MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

ENSAYO | Precios sistemáticamente importantes y la inflación de los vendedores (I/II)

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Introducción

El último episodio global de inflación, que inició en 2021 y que llegó a su máximo a mediados de 2022, parece perder fuerza, aunque no desaparece. Más importante todavía: las condiciones que le dieron origen siguen presentes, y cada vez es más claro que es cuestión de tiempo para que se vuelvan a manifestar con igual o mayor fuerza. Pero, ¿qué hemos aprendido acerca de las causas de la inflación y, por lo tanto, de la forma de combatirla?

El objetivo de este par de artículos es presentar una explicación sencilla sobre los últimos avances en el estudio económico crítico de la inflación, en particular, presentar un nuevo marco teórico que ha ganado popularidad recientemente: los precios sistémicamente significativos, y la inflación de los vendedores.

Precios sistémicamente significativos

La idea central es relativamente sencilla y quizás resultará obvia para muchos: dentro de las diversas actividades que constituyen la economía de un país y la economía global, hay algunas que importan mucho más que otras para la estabilidad de los precios.

A pesar de sonar tan intuitivo, esa no es la idea dominante en economía sobre la inflación. Por el contrario, se suele asumir que la inflación es siempre un fenómeno exclusivamente macroeconómico, es decir independiente de lo que pasa con los precios de cualesquiera mercancías particulares. Milton Friedman, el mayor representante del monetarismo, lo explica de la siguiente forma.

Todo mundo se suele preocupar por el precio de la comida y la energía; la gente teme que aumentos bruscos en los precios de esos bienes terminen generando el aumento del resto de precios en la economía. De acuerdo con Friedman, esta es una preocupación sin razón de ser. El afirma que, si aumenta el precio de la comida y el ingreso de la población permanece constante, entonces la gente tendrá que gastar menos en comida (y probablemente aumentar su consumo de otros bienes). Esta sustitución en el consumo generaría, pues, que caiga el precio de la comida. En el caso de la energía, las empresas que la utilizan como insumo para la producción buscarían la forma de sustituirla por insumos alternativos. Una vez más, esta sustitución en la producción provocaría que el precio de la energía se estabilice. Así, el funcionamiento del libre mercado corregiría estos choques al nivel micro.

Por lo tanto, la inflación sólo podría suceder cuando, a nivel agregado o macro, “hay mucho dinero persiguiendo pocos bienes”. La inflación sería, pues, la respuesta automática por medio de la cual se trata de cerrar esa brecha entre demanda total de bienes y oferta final de bienes. Hay muchas sutilezas y desarrollos adicionales en esta historia, pero la implicación de política es siempre la misma: que hay que reducir la cantidad de dinero en la economía para reducir la demanda total de bienes y servicios y, de esa forma, contener a la inflación. Detrás de estos términos económicos, se esconde algo mucho más simple: aumentar el desempleo y, de esa forma, reducir aún más cualquier posibilidad de negociación que en el terreno económico pudiera tener la clase trabajadora, buscando, de esa forma, que disminuye la demanda total de bienes y servicios y, con ella, la inflación.

Ahora bien, esta última historia depende de que la crítica de Friedman sea correcta. Pero, como el lector probablemente haya reflexionado, resulta que, en la vida real, no es tan sencillo reducir el consumo de energía para la producción, o de alimentos en el consumo. En la medida en que esa sustitución no es posible, un aumento en los precios de estos bienes puede tener efectos que se extiendan a la economía en su conjunto. Finalmente, mientras más importantes sean estos bienes para la estabilidad en los precios de un país, mayor será su potencial para desencadenar inflación.

¿Pero, de qué depende esa importancia y cuáles son esos bienes? El artículo “Inflación en la época de emergencias superpuestas: precios sistemáticamente significativos desde una perspectiva insumo-producto” (Weber et al., 2024) trata de responder esta pregunta para el caso de Estados Unidos.

