Musa, serenamente, como en los viejos días,
bajo la comba diáfana de nuestro indiano cielo,
vuelve a inspirarme glorias de castas armonías,
¡ay! como las que oyeron aquellas lejanías
donde se hundió el milagro de todos mis anhelos
y agonizaron todas las esperanzas mías.
Ya que eres eucarística como las hostias santas,
haz renacer mi vida de sus mismos despojos,
tú, que generas flores donde pones las plantas,
y haces lucir estrellas donde pones los ojos;
incógnita princesa de los cuentos azules,
blanca-nieves ingenua, que en mis sueños de niño
ví cual hada madrina, vaporosa de tules,
o cual ninfa bucólica de jubón y corpiño
hoy quiero que tú temples las cuerdas de mi lira,
que todos los horóscopos condenaron al llanto,
y corones de rosas esa dulce mentira
que nace en una cuna, donde un ángel suspira,
y acaba en el osario de un viejo camposanto
donde reirán mañana, mientras el tiempo gira,
las mandíbulas rotas de los que lloran tanto...
Musa, serenamente canta a la vida, canta!
emancípate al cabo del dolor de tu herida,
mira al cielo, no mires al abismo que espanta;
la esfera en el espacio fulgente se adelanta
cual burbuja que sube lentamente, perdida
en un inmenso vaso bohemio, donde encanta
con el dulce gorjeo de una flauta panida
o el arrullo argentino de una fresca garganta,
el hervor de una tenue turquesa derretida...
La juventud, cual loca reventazón de pomas,
está al pie de tu alcázar mirífico de oro;
hay en la brisa arpegios y en el ambiente aromas;
la vida canta y cantan nuestras almas a coro,
mientras el iris vierte sus galas policromas
en la esencia del fuego del divino tesoro.
¡Ah! ya viene la ninfa de mis sueños mejores,
la gentil blanca-nieves de mis horas aquellas,
en que tuve por novias ingenuas a las flores
y por castas hermanas a todas las estrellas...
Juventud de mi patria, tú que tienes por alma
un espejo de oro que refleja una palma,
oye el canto de vida de mi musa que llega,
mientras siguen los mundos derramando destellos
y en sutiles aljófares de la brisa que juega
moja febo el milagro de sus rubios cabellos.
"Juventud mexicana, eres luz y eres gloria,
la quietud de tu cielo te ha enseñado a ser buena
y a ser noble y heroica te ha enseñado tu historia;
juventud de ojos negros y de cara morena,
canta, canta a la vida...que ahí está la victoria;
es hora de que vengues tus pasados agravios;
nada importa que juzguen tus anhelos precoces;
sé gloriosa y altiva sobre todos los sabios
y sé audaz y rebelde sobre todos los dioses.
Juventud, canta, canta, ¿qué, no ves, cómo al cielo
sus rumores la vida, vueltos risas, levanta?
¿Qué no ves cómo elevan las águilas el vuelo
Prendadas de los astros? Juventud, canta, canta...
Mira cómo revientan los capullos de rosa,
mira cómo derraman sus mieles los panales;
predica exuberancias, juventud afanosa,
¡Sal del estrecho círculo de todos los iguales!
la libertad te llama, la libertad te espera
con los brazos abiertos...mira la primavera
cómo prende guirnaldas de flores en las frondas:
corónate de rosas un instante siquiera,
y cual brota la espuma rebelde de las ondas,
resurge de ti misma...levanta tu bandera
con el épico empuje de todos los titanes,
ruge como los truenos, quema como las llamas,
destroza al enemigo con rayos y huracanes
y ve a clavar los iris de tus cien oriflamas
en la cresta de nieve de tus altos volcanes".
Así dijo la ninfa de mis sueños mejores,
la gentil blanca-nieves de mis horas aquellas
en que tuve por novias ingenuas a las flores
y por castas hermanas a todas las estrellas.
Juventud de mi patria, tú que tienes por alma
un espejo de oro que refleja una palma,
de esa virgen ingenua, hoy altiva matrona,
aprende los cantares que por tu amor entona,
mientras sigan los mundos derramando destellos
y en sutiles aljófares que la brisa corona,
moje febo el milagro de sus rubios cabellos.