MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

POESÍAS

Poesía

La repartición de la tierra

Friedrich Von Schiller
Declama: Irving Paz

Después que el brazo del Señor, bendito,
lanzó el mundo en el mar del infinito,
después que en él su senda le trazó
como traza el piloto a su navío
su camino a través del mar bravío,
“¡Que el hombre sea!”, su poder mandó.

La tierra entonces sacudió su falda,
y a través de los campos de esmeralda
el Señor hacia sí miró venir
del Ecuador y el polo solitario
cual obreros que piden su salario
los átomos que vienen a morir.

Venid, les dijo, el mundo os pertenece,
cuanto del globo en la extensión parece
cual padre amante yo os lo quiero dar.
Es la herencia común de los humanos;
venid y dividíos como hermanos
la fértil tierra y el salobre mar.

Entonces cada cual, del vasto suelo
su parte reclamó, según su anhelo:
el noble tomó el viejo torreón,
el labrador su campo junto al río,
el mercader camino a su albedrío,
el nauta el mar do ruge el aquilón.

El papa tiara de poder emblema,
el soberano la imperial diadema,
y el verde césped el feliz pastor.
Y cuando nada más que dar tenía,
el Señor hacia sí vio que venía
un hombre de semblante pensador.

Flotaba un sueño en su nublada frente
silencioso marchaba lentamente
parándose a coger alguna flor,
y atravesando por la turba inquieta,
sonriendo murmuró: soy el poeta.
¿Nada guardaste para mí, Señor?

Tarde, le dijo Dios, tarde has llegado;
a cuanto ves aquí señor he dado,
celoso el hombre de sus cosas es,
mas tú, cerebro en el pensar fecundo,
mientras yo hacía la partición del mundo
¿en donde te encontrabas? –A tus pies.

Mi vista, oh Dios, tu magnitud veía,
mi oído el himno celestial oía,
perdóname si yo, desdeñador,
al ver la inmensidad que tu obra encierra,
dejé perderse mi porción de tierra
mientras sólo adoraba a su creador.

Mira, le dijo el Hacedor sublime,
la costa, el monte, el valle, el mar que gime,
nada me queda ya todo lo di.
En cambio, en todo tiempo, a toda hora,
lugar tendrás donde mi gloria mora:
mi cielo he reservado para ti.