En redes sociales se difundió una fotografía que uno de mis queridos compañeros del estatal tomó, que capta el momento en el que un niño de la colonia Candelaria, municipio de Berriozábal, Chiapas, saca de su mochila una perrita que lo acompañaba a la escuela.
La imagen no sólo capta un momento de infinita ternura e inocencia infantil de la cual fuimos un día gozosos, sino también la situación del pueblo pobre de nuestro país y sus esfuerzos por salir adelante.
Al fondo se aprecia el paisaje humilde de la comunidad; sus casas sin “repello”, de láminas y maderitas que apenas protegen del frío a las familias que, con sus propias manos han edificado estos albergues para los suyos.
Las filas de la delincuencia y el narcotráfico parecen abrirse para quiénes no pueden defenderse en el mar del desempleo del país, y son arrastrados por esa ola gigante hasta el fondo de la miseria.
La comunidad ha sido azotada por una ola de delincuencia terrible que viene a demostrar cómo la pobreza, tiene consecuencias gravísimas para los menesterosos.
Una sociedad que sucumbe ante la pobreza, ante la falta de oportunidades para los que menos tienen, ante la delincuencia ¿qué puede esperar? Es fácil, querido lector, encontrar una respuesta, obvia.
Las filas de la delincuencia y el narcotráfico parecen abrirse para quiénes no pueden defenderse en el mar del desempleo del país y son arrastrados por una ola gigante hasta el fondo acuoso de la miseria. De ahí, las últimas fuerzas por sobrevivir los hace aceptar uno de estos “puestos” para mitigar el hambre y el frío.
Durante el sexenio de Felipe Calderón, fue bandera y un estandarte luminoso, aquel enunciado de “la guerra contra el narcotráfico”, que volcó sus fuerzas humanas y económicas en una batalla campal uno a uno contra los grandes delincuentes que mantenían como rehenes a comunidades enteras. ¿El resultado? Una cifra descomunal de muertos, desaparecidos y secuestrados. El marcador no fue victorioso para el pueblo y las consecuencias continúan.
Para los chiapanecos la situación no es más sencilla: el estado sucumbe en sus fronteras y se presentan cada vez más grupos de desplazados que salen de sus comunidades pues son sitios de fuego cruzado en donde supuestos grupos delincuenciales han tomado como suyos los municipios.
A la par de la fotografía que mencioné al principio, recibimos con una contradicción de buena estima la foto de nuestro compañero Anaximandro Pérez Espinoza, quien recibía con orgullo el título de doctor en Historia por la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de Francia.
¿Quién es Anaximandro? Un joven de extracción humilde, de origen modesto y cuyos padres han sido trabajadores durante toda su vida y que, al igual que aquel niño de la fotografía luchaba con esmero desde pequeño por salir adelante.
A muy temprana edad, Anaximandro abrasó (así, con “s”) la lucha de Antorcha pues le entregó nuevos ánimos para incendiar aún más la llama que ilumina las esperanzas de nuestro pueblo. De a poco, se ha integrado al grupo de intelectuales del pueblo que han recogido las lecciones históricas y la cientificidad contemporánea, y las han unido para trazar la táctica que deberá tomar el proletariado.
Hoy vemos con orgullo a Anaximandro porque nació del pueblo pobre y aquí, entre sus pares, ha dejado su juventud, demostrando que también para los menesterosos la ley de “soñar con lo imposible” aplica.
La fotografía de aquel niño que describí al principio (y que hoy comparto) muestra también dos elementos importantes. Uno: cómo aún en los lugares más apartados y humildes se puede levantar un edificio que ayude a construir las mentes y el corazón de los hijos del pueblo, pues esta fotografía fue tomada en uno de nuestros centros educativos, que se construyó a través de la gestión de Antorcha y los habitantes de nuestra colonia que, al día de hoy, cuentan con casi todos los servicios básicos.
Por último el esfuerzo gigantesco que padres de familia, niños, docentes y las autoridades de la colonia realizan por labrar sus sueños.
Ojalá que pronto la fotografía de Juan Pablo sosteniendo con cuidado a su perrita se metamorfosee y sea un joven recibiendo las herramientas para labrar un futuro mejor para todos y él mismo, en su ceremonia de graduación.
¡Enhorabuena, doctor Anaximandro! ¡Por el gran esfuerzo realizado, por contribuir a elevar el carácter científico del pensamiento antorchista y por ser un gran ejemplo para quienes despliegan apenas sus alas!
0 Comentarios:
Dejar un Comentario