Durante los últimos años se ha popularizado en el mundo el uso de las criptomonedas, que presumen ser un escape al modelo bancario tradicional, una manera en la que los individuos de a pie pueden hacer transacciones sin tener alguna institución financiera de por medio, lo cual varios de los usuarios de los servicios financieros tienden a verlo como la alternativa final al capitalismo, una forma de libertad y democratización del sector.
Sin embargo, ese espejismo o burbuja está explotando rápidamente, al punto de que en esta semana se vislumbra un inminente cripto invierno o cripto crash, que no es otra cosa que una manifestación más del mismo sistema capitalista, vestido con piel de cordero, pero cometiendo los mismos crímenes de siempre.
Me gustaría aclarar que yo no soy economista o experto en la materia, por lo que podría cometer algunos errores de conceptos o términos; sin embargo, la mayor parte estará respaldado por fuentes y comentarios de conocedores de la materia, que estarán fielmente transcritos y señalados. Habiendo hecho esta aclaración, se debe empezar por contestar ¿qué es una criptomoneda y para qué sirve? Según el medio xataca.com: “también llamadas criptodivisas o criptoactivos, son un medio digital de intercambio. Cumple la función de una moneda, y de ahí que se las conozca con ese nombre. Sin embargo, es algo totalmente digital, que utiliza métodos criptográficos para asegurar sus transacciones financieras, controlar la creación de nuevas unidades y verificar la transferencia de activos” (22 de abril de 2022). Según este mismo medio, su funcionamiento se basa en una red de computadoras repartidas por todo el mundo, que contiene copias de las transacciones realizadas; una de las formas más comunes de producirlas es a través de la minería, como se le conoce a la resolución de problemas matemáticos complejos por parte de computadoras, las cuales se almacenan en carteras virtuales que permite el intercambio. Otra de sus cualidades es que no sólo existe una, sino que hay una gran variedad que cuenta con su valor y algoritmo propio. La más conocida es el bitcoin.
Todas estas aparentes ventajas son un pan con navaja, ya que traen consigo la especulación propia del sistema financiero, debido a que el precio de las criptomonedas funciona con la famosa ley de la oferta y la demanda (aumenta la demanda, sube de precio; aumenta la oferta, disminuye el precio), pero con una mayor peligrosidad y volatilidad, la cual se puede modificar a voluntad de quien tiene una mayor riqueza y, por tanto, puede comprar y vender fácilmente, afectando así, a cientos de miles de inversores pequeños y de mediano pelo. El ejemplo claro es el hombre más rico del mundo Elon Musk, quien ha convertido al bitcoin en su juguete personal. “A principios de febrero, Elon Musk y Tesla anunciaron ante la comisión reguladora de la bolsa estadounidense la compra de Bitcoins por valor de 1.500 millones de dólares y la intención de comenzar a aceptar el pago de vehículos con esta criptomoneda. El anuncio catapultó la cotización de Bitcoin desde los 30.000 dólares hasta los 57.000 dólares en apenas unos días. Para muchos inversores era la prueba definitiva de que el mercado tradicional empezaba a considerar esta moneda como un vehículo de inversión estable… Hace una semana, Elon Musk decidió dar marcha atrás… este segundo anuncio tuvo, como era de esperar, el efecto opuesto. En pocos días el precio de un Bitcoin ha pasado de unos 57.000 dólares a rozar de nuevo el nivel de los 30.000” (elmundo.es 21 de mayo de 2022). Un descalabro para millones, por un capricho de uno solo.
Esto se ve reforzado por las declaraciones de uno de los principales creadores de este tipo de divisas, Jackson Palmer, programador del Dogecoin, otro de los juguetes de Musk, por cierto, “la criptodivisa es una tecnología hipercapitalista inherentemente de derechas, construida principalmente para amplificar la riqueza de sus defensores a través de una combinación de evasión fiscal, supervisión regulatoria disminuida y escasez impuesta artificialmente… La explotación financiera, sin duda, existió antes de la criptomoneda, pero está construida casi especialmente para hacer que el embudo de la obtención de ganancias sea más eficiente para los que están en la cima y menos protegido para los vulnerables". (dineroenimagen.com 15 de julio de 2021). Palmer reconoce que el mercado es controlado por "un poderoso cartel de figuras adineradas”, lo cual se ve reforzado por declaraciones de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER) de Estados Unidos (EE. UU.), que reconoce que un 10 por ciento de los mineros más importantes controlan el 90 por ciento de la capacidad de minería de bitcoin.
Esto llegó a su límite esta semana, cuando, en menos de 72 horas, la criptomoneda Luna, una de las principales divisas digitales, y de TerraUSD sufrió una caída de más del 99 por ciento, que hizo tambalear todo este mercado, llegando a afectar al bitcoin, que hasta el momento ha perdido el 60 por ciento de todo su valor.
“El desplome de ambas divisas encendió el pánico entre algunos inversores que se embarcaron en una venta masiva de criptomonedas, propiciando una caída generalizada del sector. Esto se produce cuando analistas llevan varios meses discutiendo sobre la eventual llegada de un criptoinvierno; es decir, una disminución sostenida por varios meses del valor de los activos digitales” (bbc.com 12 de mayo de 2022), esto también ha afectado a otros activos digitales, como los NFTs, cuyo valor va en picada. Aunque aún no hay una causa confirmada de este desplome, el cual muchos ya comparan con la crisis inmobiliaria de 2008, algunos lo atribuyen al movimiento especulativo de unos pocos. “Hay quien lo atribuye a un ataque coordinado para lucrarse apostando por su caída -al más puro estilo George Soros contra la libra esterlina-, para lo que se habrían vendido 300 millones de dólares de TerraUSD en cuestión de segundos” (elpais.com 12 de mayo de 2022).
Una movida de este tipo no afecta al 10 por ciento anteriormente citado, por el contrario, el 90 por ciento, los inversores pequeños, que tienen todo que perder, son los que, en efecto, se ven más afectados, engañados por esta nueva herramienta del capital que les promete un futuro estable, una vida sencilla y que ahora los tiene bajo las cuerdas, muchos incluso al borde del suicidio. Este tipo de prácticas son el pan de cada día del sistema imperante, en el cual una pequeña cantidad de individuos gana a costa de la vida de la mayoría, un sistema decadente que seguirá alimentando condiciones para su supervivencia, aunque tenga que destruir el mundo en el proceso. Hoy con las criptomonedas, mañana con otra cosa. ¿Acaso debemos seguir permitiendo que jueguen con nuestras vidas?
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