo…. Los militantes instalan los bachilleratos populares...Y luego el gobierno …a dos cuadras ponen un bachillerato del gobierno…como parte de la acción política …. “Y eso lo complementan con políticas sociales: la bolsa de alimentos, un pequeño subsidio, etc. Se trata de dos dispositivos juntos. Movimientos que parecen populares, pero son oficialistas y a la vez políticas sociales ¿Qué busca con esto? Algo fundamental: desgarrar, destruir… la capacidad de organización y de lucha”.
Lo aludido por el activista latinoamericano en el 2015, refleja claramente lo que pasa en el México actual con la disque 4T. Por eso es necesario, desde mi punto de vista, que las masas de campesinos pobres, de obreros, de amas de casa y de trabajadores en general, comprendan que para que las cosas cambien en su favor es necesario que ellas se organicen, se eduquen, se concienticen, se politicen y lleguen al poder como el pueblo que son. Está claro que no bastan las mejoras inmediatas, suponiendo que las hubiera con esta pobreza franciscana que hemos padecido todo el sexenio porque el gobierno derrocha dinero a manos llenas en ocurrencias como el tren maya, etc. Y aunque quienes gobiernan se digan protectores, benefactores o amigos del pueblo, por sus hechos ya vemos que son capitalistas disfrazados que no están para cambiar este sistema social que divide a la gente en pobres y ricos, sino para “curarlo”, “corregirlo”, prolongarlo y hacerlo tolerable para las masas.
Por eso trata de conformarlas con pequeñas ayudas para que subsistan tranquilas y no busquen acabar de raíz con su pobreza, la carencia, la injusticia y la desigualdad en que vivimos. Para hacer algo así ya es indispensable un cambio de sociedad, construir una que al tiempo que produzca mucha riqueza, la distribuya de manera justa y más equitativa entre todos. Pero eso sólo lo hará el pueblo pobre en el poder al cual podría llegar fácilmente por su número, sólo que le hace falta su unidad no circunstancial o espontánea, de las que se quiebra a la primera dificultad o al primer ofrecimiento de beneficios personales hechos por los poderosos; sino una consciente e indestructible, capaz de resistir cualquier prueba sin traicionar a sus hermanos de lucha y de destino.
Y para eso, necesita el pueblo realizar dos tareas concretas para que no queden como buenos deseos: formar hijos del propio pueblo que se preparen y aprendan a gobernar bien para representar los intereses de ese mismo pueblo, sin traicionarlos; y luego, elegir de entre ellos quién los represente. Porque ahora con la actual partidocracia el pueblo sólo tiene derecho a votar por uno de los candidatos que eligen los partidos y nada más. Y por eso no puede ejercer verdaderamente la democracia, que es el poder del pueblo tanto por el significado de la palabra como por el derecho establecido en la constitución que fija a los gobernantes la categoría de mandatarios (quien recibe un mandato) del mandante, que en este caso es el pueblo que los vota, pero ya en la realidad operan en forma contraria al sentarse en el poder comportándose como los mandantes o mandones sólo porque tienen el gobierno en sus manos. Eso debe cambiar.
La otra tarea concreta que debe desempeñar sin falta si quiere garantizar el cambio efectivo de las cosas en su provecho es que, una vez llegado al poder político de la nación no debe desorganizarse, desmovilizarse y desentenderse de la marcha de las cosas y dejar en manos del gobernante, quien sea, para que hagan con el poder lo que quieran o crean conveniente hacer; sino que de manera efectiva y participativa debe seguir ejerciendo su derecho a la democracia; debe estar vigilante y actuante para tomar las medidas correctivas en el caso de que las cosas no vayan a tono con sus necesidades o sus posibilidades; y en un momento dado, corregir el rumbo, incluso relevando al gobernante para que se respeten los derechos y los intereses del pueblo. Esa es la verdadera defensa de los pobres, eso es querer acabar con la pobreza y no darle “mejoralitos” a los pobres para que la aguante, y esas son las metas que deben alumbrarle el camino a los pobres para que vean si quien les habla bonito también les habla con la verdad o si sólo pretende endulzarle el oído para que las cosas sigan igual que siempre.
Deben aprender que no se trata de un cambio de colores o de personas en el poder, sino de clase social; porque los intereses son diferentes o hasta contrarios, pues lo que le conviene al rico perjudica al pobre y viceversa, Por eso sólo las masas conscientes pueden luchan por una sociedad sin diferencias que nos haga mejores como nación, donde trabajemos todos, por el bien de todos. Y en ese sentido no hay más que organizarnos en una sola fuerza capaz de garantizar la unidad, la lealtad y la claridad de miras de los pobres de México, que no es otra que el Movimiento Antorchista Nacional, aunque los enemigos del desarrollo se desgañiten difundiendo mentiras. Ya lo dice el viejo y conocido refrán: ¡A gritos de marrano, sordos oídos de matancero! Así le conviene proceder al pueblo, porque él necesita gobernar para que las cosas se compongan.
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