Es época de clausuras de cursos escolares y graduaciones de generaciones tan estudiosas como entusiastas que habrán de incorporarse al ámbito laboral en cualquiera de los campos productivos y aportarán su granito de arena para impulsar el desarrollo y engrandecimiento de la nación mexicana.
Es tiempo de alegría, pero también, desde mi punto de vista, de profunda reflexión y preocupación genuina para poder, con el trabajo y tesón requeridos, llevar un gran cúmulo de todo tipo de conocimientos y perfeccionamientos tecnológicos directamente a la población, de tal manera que esta haga, en la medida de lo posible, que su vida mejore, procurando siempre alcanzar un nivel decoroso y mínimamente humano, más allá de la mera subsistencia famélica de cuerpo y espíritu para todos, todos los mexicanos, sin excepción.
Estudiar para transformar; transformar la realidad con base en conocimientos científicos profundos, haciendo que la teoría cobre vida en las acciones.
Creo que debe ser así porque el pueblo, los trabajadores directos que transforman la naturaleza con sus manos para la producción de mercancías volviéndolas cosas útiles para satisfacer necesidades humanas, al tiempo que las dotan de su valor intrínseco, es decir, valorizándolas, sin importar la actividad o rama a la que se dediquen, contribuyen a la educación de todos los estudiantes al hacer posible el funcionamiento de la sociedad entera con su trabajo. Además, impulsan con el pago de sus impuestos de manera directa la educación de los que pueden acceder a ella.
Por eso, en reciprocidad y justo pago, debieran recibir ellos, los maltratados por el sistema económico actual, como si de fértil lluvia se tratara, los conocimientos, la orientación necesaria para cambiar de suerte, por parte de los que hoy egresan de las aulas escolares sin importar su especialidad.
Ya que es relativamente fácil reconocer con palabras encomiásticas el importante papel que la sociedad juega en general en carrera académica de la juventud que se prepara para la vida productiva, lo difícil, pero verdaderamente útil, es concretarlas en acciones, en hechos contantes y sonantes que mejoren sustancialmente las condiciones de pobreza e injusticias en que se debaten las inmensas mayorías del país.
La conciencia del deber, sintetizada en palabras de Martí, al señalar que todo hombre, al venir a la Tierra, tiene el derecho de ser educado, pero en consecuencia la obligación de educar a los demás; debe acompañar cada acto, cada acción, cada propósito de las nuevas generaciones de nuevos profesionistas, sin que se sientan jamás constreñidas a su puro campo de estudio, sino hacerlo extensivo a todos los ámbitos del saber humano y a todas las capas sociales, en aras de construir una sociedad nueva y mejor organizada donde no haya diferencia de clases sociales, y el hombre vuelva a ser hermano del hombre, como en la edad dorada de la humanidad.
Estudiar para transformar; transformar la realidad con base en conocimientos científicos profundos, haciendo que la teoría cobre vida en las acciones, y que la práctica se sintetice en principios generales mediante una teoría perfeccionada, para que la sociedad, la humanidad entera avance tanto en lo material como “espiritualmente”.
Asimismo, no se debe olvidar jamás que el ser humano es un ser natural que evoluciona en ese sentido, pero es también y sobre todo, un ser social, que en cuanto a tal, sólo existe y puede existir como parte de la sociedad, y que está, como todo fenómeno, también sujeta a leyes de su desarrollo y que, conocidas, pueden ser utilizadas en su provecho para alcanzar sus propósitos y metas de mejor manera, más rápido y seguro. Juventudes entusiastas, les toca la palabra.
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