El primer punto que señalan los autores es que la importancia de un bien o servicio para la estabilidad monetaria de una economía depende de los siguientes tres factores:

1. Qué tan volátil es el precio de ese bien (con qué frecuencia y en qué magnitud sube o baja)

2. Qué tan importante es para el consumo de los hogares

3. Qué tan importante es como medio de producción para otras actividades económicas

Así, un bien o servicio cuyo precio cambia drásticamente, que representa una parte sustancial del consumo de los hogares, y que se utiliza intensivamente como insumo para otras actividades económicas, será mucho más relevante para la inflación que un bien o servicio que no cumple estas características.

El ejemplo más común de un bien con esas características es, como lo tenía claro Milton Friedman, la gasolina. Primero, su precio está sujeto al precio del petróleo, que es uno de los más volátiles en el mundo. Segundo, los hogares gastan una parte importante de su ingreso en llenar los tanques de sus vehículos. Tercero, la gasolina es necesaria directa e indirectamente para producir y transportar todos los bienes que necesitamos.

Contrastemos en estas dimensiones a la gasolina con la mercancía “joyas”. Primero, los hogares no gastan mucho en joyería (salvo un puñado de familias ricas, quizás). Segundo, las joyas no se utilizan como insumos para la producción de ningún otro bien. De estos dos ejemplos extremos surge una idea bastante evidente: que, si el objetivo es controlar la inflación, es más importante tratar de estabilizar y controlar el precio de la gasolina que el de las joyas.

Ahora bien, la gasolina no es el único bien con esas características. Si fuera posible identificar a otros bienes y servicios con esas características, entonces sería igualmente posible diseñar estrategias más efectivas para intentar controlar la inflación. Los autores encuentran que, para el caso de Estados Unidos, como se podría esperar, un puñado de sectores económicos tienen (y tuvieron en el último episodio inflacionario) un potencial particularmente elevado para generar inflación.

Estos sectores, que se pueden clasificar en cuatro grandes grupos, son los siguientes:

(I) Energía, constituido por (1) Extracción de petróleo y gas, (2) Productos de petróleo y carbón, y (3) Servicios básicos, que incluye la provisión de energía eléctrica a hogares y empresas

(II) Insumos básicos además de la energía: este grupo está constituido por (4) la industria química

(II) Necesidades básicas, formado por (5) Agricultura, (6) Producción de alimentos y bebidas y (7) Vivienda

(IV) Infraestructura comercial: constituido únicamente por (8) El comercio al por mayor

Todos estos sectores cuentan con alguna o todas las características que definen a una industria como sistémicamente significativa. Más aún, tanto en el episodio de inflación provocado por el fin del confinamiento por la pandemia, como en la crisis de la energía que siguió al inicio de la operación especial en Ucrania, estos sectores experimentaron aumentos importantes en sus precios, siendo la causa fundamental del último proceso de inflación. Diseñar políticas que eviten el alza de los precios en estos sectores puede contribuir sustancialmente a la contención de la inflación, sin necesidad de implementar otras políticas que, a través del aumento del desempleo, hacen que las personas trabajadoras paguen los platos rotos del combate a la inflación.

Sin embargo, hasta ahora solo hemos argumentado que aumentos súbitos, o choques en los precios de estos bienes pueden generar inflación: pero ¿cómo, específicamente, estos choques se propagan de un sector particular, al resto de la economía? E, igual de importante, ¿cómo impacta esto a las distintas clases sociales de la sociedad capitalista? Ambas preguntas las abordaremos en la segunda parte.

Jesús Lara es economista por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias
Isabella M Weber, Jesus Lara Jauregui, Lucas Teixeira, Luiza Nassif Pires, Inflation in times of overlapping emergencies: Systemically significant prices from an input–output perspective, Industrial and Corporate Change, 2024; dtad080, https://doi.org/10.1093/icc/dtad080

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