MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El verdadero rostro de la OTAN

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Atravesamos un momento determinante en la historia de la humanidad. El proceso que configura la realidad de nuestros días está lleno de contradicciones que auguran una reestructuración geopolítica como no se observaba desde las postrimerías del siglo XIX.

Hay quienes aluden a una “Nueva Guerra Fría” o “Guerra Fría 2.0”, donde la lucha entre dos bloques cada vez más definidos se librará en el terreno de la informática y las nuevas tecnologías. Otros apuntan a una posible Tercera Guerra Mundial que, a diferencia de sus predecesoras, terminará con un cataclismo universal producto de un combate nuclear entre los dos imperios contendientes.

Sin embargo, la mayoría de los analistas nacionales e internacionales, sobre todo aquellos que se difunden en televisión o redes sociales y que hablan más por el peso del bolsillo o por la fuerza del prejuicio, no dudan en vaticinar un cataclismo en el epicentro del conflicto, en este caso Rusia, que, encabezado por la OTAN y sus aliados en Oriente, someta al impertinente, sanguinario y monstruoso gobierno de Vladimir Putin y regrese la estabilidad que ahora tiene a medio Occidente al borde del asiento.

No sabemos a ciencia cierta cuál será el futuro del conflicto, al menos poco podríamos agregar a las interpretaciones que aluden a su forma. Sin embargo, hay mucho que decir, sobre todo para desmentir la andanada de mentiras que circulan por todos los medios, sobre el contenido del momento histórico en el que nos encontramos. No es el lugar para esclarecer el concepto, pero debe quedar claro que estamos muy lejos de una guerra entre imperios; en este momento, como desde hace décadas, sólo ha existido un imperialismo y su declive no exige ni hace necesario, como muchos pretenden, el ascenso de uno nuevo. La base de este imperio o, si se quiere, su brazo ejecutor, es, desde su nacimiento en 1949, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Si queremos situarnos en la realidad concreta habrá que ojear un poco sobre el pasado. A mediados del siglo XX y como respuesta al avance ideológico de la Unión Soviética, surgió, encabezada por EU, la OTAN. Sus objetivos fueron claros desde el principio y la alianza, sobre todo en Europa, ratificó el fundamento de esta organización: detener el avance del comunismo por todos los medios posibles. Como respuesta a esta alianza surgió en 1955 el Pacto de Varsovia, que aglutinó a algunos de los países ideológicamente afines a la Unión Soviética. Sin embargo, y como todos saben ya, la desintegración de la URSS implicó un cambio de paradigma. Aparentemente la OTAN sin su contradicción perdía su razón de ser. Algunos ingenuamente la pretendieron innecesaria, pero la rabia con la que Estados Unidos defendió su existencia demostraba que la contradicción no había desaparecido, simplemente había cambiado de forma.

El objetivo del imperialismo era imponer un sistema que la crisis y la guerra habían mostrado improcedente y, para ello no dudó en propagar el fascismo al que individualizó y nacionalizó, pero cuya existencia respondía a la decadencia del capitalismo. A diferencia de la forma ideológica dada al fascismo en Europa y América, para Rusia y parte de Asia tiene otro significado: «En este lado del continente, si nos preguntas por el nazi-fascismo –escribe Hasel París– diremos que era sobre todo una fuerza anti-liberal, contraria a la democracia, enemiga del parlamentarismo. En el lado ruso, sin embargo, se sabe que era principalmente una fuerza virulentamente antimarxista, anti-comunista [...] Es más, ni los italianos ni los germanos son al entender de Moscú, el pueblo creador del nazi-fascismo, sino que lo son los anglosajones. Los anglosajones hacen irrumpir en la Historia el colonialismo exterminista, los campos de concentración, la eugenesia y el racismo biológico, la guerra relámpago y la modernidad industrial. Y esos mismos anglo-americanos son hoy los padres de la OTAN».

Así pues, la OTAN fue la continuación necesaria de una política de exterminio comunista. Su esencia radica en la necesidad del imperialismo yanqui de detener al único enemigo capaz, no sólo de sustituir al sistema actual, sino de superarlo históricamente. «La doctrina de la OTAN –escribe Javier Couso– desde su fundación hasta la implosión de la Unión Soviética, pasa por convertir y mantener a Europa Occidental como cabeza de puente de la proyección militar estadounidense para la contención y derrota del enemigo antagónico que es la URSS. Para ello, se despliega un amplio emplazamiento de bases militares, tropas, vectores nucleares tácticos y de teatro en las principales naciones que bordeaban en aquellos momentos los límites de la organización militar que emerge tras la irrupción de la OTAN, el Pacto de Varsovia».

