Para los mexicanos, este 2024 es un año decisivo en el rumbo del país pues, luego de seis largos años, nuevamente nos enfrentamos a una temporada electoral en la que se cambiarán a los representantes de los distintos niveles de Gobierno y los mexicanos decidiremos quién será la próxima persona que ocupe la silla presidencial.
Dicho esto, debemos recordar que estamos a poco menos de un mes para que se lleven a cabo las votaciones, pero es por esta razón que los mexicanos debemos analizar detenidamente nuestra elección.
En estas elecciones, el problema de la compra de votos se ha hecho más visible, a tal punto que las personas se mofan de eso, pero no son capaces de ver el problema de raíz.
Si bien es cierto que las opciones que tenemos en este periodo no son las mejores, es importante, al igual que en todos los comicios, analizar detalladamente las opciones que se nos presentan, y pese a que en distintas ocasiones nos hemos visto obligados a optar no por el mejor candidato, sino por el menos peor, la importancia de darle el mejor uso a nuestro derecho a la elección sigue siendo la misma.
Debemos tomar conciencia del importante papel que, como ciudadanos, jugamos en los comicios, pues sobre nuestros hombros recae la responsabilidad de elegir a nuestras próximas autoridades y muchas veces, las personas no reparan en lo que esto significa para el país.
A manera de burla, la población suele hacer comentarios acerca de la posibilidad de intercambiar su voto por algún beneficio individual, ya sean despensas, dinero en efectivo o algún servicio que, de una u otra forma, les sea útil y que les ayude a cubrir alguna necesidad de manera temporal. Sin embargo, después de haber cedido su derecho a decidir, ¿qué les queda a los votantes?
Anteriormente, este tema no era tan sonado entre las personas, pues era una práctica que se hacía por debajo de la mesa y, sobre todo, con las personas cuyo acceso a la información sobre sus derechos electorales era bastante bajo o, en su caso, nulo.
Actualmente, se podría pensar que, con la información a nuestro alcance que nos facilita el uso de internet y las distintas herramientas de comunicación, este problema ya no es tan recurrente, sin embargo, esto no sucede así, sino que este tema se ha normalizado a tal punto que las elecciones son vistas como si de un negocio se tratase.
En las elecciones más recientes, el problema de la compra de votos se ha hecho más visible, a tal punto que las personas se mofan de eso, pero no son capaces de ver el problema de raíz, el oscuro trasfondo de la situación.
Según cálculos del Coneval, en 2018 había 8.7 millones de habitantes en pobreza extrema, mientras que para 2022 la cifra aumentó a 9.1 millones, lo que convierte a este porcentaje en el mejor mercado para comprar votos, aprovechándose de la necesidad de las personas.
Muchos podrán decir ¿qué más da si con ello puedo obtener a cambio unos pesitos extra? o si tengo hambre, ¿no tengo el derecho de buscar a manera de obtener una forma de alimentarme a mí y a mi familia, aunque sea por un momento? ¿Es que acaso el pueblo es malo por esto?
No, el pueblo no es malo, sino más bien víctima de un avanzado sistema estratégico orquestado por una minoría en el poder que busca mantenerse ahí para seguir engordando las repletas billeteras a costa de los más desprotegidos y qué mejor manera que haciendo uso de las necesidades a las que el pueblo se enfrenta día a día para manipular su conciencia a su beneficio.
El fenómeno de la compra de votos opera bajo un mecanismo de reciprocidad, y esto no es algo nuevo de acuerdo con el principio de reciprocidad que plantea el psicólogo Robert Cialdini.
Según el psicólogo, las relaciones humanas tienden a la reciprocidad, como una manera de mantener el equilibrio y no sentirse en deuda, y esto lo vemos aplicado, por ejemplo, con los apoyos sociales, situación que el Gobierno en curso ha sabido aprovechar para comprar la simpatía de las personas.
Esta situación surte efectos temporales pues, en el momento en que los votantes dejan de recibir el beneficio brindado, o llega otra oferta mayormente atractiva que ayude a dar mayor cobertura a alguna necesidad que se tenga en ese momento, y esto sucede precisamente porque la ciudadanía carece de verdadera consciencia que les permita darse cuenta de la importancia que tiene su derecho a decidir de manera libre.
Si observamos esta situación desde el sentido legal, es necesario remitirnos a la fracción I del artículo 35º constitucional que establece el derecho de la ciudadanía a votar en las elecciones populares, es decir, el derecho a votar va mucho más allá de participar marcando una hoja de papel con el nombre de algún candidato.
Tal acto conlleva una serie de procesos que se tuvieron que realizar para lograr que, en la actualidad, el pueblo pueda participar en la situación política de su país.
Sin embargo, además de ser un derecho, el voto es una de las obligaciones que como ciudadanos tenemos, y que la constitución establece en el párrafo III del artículo 36º.
Es por esto que el Movimiento Antorchista, en reiteradas ocasiones, ha hecho el llamado a la población al estudio para tomar conciencia del papel tan importante que juegan en el proceso electoral, y no dejarse comprar por los políticos hambrientos de poder.
Debemos tener en cuenta que los recursos que se utilizan para las campañas y la compra de votos no es dinero de los partidos políticos, sino del presupuesto, que es resultado de los impuestos que los mexicanos pagan, es decir, es dinero del pueblo, y por lo tanto no debería ser utilizado para lucrar con él.
Analicemos nuestro voto en estos comicios de 2024, y no nos dejemos engañar, y a este punto debemos recordar al lector la famosa frase de Carlos Gaviria Díaz: “El que paga para llegar, llega para robar”. ¿Realmente queremos esto para nuestro país? Porque yo no lo creo.
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