Desde la infancia, para quienes nacimos entre campos de maíz y entre hombres de callosas manos y tez quemada por el sol, aprendimos a amar la lluvia y considerarla la germinadora de toda semilla, contribuyente fundamental para la producción de alimentos y bienhechora de la humanidad. Esa veneración por la lluvia no es nueva, la llevamos en la sangre.
Desde tiempo inmemoriales, los habitantes nativos de esta tierra, nuestros antepasados, como dice el pueblo, veneraban a las deidades relacionadas con la lluvia: Chaac entre los mayas era considerado el dios de la lluvia, el rayo, el relámpago y el agua en general; era asociado con la creación y la vida; era el dios que más ascendencia popular tenía, el pueblo lo invocaba para obtener buenas cosechas, tan importante fue, que uno de los rituales en su honor consistía en arrojarle jóvenes a los cenotes que abundan en la zona donde se desarrolló la cultura maya.
La gran civilización Azteca, tenía entre uno de sus dioses más importantes a Tláloc, considerado el Dios de la lluvia y era visto como un dios benevolente que proveía de lluvia para la vida, los mixtecos tenían a Dzahui, los totonacas a Tajín, los Purépechas tienen a Chupithripeme, los zapotecas a Cocijo, y así podemos enumerar una larga lista de deidades relacionadas con la lluvia, reflejo de que casi todos los antiguos pueblos dependían del aprovechamiento y obtención del agua para su sobrevivencia.
Han pasado cientos de años de aquellos antiguos pobladores que adoraban a la lluvia, pero hoy el hombre, el campesino que dependen de la lluvia para su cosecha la añora, al 28 de febrero del presente año, el 50.16 por ciento del país contaba con condiciones de sequía de moderada a extrema, de acuerdo con datos de Conagua. La región más afectada es la noroeste, que abarca a Tamaulipas y Nuevo León, con el 91.4 por ciento de su superficie con sequía.
Las otras regiones afectadas por la sequía son la parte centro occidente (Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Colima y Aguascalientes) con el 81.9 por ciento de su superficie en esta condición; la norte (Chihuahua, Coahuila, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí) con el 64.5 por ciento, y la centro-sur (Querétaro, Hidalgo, la Ciudad de México, Estado de México, Morelos, Tlaxcala y Puebla), con 54.5 por ciento.
En esta última, es donde se encuentra el Valle de México, una zona en alerta ante las condiciones que padece: alta población, escasez de lluvia, presas por debajo del nivel y sobreexplotación.
Claro, en estos días de intensas campañas, entre los candidatos de Morena a suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador, poco puede importar que la población esté sin agua, además de que no hay un plan serio, ni a corto, ni a largo plazo por parte del Gobierno Federal para evitar un desastre natural en toda la historia de nuestro país.
Las imágenes que nos muestran los medios de comunicación son dolorosas en muchos sentidos, campos casi desérticos, animales muertos por sed. Noticias que ponen al descubierto el peligro que entraña la sequía para muchas especies silvestres, como el perrito de la pradera que se encuentra en peligro de extinción, a decir de investigadores; otras hablan, que debido a la escasez de lluvias, han dejado al descubierto lo que queda en pie del templo de Quechula, erigido en el siglo XVI por monjes dominicos en Chiapas, hasta una noticia, que me transmitió un compañero, amante de la comida, que me dijo que una famosa salsa que es consumida en el primer mundo (Sriracha) ya no se puede producir porque (sus proveedores medianamente secretos en México) debido a la sequía ya no pueden cultivar chiles rojos jalapeños indispensables para su producción, en fin, las noticias desafortunadas abundan.
En el fondo de la escasez de lluvia, se encuentra la adoración del hombre, no por la lluvia, sino por la ganancia, el dinero se ha convertido en el nuevo Dios de la humanidad y para lograrlo no importa acabar con la naturaleza.
El sistema capitalista que rige al mundo lleva años, desde su nacimiento, destruyendo bosques que juegan un papel importante en la captación, filtración y mejoramiento del agua, arrasando enormes extensiones de selvas que son conocidos como el pulmón de la tierra como lo es el Amazonas, contaminando el aire con sus enormes fábricas, envenenando las aguas de los ríos, lagos y mares y privando a los pueblos más pobres de la tierra de su agua para embotellarla y venderla a precios exorbitantes, o convirtiéndola en nocivos refrescos, etc. todo esto y más en el afán desmedido de la ganancia.
Por ello, es urgente la concientización y organización de los pueblos, para poner fin a un sistema depredador, de lo contrario estamos condenados a perecer.
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