MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Graduaciones escolares: duro el presente, negro el futuro

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La puesta en funcionamiento del Tren maya, ha sido catalogada por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, como obra de seguridad nacional. Nunca se consideró la defensa de la población ante el ataque de un virus que ha causado la peor pandemia en un siglo, nunca la construcción y puesta en marcha de más y mejores hospitales y, tampoco, nunca fue considerada en esta administración como política de seguridad nacional, mejorar la educación de niños y jóvenes, es decir, el blindaje del progreso del pensamiento nacional para los próximos 40 o 50 años. Se consideró, en cambio, como asunto de seguridad nacional, la conclusión de un tren turístico para pasear a los extranjeros adinerados que llegan a la zona de la Riviera maya.

Mientras esto está sucediendo, he tenido el privilegio de haber sido invitado a varias ceremonias de graduación por el fin del ciclo escolar. Muy generosamente, los estudiantes, los padres de familia y los maestros, han querido compartir con quien esto escribe, los ratos de felicidad que ocasiona en todos ellos la culminación exitosa de una etapa del ciclo educativo. Estoy agradecido. Pero también estoy convencido de que no sólo es indispensable que el Estado se ocupe, preocupe y gaste en impartir a los niños y jóvenes una educación de excelencia si se piensa en que sea útil para ellos, para su familia y para su país, sino que es urgente, inaplazable, financiar y acometer programas y procedimientos que los saquen del deterioro catastrófico en el que los han hundido dos años de pandemia y, llámesele como se le quiera llamar, de abandono de las aulas y del proceso educativo. 

Profesores y profesoras preocupados y sensibles me han compartido consternados sus observaciones y diagnósticos ahora que se ha intentado volver a la normalidad. Los maestros de la primaria tratan ahora con niños y niñas cuyos padres, abrumados por problemas económicos o pérdida de empleo, muestran poco interés por las criaturas o los han abandonado, tienen que tratar con niños a los que la desintegración familiar ha dañado severamente el ánimo y, a su corta edad, hay muchos niños deprimidos; los estudiantes presentan rezago en los aprendizajes fundamentales como lectura, escritura y operaciones básicas e, incluso, no saben cómo integrarse a las actividades para el trabajo en equipo. Ahora, como consecuencia de tantos meses de confinamiento e inactividad, hay más niños obesos y, por tanto, propensos a otros padecimientos más delicados y presentan problemas para relacionarse con sus compañeros.

Los niños que pudieron trabajar de manera virtual, desarrollaron mayor dependencia al uso de aparatos electrónicos y algunos hasta tienen problemas visuales. No pocos, presentan problemas psicomotrices, contrario a la movilidad incesante de los niños, son más sedentarios y más torpes. Se les observan dificultades coordinativas y espacio-temporales para seguir patrones y formaciones; hay niños, me dijo un maestro, que no distinguen el lado derecho y el lado izquierdo y el adelante y el atrás. Es más, los niños manifiestan temores a actividades donde hay contacto físico o donde se requiere un móvil, un objeto, para llevarlas a cabo y, difícil de creer, hasta tienen dificultades para el juego y la recreación. Triste, muy triste. Esta es ya la generación de la pandemia y la secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, no asigna un solo centavo para el urgente rescate, sino que dice cumplir con su función, disponiendo que no se contabilicen las faltas a clase ni se repruebe a ningún educando.

Hubo, en esas graduaciones a las que me refiero, justificadas manifestaciones de agradecimiento al esfuerzo de los maestros y al de los padres de familia que, ahora sí, muchos de ellos, deben haberse quitado el pan de la boca para dar a sus hijos para el transporte y para una humilde sopa en vaso de cartón; hubo, también, alegría y buenos deseos para el futuro de los jóvenes que se graduaban. Que les vaya bien, que sigan avanzando en la escala educativa, que terminen una carrera profesional y hasta una Maestría y un Doctorado, que sean alguien en la vida. Pero, si fue difícil terminar la primaria o la secundaria o la preparatoria, según el caso, todo indica que será más difícil todavía concluir el siguiente nivel educativo.

En este 2022, el año de la reanudación de clases presenciales, el gasto educativo será el más bajo de los últimos 12 años, se dedicarán 883 mil 920 millones de pesos, el 3.1% del PIB, según cifras del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), el presupuesto más bajo desde 2010. Aumenta, en cambio, la cantidad de mexicanos que abandonan sus estudios y deciden marcharse al extranjero y venderse como mano de obra diligente y barata a los patrones norteamericanos. Los mexicanos interceptados por la patrulla fronteriza, fueron en 2019: 237 mil 78; en 2020: 297 mil 711; en 2021: 655 mil 594 y en 2022, que todavía no concluye, 627 mil 764. ¿Cuántos de los muchachos que se graduaron apenas, ya están consiguiendo los 8 mil dólares (o más) que se requieren para terminar su vida trabajando en Estados Unidos? México ya es el tercer mayor receptor de remesas en el mundo.

Los datos estadísticos que describen el negro futuro de los niños y los jóvenes, son muchos y muy variados. Comparto solamente tres estremecedoras noticias, todas del mismo día. Uno. “Rosa Martha Covarrubias, directora de la Unidad Académica de Medicina Humana y Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), informó que por el momento no hay pasantes realizando su servicio social en comunidades ni en la Sierra de Valparaíso, al no existir condiciones de seguridad en esa localidad”. (El Sol de México, 19 de julio). Dos. “Decenas de estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Chihuahua marcharon este martes para demandar la eliminación del servicio social en plazas de alto riesgo para los pasantes, principalmente en la Sierra Tarahumara”. (REFORMA, 19 julio). Tres. “El Gobierno de Durango informó que se canceló temporalmente la pasantía que médicos realizan en clínicas que se encuentran en zonas rurales y de violencia, luego que el 15 de julio fue asesinado el pasante Eric Andrade Ramírez”. (REFORMA, 19 julio).

Esta impactante realidad es, a no dudarlo, una de las explicaciones de la vida, y la muerte, de nuestros muchachos. “Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2020 hubo siete mil 896 suicidios en México, 700 más con respecto a 2019 y mil más que en 2018, dice Laura Barrientos Nicolás, médico psiquiatra y académica de la Facultad de Medicina (FM). Otro dato lamentable, agrega Barrientos Nicolás, es que el suicidio fue más frecuente en jóvenes de entre 14 y 29 años de edad. De siete mil 896 personas que cometieron suicidio, dos mil 293 tenían de 20 a 29 años de edad y mil 260 eran adolescentes de 10 a 19 años. Sumados (tres mil 553) son casi la mitad de los suicidios de 2020”.
    
Esto no lo explica la corrupción que dice combatir el presidente López Obrador, lo explica, la injusta distribución de la riqueza, que no se combate sino que se alienta y protege. Uno de los privilegiados potentados cuyas empresas construyen el Tren maya, esa obra faraónica que forma parte de la seguridad nacional, es Carlos Slim Helú y, el informativo Contigo Puebla, reporta que en el primer trimestre de este año, la fortuna de este señor aumentó 89 mil 43 millones de pesos, lo que representa 247 millones de pesos más cada día. “Primero los pobres”, sí, cómo no. ¿Qué inventarán ahora los candidatos de Morena para engatuzar a los mexicanos?
 

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