El Magisterio Nacional Antorchista disiente firmemente, con la firmeza que le da la razón, del acatamiento ciego a la “voluntaria” orden del regreso a clases presenciales.
Las falacias argüidas por los emisores de esta orden son variadas y engañosas, a grado tal, que a muchos ciudadanos, poco avezados en la costumbre de analizar, hurgar, desentrañar hasta el fondo lo que se esconde en estas mentiras con apariencia de verdad, pueden parecerles harto bondadosas y útiles, por la seguridad y superación que prometen para sus hijos y familiares, hasta dignas de agradecimiento y cariño eternos. Sin embargo, para una mente medianamente disciplinada, acostumbrada a pensar, como la que poseen el 99.9999% de los compañeros maestros antorchistas, les basta solo una hojeada para taladrar la apariencia de verdad de las mentiras y descubrir la navaja dentro del pan; preguntándonos, por ejemplo, si será verdad, que el apresurado ucase del retorno presencial a clases ¿se deberá a una profunda y auténtica mortificación por la suerte de los estudiantes, que pueden enfermar de estrés o de males psicológicos difíciles de erradicar por su largo confinamiento?. Y la respuesta que de inmediato salta de la mente a nuestra boca es ¡¡no!!, un rotundo ¡¡NO!!, porque, si realmente esa preocupación existiera, la solución sería; vacuna para todos, y esa solución está en sus manos, depende de su voluntad conseguirla y administrarla; o… también podríamos preguntarnos si ¿será verdad que, lo que le preocupa al gobierno, es que los estudiantes se rezaguen en la adquisición de conocimientos, en los que ya de por si están bastante rezagados, con respecto a otras naciones que se hallan en condiciones similares a las nuestras o hasta peores?, y otra vez, la respuesta que sale como catapultada de nuestro pecho es ¡¡no, no y no!!, porque si esa preocupación existiera podría instrumentar, no cursos híbridos que se traducirán en medios cursos simples, sino conseguir y administrar en el menor tiempo posible la vacuna, que es hasta ahorita, la mejor garantía de seguridad contra el virus, y una vez protegidos con la vacuna, que es la mayor seguridad para todos, poner en marcha cursos intensivos de regularización con doble turno; es decir, doble horario de clases y obligadamente, doble jornada de trabajo para los maestros, con sus respectivos emolumentos que por ley les correspondan; esas serían las medidas eficaces y perfectamente practicables; pero, ¿por qué no se toman pues, porque su preocupación real no es, ni la salud de los estudiantes, ni el bienestar familiar, ni la regularización de la enseñanza y de los conocimientos que se han dejado de adquirir por la pandemia, que les cayó “como anillo al dedo”, para sus trapacerías políticas, aprovechando el temor y la indefensión material e intelectual de los más desamparados, y así, poder mantenerlos sumisos y agradecidos.
Porque para comprender de modo correcto el problema de la enseñanza y/o del aprendizaje, debe ser analizado como lo que es, en íntima relación y dependencia con la problemática económica y social, dado que la educación al igual que la legislación, la religión, la comunicación, etc. forman parte de la superestructura, y que ésta guarda una relación muy estrecha y en dependencia con la estructura económica, la cual sólo permite hacer modificaciones o adaptaciones en la enseñanza si las leyes de la economía lo consienten.
En la realidad, las necesidades económicas obligan prácticamente a la educación a adaptarse a ellas, puesto que la educación es un mecanismo generado por las necesidades económicas, para su utilidad y al servicio de sus intereses y necesidades.
Así se explica que el retorno presencial a clases haya sido ordenado contra viento y marea (a sabiendas de que al estudiantado y al magisterio en general, se les expone al inminente riesgo de enfermar y/o de morir; y a toda la población se le deja a expensas de un contagio generalizado. Esto y más, como cientos de miles de cadáveres, dejan impávido a nuestro gobierno, por que su prioridad mayor es velar por la reactivación y consolidación de la economía, “llueva, truene o relampaguee”. Esta expresión traducida a un lenguaje que refleje mejor la realidad y la verdad del auténtico sentimiento quiere decir: se contagien, se enfermen o se mueran, la actividad económica debe activarse y crecer aún a costa de miles y miles de vidas humanas; de débiles mujeres desamparadas, jóvenes y niños, o humildes trabajadores, que al fin y al cabo “primero los pobres”, porque pobres es lo que sobra, ahí vendrán más.
De ese pelo es nuestro gobierno.
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