Gaviota, gaviota
Que a la playa llegas con el ala rota
por una saeta
y te quedas quieta
junto a las arenas que la mar azota.
Gaviota
el mar no te asuste cuando se alborota,
espera las brisas que anuncian bonanza
gaviota…¡descansa!
No importa que vengas mortalmente herida;
yo, con mis cuidados, te daré la vida,
y si está de savia tu organismo falto,
dándote mi sangre volarás más alto;
ven a mi bohío
y tendrás tu lecho junto al lecho mío:
colgaré a tu cuello perlas en sartales,
te daré cintillos hechos de corales,
abriré a tu vista todos mis joyeles
y mis obres viejos que rebosan mieles,
y mis abanicos, algas submarinas,
y mis caracolas y mis conchas finas,
y oirás cómo cantan engaños de amores
mis aves pintadas de gayos colores;
y verás mis garzas cómo coquetean
para que las vean
los cisnes reales
en la linfa clara de mis manantiales.
Gaviota, gaviota
que a la playa llegas con el ala rota,
ven a mi bohío
y tendrás tu lecho junto al lecho mío,
y si está de savia tu organismo falto,
dándote mi sangre volarás más alto,
viértela en tus venas, gota tras de gota,
gaviota, gaviota…
Tal dijo, clemente la hurí marinera,
desde la ribera
viendo a la gaviota caer una tarde,
abatida, es cierto, pero no cobarde.
¡Oh, qué tarde aquella de tifón airado,
en que el mar corría como desbocado potro furibundo
cual si pretendiera sepultar al mundo
entre la bocana! ¡Cómo en la bahía, cómo el mar corría
sobre los peñones! ¡Ladraban los vientos
cual perros hambrientos…!
La pobre gaviota no respondió nada,
pero su mirada pidió condolida.
Luchó con denuedo.
Y la hurí piadosa le salvó la vida…
La gaviota triste reanudó su vuelo.
-Hurí marinera
que me diste vida, dejo tu ribera;
las olas no aplacan sus recios embates
y sobre sus crestas iré a los combates;
aún silban los vientos,
serán mis pegasos, locos y violentos.
Hurí marinera,
en el horizonte la gloria me espera.
¡Adiós al bohío
que miró tu llanto correr con el mío!
¡Adiós tus corales,
y tus perlas blancas puestas en sartales;
y tus mil joyeles,
y tus ricas mieles,
y tus abanicos,
y tus aves raras, con plumas y picos
de gayos colores,
y todas tus flores,
y tus garzas locas que se pavonean
para que las vean
los cisnes reales
en la linfa clara de tus manantiales!
¡Adiós! No me olvides.
¡Valor tu recuerdo me dará en las lides
y en mi pensamiento serás la primera,
hurí marinera.
Dijo la gaviota, y en pausado vuelo
se elevó del suelo,
casi con donaire,
ganando los altos dominios del aire.
Pues de la ribera
oyó que gritaba la hurí marinera
“¡Gaviota, gaviota,
vuelve cuando tengas algún ala rota!”