En la parada del camión, ubicada frente a lo que se conoce como Soriana Forjadores, me encontraba esperando el camión de las 8 de la noche, cuando al encender un cigarrillo pude contemplar las diferentes actividades que realizan los ciudadanos que esperan su viaje de regreso a casa; unos miraban desesperadamente su reloj, al contrario de las parejas jóvenes que sin la noción del tiempo disfrutaban alegremente el sereno de la noche. Los que se encontraban sentados unos miraban, a 10 centímetros de distancia, cosas graciosas en su Facebook, o eso expresaban con las arrugas que figuraban en sus ojos, otros revisaban sus mensajes, y unos últimos, con el rostro cansado, frotaban sus manos para calentarse del frío, que al igual que los del reloj mantenían su cabeza fija al fondo de la avenida para identificar su camión. Estos últimos deseaban poder mirar más allá de lo que capta el ojo humano para ubicar en alguna parte de la ruta el camión.
Al primer sonido de un motor grande, pudiera ser este de un tráiler o de un remolque, todos con un movimiento ligero, levantaban la mirada en alerta, posteriormente con el mismo. ademán la bajaban. Cuando alguno lograba mirar a lo lejos el primer pesero, se acercaba a la avenida, al ver los demás el movimiento, se le suma uno tras uno, hasta formar una hilera de 5 personas, los demás lo aprobaban sabiendo lo que esto significaba. Sin embargo, cuando se estacionaba en la parada, unos se regresaban y otros subían. Esto se repetía constantemente con diferentes individuos. En estos tiempos de pandemia, la mayoría utilizaba cubrebocas, no eran los KN95, eran de tela sencilla o tricapa sencillo. Había aquellos que solamente se cubrían la boca, en otros, que descansaba en las piernas, en una de las orejas o en la chamarra esperando su turno de utilidad.
Fue hasta que vi, que bajaban tres albañiles, cuando me di cuenta que no era simplemente paisaje, pues a mi alrededor había trabajadores humildes, cada uno de ellos se diferenciaban por pequeñas cosas, principalmente por la ropa: los pantalones azules con dos bolsas a la altura de las rodillas, eran los de la Pepsi; los de camisa blanca con pantalones grises, guardias de seguridad; aquel del termo y grandes ojeras, un velador; los chalecos azules, de la Coppel; las amas de casa cargaban consigo la bolsa del mandado; los albañiles se distinguían porque la cal y el cemento adornaban su vestimenta; el ventero de dulces y frituras no se despegaba de su carretilla. El que arriesgaban su salud para echar a andar toda la maquinaria de la producción, solo querían regresar a sus hogares a comer y a descansar para incorporarse al siguiente día a sus labores.
A mis espaldas, seguían abiertas las grandes empresas de Coppel, Soriana, Sears e incluso el Cinepolis, dentro de ellas seguían aguardando otros trabajadores, que al igual que los de la parada esperarían su turno para abordar el camión. Al escuchar la voz de una niña, de unos 7 años, pedirle a su madre dinero para comprarle unas galletas al de la carretilla, y al ver que no le alcanzaba, regresó con su madre a pedirle más, pero la respuesta fue "hija, ya no tengo, solo para los pasajes, si te doy no podremos regresar a casa", quise completarle, pero en mi chamarra sólo carga los 10 pesos de la tarifa. Agaché la cabeza con pena de no poder ayudarla, al volverla alzar vi con rabia el edificio de Telcel que se encontraba cerrado, pues la fundación de Carlos Slim, seguía ganando dinero, aunque todos sus edificios se encontrasen cerrados, cada segundo, cada minuto, cada hora, gana millones de pesos y al igual que las otras empresas señaladas justifican su ambición voraz al presumir que son fuentes de empleo, pero no dicen que explotan a los trabajadores las que los ha hecho ricos. Los de la parada son de los miles de sudcalifornianos que se encuentran hundidos en la pobreza y la miseria.
Al leer los diferentes destinos de los camiones que llegaban y se iban, logre identificar algunas comunidades que cuentan con más de 40 años de existencia y siguen sin contar con los servicios básicos, en ese tiempo han pasado ya gobiernos de todos los colores, ninguno se ha preocupado por cambiar esa situación. Los que ahora son gobierno, esos que dicen que "BCS ya vive un mejor futuro", presumen por todos los medios que le son posible su cercanía con los ciudadanos, pero, detrás de cámaras desprecian esa obligación, y al sólo pronunciarles la necesidad de los humildes les da una alergia que los obliga a sacar lo déspota e inhumanos que son.
Esos, que viven del erario público, de los impuestos que pagan todos. Al contar con un cargo público, y vestir de corbata, se les olvida o se obligan a olvidar, que están viviendo del pueblo y que es a este al que le tienen que resolver sus necesidades y rendir cuentas. Ese pueblo que se encuentra en el campo, en la fabrica, en el mismo gobierno cumpliendo las funciones de limpieza, vigilancia, ese pueblo que se encuentra en la parada.
Llegó el camión que suelo abordar, cuya dirección es "La Pitahaya", antes de llegar se encuentra otra colonia de nombre "Diana Laura", que por cierto fue el Movimiento Antorchista, el que luchó y logró la regularización de los predios y los servicios básicos, al igual que en la colonia La Pasión, y otras comunidades de Baja California Sur.
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