MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La brecha que se hace abismo entre ricos y pobres

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Ya lo decía Joseph Stiglitz, premio Nobel en Economía, en su obra El precio de la desigualdad, cuando declara que, el 1 por ciento de la población disfruta de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida, a costa de la pobreza del 99 por ciento de la población restante.

En este mes, la OXFAM publicó un informe titulado “Las desigualdades matan”, en el escrito, se abordan temas que comprueban la desigualdad tan abismal que existe entre los multimillonarios del momento y los millones de seres pobres en nuestro planeta. Se dice que: “Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, mientras que los ingresos del 99 % de la población mundial se habrían deteriorado a causa de la covid-19”. Y que, “las crecientes desigualdades económicas, raciales y de género, así como la desigualdad existente entre países, están fracturando nuestro mundo. OXFAM afirma que esto es el resultado de decisiones deliberadas: la “violencia económica” tiene lugar cuando las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de una manera directa al conjunto de la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza, las mujeres y las niñas, y las personas racializadas”.

Pero hay más de lo que dice la OXFAM, pues entre los datos más duros, declara que las desigualdades contribuyen a la muerte de al menos 21 mil 300 personas cada día, cantidad que equivale a la muerte de al menos una persona cada cuatro segundos. Al mismo tiempo, 252 hombres poseen más riqueza que los mil millones de mujeres y niñas de África, América Latina y el Caribe, lo anterior desde 1995. Así pues el 1 por ciento más rico ha acaparado cerca de 20 veces más riqueza global que la mitad más pobre de la humanidad y que 3.4 millones de personas negras en EE. UU. estarían vivas hoy si tuvieran la misma esperanza de vida que la población blanca del país.

Dice además que 5.6 millones de personas mueren cada año por la falta de acceso a servicios de salud en países pobres. Al menos 67 mil mujeres pierden la vida cada año a causa de la mutilación genital femenina, o asesinadas a manos de su pareja o expareja.

Pero hay más todavía. El hambre mata, como mínimo, a 2.1 millones de personas al año. Según estimaciones conservadoras, cada año 231 mil personas podrían perder la vida en países pobres a causa de la crisis climática de cara a 2030. Cito lo que dice una parte del resumen introductorio de este importante documento para situar la vigencia de Stiglitz, quien como dije, reveló antes de este informe que abarca dos años de pandemia, la situación de la desigualdad.

Pues bien, para México tiene todo el sentido descifrar la cantidad de nuevos pobres. Si partimos de los datos que arroja este organismo y que el CONEVAL particulariza al revelar el porcentaje de la población en situación de pobreza extrema, resulta que este porcentaje también aumentó de 7 a 8.5 por ciento, lo cual significó un aumento de 8.7 a 10.8 millones de personas en dos años; o sea, 2.1 millones más.

Ante tal disyuntiva, también Stiglitz en su momento y hoy Oxfam, proponen soluciones concretas, entre ellas se encuentran por ejemplo el hecho de implementar medidas donde se aplique una política fiscal progresiva, la reorientación del gasto público, y nuevas políticas que favorezcan a la población más pobre.

Sin embargo, a estas alturas, el problema también radica en cómo aplicar esas soluciones y, al respecto, para el caso de México con el gobierno de la 4T, los problemas se complican, ya que este gobierno ha perdido el tiempo con una aparente lucha contra la corrupción, implementando programas de transferencia monetaria a diferentes sectores de la población para hacerse de adeptos, pero sin radicar la pobreza de estos; obras faraónicas que han desviado cantidades exageradas de dinero proveniente de los impuestos, para realizarlas, aún cuando dichas obras no beneficiarán a la gran masa empobrecida.  

Y, por otro lado, está el mismo combate a la pandemia, que a todos los que hemos sido afectados directamente nos queda perfectamente claro que no ha hecho nada al respeto. La principal preocupación debería ser el poner fin a la pandemia y, para ello, insistir en que las patentes de las vacunas actuales y de cualquier otra que se desarrolle para ofrecer protección ante nuevas variantes. Hasta que esto no ocurra, la pandemia seguirá su curso, millones de personas perderán innecesariamente la vida y las desigualdades seguirán creciendo. Podría el gobierno actual optar a adentrarse en las soluciones y elegir una economía centrada en la igualdad, en la que nadie viva en la pobreza, en la que las desigualdades dejen de matar, en la que no haya miseria, en definitiva, en la que todos puedan prosperar, no solo tratar sobrevivir. De lo contrario está contribuyendo a que el abismo entre ricos y pobres perdure y aumente.

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