Ante la falta de verdadera política, que sirva para favorecer a los más desfavorecidos, sucede que entre el poder Ejecutivo y el Legislativo no logran acuerdos de ninguna índole. Los pleitos son sin llegar a ningún lado y sin razones concretas, mientras que la necesidad imperiosa de resolver temas de enorme relevancia sigue latente.
La generación de empleos bien remunerados y la movilidad de toda la población neolonesa, especialmente la de la metrópoli, son cuestiones urgentes, sobre todo ante la falta de orden en el transporte público y privado.
El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador concluyó con 199 mil 619 personas asesinadas durante el sexenio: un promedio de 94 por día; la cifra más alta en la historia reciente del país.
Otro tema difícil de atender, debido a su complejidad, es la inseguridad, la cual se agravó con la llegada del Gobierno de la Cuarta Transformación, liderado por Andrés Manuel López Obrador. El Gobierno confió en el concepto simplista del amor a los congéneres para acabar con la delincuencia, sin atacar sus orígenes reales. Creyó que al erradicar la corrupción de gobernantes deshonestos, todo sería felicidad y prosperidad, pero esto no sucedió.
Fue un sexenio de muertes, por más que se quiso manipular los datos estadísticos. No lo normalicemos, sería convertirnos en animales salvajes.
El Gobierno del expresidente Andrés Manuel López Obrador concluyó con 199 mil 619 personas asesinadas durante el sexenio: un promedio de 94 por día; la cifra más alta en la historia reciente del país.
Cabe destacar que aún falta consolidar la cifra de homicidios ocurridos en 2024, por lo que es altamente probable que, una vez que ello ocurra, el sexenio que recién termina supere los 200 mil asesinatos.
Lo anterior se desprende de las cifras del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad (Sesnsp) y de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC).
En este contexto, Nuevo León se vio profundamente afectado. La política de seguridad de “abrazos, no balazos” no funcionó. Un amor fraterno entre humanos va más allá del simple sentir; cuando se tiene hambre, sed, o se vive en condiciones indignas, aflora el resentimiento y el coraje.
Estos sentimientos invitan a buscar soluciones fáciles e inmediatas que a largo plazo perjudican, como robar, extorsionar o adherirse al crimen organizado, todo ello por ser de fácil acceso, mucho más que encontrar un trabajo digno. Así se encuentran las cosas ante la falta de verdaderas oportunidades laborales.
La verdadera y auténtica transformación necesita de científicos y personas comprometidas con la filosofía que valora la dignidad humana, la autonomía, la libertad y la capacidad de transformación social.
La clase política debe preocuparse y aplicarse; el conocimiento de los principios de la política social y económica debería ser obligatorio para todos los ciudadanos, y aún más para quienes tienen una mayor responsabilidad.
Los gobernantes deben pertenecer a un círculo de personas humanistas e ilustradas, conocedoras de una política que desarrolle al pueblo trabajador. Es igualmente esencial que los administradores, jueces y ciudadanos interioricen estos principios para coadyuvar a la implementación de una política destinada a conducir a la sociedad por el sendero del progreso.
Es aquí donde nuestros representantes deberían estar preocupados y ocupados en buscar soluciones que ofrezcan trabajo a toda la clase laboral, en vez de hacer berrinches o buscar revanchas como políticos rancios.
Necesitamos que la comunidad mexicana, y la neolonesa en particular, estudie a fondo las propuestas de los partidos, quiénes las encabezan y a quiénes proponen para los distintos puestos, desde la gubernatura hasta las presidencias municipales.
Debemos exigir que, como mínimo, sean personas auténticamente humanistas, comprometidas con su comunidad, con trayectoria política y social, y con la prioridad del desarrollo de los menos favorecidos.
Los ricos ya tienen de sobra, incluso para despilfarrar. Y luego que no salgan con el disparate de que hasta los ricos ganaron mucho en su gobierno; una bofetada para los trabajadores que viven al día.
Nuevo León necesita gobernantes con una visión donde el ser humano sea el centro de todo, como ser social. Esta visión debe estar comprometida con todos los neoloneses en un mundo concatenado e indisoluble del que no podemos escapar.
Como dijo el gran pensador alemán Carlos Marx en su teoría del materialismo, las cosas materiales que existen en la naturaleza constituyen el elemento fundamental; el pensamiento, la mente y la conciencia son sólo reflejos del mundo material.
Según los postulados de la teoría de la evolución, nada en el universo es inmutable: todo se transforma en un proceso de evolución perpetua. En su libro El origen de las especies, publicado en 1859, Charles Darwin desarrolló los principios de la teoría de la evolución biológica. Marx y Engels aplicaron estos principios a las ciencias sociales, fundamentando el socialismo científico en lugar de las quimeras del socialismo utópico.
Escribió Marx:
“No es la conciencia de los hombres la que determina su esencia; el modo de producción de la vida material condiciona el progreso de la vida social, política y espiritual. La idea no es más que el mundo material transpuesto y traducido en el espíritu humano. La anatomía de la sociedad civil debe ser buscada en la economía política”.
De aquí deducimos que el pueblo trabajador, plenamente en acción, puede y debe tomar el poder político para crear nuevas políticas de producción y distribución de la riqueza que favorezcan a toda la humanidad sin excepción. Esa es la tarea.
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