Nuestro país, que en apariencia es democrático, en realidad es profundamente antidemocrático; al ver el actuar de los partidos políticos y los grupos de poder se puede constatar quiénes manejan los hilos del país, en donde no se elige por mayoría sino por imposición. Las elecciones no son democráticas, primero por la manera tan desmedida en que cada partido recibe financiamiento y, segundo, porque realmente ninguno de los partidos significa una auténtica opción que beneficie a los ciudadanos. Los partidos actuales están coludidos con una mafia política que impide que los intereses del pueblo sean tomados en cuenta, o al menos es lo que hemos visto en nuestra sociedad mexicana, la gente no es prioridad, su voto sí, pero sólo sirve el día de la elección.
México se encuentra clasificado, según esto, en una república democrática, pero tampoco lo de “república” le sienta bien, funciona más bien como un reinado que cada seis años cambia de monarca, y en el caso de los gobernadores y presidentes municipales cada tres años. La gente no elige verdaderamente a sus gobernantes, los de arriba designan a quién ponernos en sus elecciones para que solo vayamos a sellar la boleta, pero las propuestas vienen de arriba, no del pueblo y, cuando sucede lo contrario, se les tambalean sus intereses y buscan imponer.
En el mejor de los casos lo que existe es una pseudodemocracia; es decir, algo similar a la democracia, pero que en el fondo no lo es, pues la pseudodemocracia es, por mucho, más cara que la democracia, de ahí que el sistema político mexicano sea de los más costosos e ineficientes, pudiera decir que de todo el mundo. Aquí se confunde la lucha por el poder con la democracia. Se busca el poder por el poder, no para el bien común, social, objetivo principal de una verdadera democracia. Hay tantas contradicciones y absurdos en nuestro país, que espero que cuando los mexicanos de verdad reaccionemos no sea demasiado tarde, y aún haya esperanzas.
Los políticos mexicanos que viven de los puestos públicos tienen muchos privilegios que los demás no gozan, están ausentes de la realidad de los mexicanos, solamente se acuerdan de ellos para que validen sus elecciones, elecciones que ya vienen manchadas muchas veces con el poder del estado. También estos “distinguidos” viven de los impuestos que les aumentan a las grandes masas trabajadoras, y no sólo para mantener sus privilegios, sino para seguirlos aumentando. Viven holgadamente, insensibles a las problemáticas de nuestro país y de su gente.
También está la otra cara de la moneda, un pueblo que acepta sin protestar a esa clase política, la aceptan hasta los grados de ignominia e indignidad, esperando recibir favores, dádivas, programas supuestamente sociales, y todo tipo de limosna que estén dispuestos a darles las autoridades de gobierno para que estén apacibles; logran que el pueblo mexicano esté dispuesto a agradecer algo que ellos mismos producen, la riqueza que ellos logran a base del fruto de su trabajo, convertido en impuestos. Pero todo lo que existe es constante y a la vez cíclico. Cuando una fuerza domina, luego se sustituye por su fuerza opuesta, y la fuerza opuesta aquí es el pueblo educado en Antorcha y la consecuencia de ser una oposición educada es la afrenta del enemigo, que se encuentra dentro de la estructura en lo alto haciendo y deshaciendo leyes.
Existe un vacío legal para los que luchan por causas nobles, ellos sufren injusticias o arbitrariedades por parte del estado y los gobernantes, que no sólo no resuelven las problemáticas, al contrario, para someterlos utilizan todo el aparato del estado, no hay leyes que ofrezcan garantías a aquellos que más menciones logren en las boletas o a los verdaderos líderes elegidos por su pueblo, claro ejemplo como lo ocurrido en Huitzilan de Serdán y Ocoyucan. En Puebla no hay interés ni objetivo de legislar en materia en que se garanticen los derechos de los ciudadanos para votar y ser votados.
Nuestro país ni es democrático ni es representativo, estamos muy lejos de ello, aquí solamente están representados los intereses de los peores políticos, grandes empresarios y el poder del Estado que debajo del agua arma y desarma, pero el pueblo no es escuchado ni representado, el pueblo, si no se organiza estará olvidado para siempre. Para muestra va lo acontecido en el estado de Puebla, bajo el gobierno del simio morenista Miguel Barbosa Huerta nombrado como el “góber” disruptivo, que es el que interviene de una forma abrupta para desordenar o alterar una situación.
En el triunfo de las elecciones pasadas del 6 de junio, el antorchismo ganó en Ocoyucan, con 5,830 votos contra 4,118 votos con la una clara diferencia de 1,642 votos y en Huitzilan de Serdán en donde se ganó la elección con 3,611 votos contra 2,689 votos, con una diferencia de 922 votos por encima de partido de Morena, nos encontramos que fuera de tiempo y con pruebas de dudosa procedencia los resultados fueron impugnados, bajo el resguardo del IEE de Puebla y el gobernador. El estado opresor hace presencia, en estas impugnaciones, pero no lo vamos a dejar.
El gobierno de Morena en Puebla, dirigido por Miguel Barbosa, debe respetar la ley y la voluntad de los ciudadanos, que en los casos de Ocoyucan y de Huitzilan ya decidieron a través de su voto, quién quieren que los gobierne y los represente; de no hacerlo así, se está deslegitimando él mismo y está propiciando con su ejemplo una falta de respeto generalizada, atropellando la democracia. Los antorchistas de todo el país exigimos respeto total a la ley y a la voluntad del pueblo, e invitamos a todos a que nos sumemos a ejercer este derecho, e incluso obligación, que debe tomar en sus manos un pueblo digno y valeroso, como es el nuestro.
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