A partir de la Cumbre de Lisboa en 2010, la OTAN modifica su estrategia intervencionista, en gran medida como efecto de los estrepitosos fracasos en oriente medio, y comienza la persecución y el acecho de un enemigo al que nunca dieron por muerto pero que tampoco esperaban ver renacer con tanta vitalidad. El fantasma soviético se volvía una realidad en Rusia y la modificación de la táctica tuvo, como desde la publicación del Plan Marshall, la aprobación casi incondicional y en algunos países hasta lacayuna, de los aliados europeos. “Hasta la Cumbre de Lisboa en 2010, –continúa Couso– que supone la construcción de una nueva OTAN con aspiración totalmente global, asistimos a una serie de adhesiones que van delimitando un espacio que se acerca paulatinamente a los contornos geográficos rusos: En 1999 se incorporan Polonia, República Checa y Hungría. En 2004, Estonia, Letonia, Lituania, Bulgaria, Rumania y Eslovaquia [...] Con la incorporación de Crimea a la Federación Rusa, la OTAN declara ya en la Cumbre de Gales de 2014 a Rusia como un peligro crucial y por medio de la RAP (Plan de Acción de Preparación) realiza el mayor cambio de postura de la Alianza desde el final de la Guerra Fría.”

La nueva táctica, consistente en cercar y delimitar los movimientos del enemigo emplazando en cada una de sus fronteras bases militares apuntando a suelo ruso, obligó al presidente Vladimir Putin a tomar medidas inmediatas. Con la amenaza de incorporar a Ucrania a la OTAN, lo que significaría para los rusos vivir con un cañón de fusil apuntando permanentemente a la sien, Putin advirtió, antes del estallido de la conflagración, la irracionalidad de dicha política: «¿Estamos poniendo misiles junto a las fronteras de Estados Unidos? Es Estados Unidos con sus misiles el que ha venido a nuestra casa. Están en nuestra puerta. ¿Es una exigencia excesiva no poner más sistemas de ataque cerca de nuestra casa?». La respuesta de Rusia no fue solo natural, sino necesaria. El acecho y el acoso por parte de EU y la OTAN iba más allá de una provocación; querían la reacción, necesitaban que respondiera Putin para tener un pretexto, una justificación que enmascarara, una vez iniciado el conflicto, las verdaderas intenciones de esta organización criminal. Politólogos de la talla de Noam Chomsky aluden todavía al “error estratégico” del presidente ruso al caer en la provocación norteamericana. Sin embargo, ¿le quedaba a Rusia otra salida?

Finalmente, la Cumbre de Madrid, celebrada en junio de 2022, definiría de manera más clara y sin ambages la nueva política de la OTAN. El acoso y la persecución dejarían de ser intenciones embozadas para declararse abiertamente. El objetivo de la OTAN, que no había cambiado radicalmente desde sus inicios, era defender el sistema encabezado por EE. UU. Las evidencias de su putrefacción nada podrían hacer para cambiar la estrategia, y las potencias europeas se sometieron sin apenas reclamar. Sin embargo, un último y ya anunciado cambio haría más preocupante este “movimiento táctico”. Rusia no era ya la única amenaza; ahora se incorporaba oficialmente China. En el “Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN” de 2022, ambas naciones son consideradas un «desafío sistémico».

El mundo unipolar se acerca a su fin; la organización criminal más grande de la época moderna así lo entiende y ha comenzado a estrechar el cerco frente a las potencias emergentes. Europa tendrá que decidir si someterse y sacrificar la relativa estabilidad con la que cuenta o, tal y como lo han hecho Francia y Alemania, acercarse por las sombras y clandestinamente a solicitar el apoyo de Rusia y China, a espaldas del imperio norteamericano.

La balanza sigue en movimiento, pero, si de algo ha de servir este acercamiento a la estructura y funcionamiento de la OTAN, sea para entender que queda mucho todavía por ver y recorrer en un momento histórico que definirá el futuro de millones de personas en el orbe y para el que, más allá de lo aparente, se observa en lontananza una esperanza de cambio para la humanidad entera.

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