Hace 30 años, un primero de enero de 1986, una pequeña jovencita de tan sólo 23 años de edad, subía (junto con otros 10 jóvenes activistas), bota a bota y con su hatillo al hombro, al hoy emblemático Cerro del Tejolote, para así comenzar a encender la luz del antorchismo en las zonas populares más atrasadas del oriente mexiquense. Hecho que cambiaría el futuro de miles de familias pobres, su nombre: Maricela Serrano Hernández.
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