El pasado 6 de junio se realizó la elección intermedia; es decir, se votó por 15 gobernadores y 300 diputados federales de mayoría relativa, así como diputados locales y presidentes municipales en el país. La elección registra como número oficial por el INE: 49,151,320 sufragios; es decir, casi 50 millones de mexicanos votaron
Ante este dato de buena participación ciudadana pareciera que la democracia en México funciona a tal grado que el “pueblo bueno” estuviera bien informado sobre los proyectos o propuestas de los diferentes partidos; y, por ello, lograr tener plena conciencia de lo que representa realmente el acto de cruzar con la crayola a una o un candidato. Este ambiente de bienestar y de participación ciudadana que promulga, a manera de ley, el presidente en todas sus mañaneras nos hace pensar que en el territorio nacional todo camina con el mismo éxito que se leería en algún libro de cuentos infantiles.
Pero la realidad que vivimos es diferente a lo que relatan los animosos comentaristas acerca de la elección, ya que ésta no quedó plasmada en los resultados el verdadero sentir del pueblo mexicano.
Lo que sí existe es una realidad inocultable: un número ingente de necesidades básicas insatisfechas y hambre a causa de la pobreza que se agiganta y cada vez se hace más visible entre la mayoría de nuestros connacionales, todo debido a la injusta distribución de los bienes de nuestra nación.
Según datos del Coneval, en 2018 el número de personas en situación de pobreza eran 52.4 millones de personas y para este 2021 se incrementó este número a 67 millones, es decir 14.6 millones más de mexicanos en situación de pobreza.
Estos datos ya relacionados con la verdad de la elección y quienes vivimos el proceso en “tierra” solo nos deja una conclusión: el pueblo mexicano, incluido el veracruzano, votó con el estómago y no con la cabeza.
En Veracruz vivimos un proceso manchado por la prostitución de la democracia que claramente llevaba la impronta del crimen organizado. Son varios los testigos que aseguran que se realizó un intenso operativo que consistió en la compra de votos; en algunos casos hasta 4 mil pesos a cambio del sufragio, arrebato de credenciales y amenazas en contra de quienes no estuvieran a favor de algunos de los partidos. Sobre todo, el entorpecimiento de las casillas, en donde casualmente, los representantes decidían renunciar en el último momento. Esto provocó la desesperación de los asistentes.
Aunado a una clase política rebasada para denunciar efectivamente estos ilícitos;
Lo que nos espera a muchos veracruzanos ante esta nueva realidad es seguramente más inseguridad, ahora orquestada desde muchas cabeceras municipales, y como ya veníamos viendo, desde el gobierno del estado con la venia del estado mayor.
Morena en esta elección se ha convertido en lo que tanto juró destruir: un partido a disposición de los dominadores y peor aún de un sector que sustenta su labor con la violencia. Por todo lo ya relatado la conclusión a la que se debe llegar es que el único verdadero perdedor en los pasados comicios electorales es el pueblo quien orillado por el hambre no le quedó de otra más que tomar la alternativa política que tuvo el dinero suficiente, en exageración diría yo, para comprar el cargo y por lo tanto hacerse de un negocio redondo.
Los invito a que no dejemos pasar por alto los atropellos que vivimos día con día desde el propio Gobierno del estado y ahora nos convirtamos en verdaderos defensores de lo nuestro; es decir, críticos, observadores y realmente participativos en la vida política de nuestro estado, ¡es eso o convertirnos en un pueblo no solo agachón si no servil de la misma delincuencia que, tarde o temprano, actuara en contra de nosotros y de nuestras familias!
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