La impunidad nos lleva de sorpresa en sorpresa: 17 muertos que inmediatamente son desaparecidos.
Resulta imposible no sorprenderse, a pesar de que Michoacán ha vivido años de tanta violencia, siendo famosa, por esto, la Tierra Caliente; ahora, hasta los municipios más apartados y antes tranquilos se encuentran inmersos en la misma, como prueba del poder que han adquirido los grupos delincuenciales.
La noche del domingo 27 de febrero nos llegó con la noticia, muy difundida en redes sociales, de la masacre en San José de Gracia, pequeño pueblo de un poco más de ocho mil habitantes, ubicado en el municipio de Marcos Castellanos, donde se ve a un grupo de hombres armados disparar contra otro grupo de personas indefensas (fusilamiento) junto a una pared. En otro se aprecia cómo un sicario vigila una camioneta con cuerpos apilados, esto, sin olvidar que, en otro video, una persona narraba que la sangre corría por la calle, imagen, que se me antoja dantesca. Al parecer, las víctimas habían acudido a un funeral.
Esta pequeña narrativa da prueba de la impunidad con que operan las bandas del crimen organizado a plena luz del día y exhibiendo armas de alto poder por toda la tierra michoacana y en el país entero, ¿cómo puede explicarse que tantos hombres armados hasta los dientes pasarán desapercibidos para las autoridades de los diferentes órdenes de gobierno?
Pero aún no terminábamos de asombrarnos, debido al número tan elevado de víctimas de las que se hablaba, 17 según datos oficiales, cuando nos amanecimos con otra sorpresa: según los medios, cuando llegó la fiscalía al lugar de los hechos no había cadáveres, escuchamos esas declaraciones perplejos; algunos cibernautas se preguntaban sino se trataba de una grosera broma, pero, no, ya circulaban algunos videos donde se apreciaba cómo los asesinos limpiaban la sangre de la calles, esto para confirmarnos que se puede matar con toda la tranquilidad, además, de contar con tiempo suficiente para intentar borrar las huellas y de esta manera evitar escándalos y pruebas de que hubo una masacre, empezando por el presidente de la República, quien fue el primero en negarlo.
Michoacán ha vivido durante una década una violencia inusitada con gobiernos de diferentes colores, pero que nunca han logrado que los michoacanos vivan en paz y sin temores, por el contrario, en los últimos años la violencia se ha incrementado, a pesar, de que el gobierno a nivel federal ha prometido acabar con ella; en lo que va del presente año, Michoacán ya cuenta con más de 200 asesinatos, entre ellos, el de un periodista.
El fusilamiento de 17 personas no deja de asombrarnos, a pesar, de que muchos michoacanos recordamos cómo se dio inicio a una etapa de gran crueldad, desde aquel 6 de septiembre de 2006, en el gobierno de Lázaro Cárdenas Batel, cuando 20 sujetos irrumpieron en un bar de la ciudad de Uruapan y vaciarán de unas bolsas negras de plástico ¡cinco cabezas humanas!, una macabra escena; de aquel lúgubre suceso hasta hoy, ha corrido mucha sangre.
Sangre que ha puesto el pueblo, porque para cualquiera que conoce el territorio michoacano tiene claro que quienes se involucran en la producción, cultivo y tráfico de estupefacientes son gente de los estratos más humildes del pueblo que desafortunadamente, no cuenta con recursos económicos para satisfacer en muchos casos necesidades elementales de alimentación, vivienda, etc. y se arriesgan a morir en aras de vivir mejor, aunque sea ilícitamente, es decir, que las raíces del narcotráfico se encuentran en una sociedad desigual e injusta.
Si consideramos, por otro lado, que los encargados de combatir el tráfico de drogas y las acciones de esto grupos criminales, llámese policía o ejército, muchos de ellos sucumben también al poder y dinero de estos grupos criminales, por la misma razón de los que se incorporan para trabajar en estos negocios, la pobreza.
Estas y otras consideraciones nos llevan a pensar que el narcotráfico es un problema inherente a una sociedad donde privan, por un lado, un sector de oligarcas muy poderoso, que poseen enormes fortunas hasta grado insultante, y por otro, un amplio sector que apenas tiene para sobrevivir, que los lleva a dedicarse a este tipo de actividades ilícitas, tráfico de drogas, asesinatos, etc.
Tampoco debemos olvidar, que a este sistema económico tan desigual le conviene que un gran sector de la población, fundamentalmente jóvenes, sean embrutecidos por el consumo de drogas, pues así no estarán en posibilidades de cuestionar la marginación a que son sometidos millones de seres humanos y menos estarán en posibilidades de cambiarlo todo, por ello, no existen acciones verdaderas para el combate al narcotráfico. De todo esto, debemos deducir que el fin del reino de la droga y la violencia solo se puede dar en una sociedad más equitativa y justa.
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