Está en curso un escándalo monumental. Se supo que la Volkswagen, una de las empresas más grandes, más poderosas y más conocidas del mundo, había estado mintiendo a sus clientes durante años en torno a las emisiones de bióxido de carbono de sus vehículos, se dio a conocer que a la fabulosa cantidad de 11 millones de clientes de todo el mundo les vendió autos que supuestamente contaminaban poco (dejemos las medidas para los especialistas) y en realidad contaminaban mucho más y que, para aprobar los exámenes de contaminación a los que eran sometidos por las diferentes autoridades, les había acondicionado un software trucado que reportaba resultados falsos.
La gigantesca empresa alemana enfrenta juicios que día a día se multiplican por todo el mundo al grado de que no es fácil asegurar que va a sobrevivir, la acusan de competencia desleal, publicidad ilegal, fraude, daños contra la salud, daños morales y otros delitos cometidos en los países en los que vendía sus productos y le exigen miles de millones de dólares en indemnizaciones y reparaciones. El chisme está en grande; no obstante, no se consuele, el suceso no es único, el año pasado la empresa General Motors -la que junto con la Chrysler se llevó hace cuatro años 80 mil millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos para "rescate"- fue descubierta vendiendo vehículos con problemas en los sistemas de arranque que le costaron la vida a 124 personas y la empresa Toyota fue sorprendida vendiendo automotores que se aceleraban sin la intervención del conductor y que ocasionaron 34 muertes comprobadas. La probidad de las empresas, recurso de la mercadotecnia.
Estos procedimientos no son tampoco nuevos. Con mucho gusto comparto con mis lectores una cita de El Capital de Carlos Marx, obra de la que se dice entre otras muchas cosas que está completamente obsoleta y rebasada, ¿si?: "El buen inglés, versado en su Biblia, sabía muy bien que el hombre no destinado por la gracia de Dios a ser capitalista o terrateniente o usufructuario de una sinecura, había nacido para ganarse el pan con el sudor de su frente; lo que no sabía era que le obligaban a comer todos los días pan amasado con sudor humano, mezclado con supuraciones de pústulas, telas de araña, cucarachas muertas y avena podrida, amén de alumbre, arena y otros ingredientes minerales igualmente agradables". Unos renglones atrás, Marx, había escrito: "Las inverosímiles adulteraciones del pan, extendidas sobre todo en Londres, fueron descubiertas y proclamadas por primera vez por el comité `sobre adulteración de alimentos´ nombrado por la Cámara de los Comunes, etc., etc.". O sea, las porquerías en el pan inglés no fueron un invento de Marx. Con lo dicho, ¿sabe usted en que clase de vehículo viaja? ¿está seguro de qué desayunó esta mañana?
Cosas del modo de producción capitalista que salen ahora a la luz y se difunden profusamente por todo el mundo, no porque haya preocupación por la seguridad de los pasajeros o la salud y la vida de los seres humanos que respiran gases venenosos, sino porque existe una pavorosa competencia entre los grandes capitalistas por quedarse con las fuentes de materias primas y con los posibles compradores, competencia que puede desembocar en una Tercera Guerra Mundial. El capital mundial está sumido en una grave crisis que muchos economistas serios catalogan como terminal porque ya no tiene espacios para invertir y vender las mercancías producidas y, en ese contexto, la destrucción de un competidor formidable como Volkswagen, puede significar la vida de otra u otras empresas capitalistas y, por ello, a nadie debe extrañar que el "descubrimiento" de las trácalas de la empresa alemana, que el tiro a matar, haya salido precisamente de Estados Unidos.
En la base económica de la sociedad, hay muchas verdades ocultas. Vivimos sumidos en la mentira, en la falsificación, en el engaño, no se dice que entre los ingredientes de la producción de todas, absolutamente todas las mercancías, está el infaltable trabajo humano, sin el cual el capital no existiría ni podría ponerse en movimiento, pero, sobre todo, no se dice que por ese trabajo humano se paga lo indispensable para que el hombre regrese al día siguiente a laborar y que jamás se le paga un equivalente a la riqueza que produce, el hombre moderno produce mucho, muchísimo más de lo que gana. Ahí está la plusvalía y ahí está una verdad inmensa oculta en la producción de las mercancías.
Un engaño anidado en la base del edificio social, o sea, ahí donde se produce todo lo que el hombre necesita para vivir, influye drástica y decididamente en toda la sociedad. La filosofía, el derecho, el arte, la política, están contaminados del misterio en el que se envuelve a la producción, tampoco son lo que parecen, hay ahí, "sudor humano", "supuraciones de pústulas, telas de araña, cucarachas muertas y avena podrida" o, si el ejemplo le causa náusea, piense en motores que contaminan más de lo que se cree y que aceleran más de lo que piensa el conductor. En la esfera de la conciencia social, hay trucos, pues, para presentarla y hacerla consumir, esconder la gran verdad de la producción es el origen y la razón de ser del ocultamiento de la verdad de toda la vida social en el capitalismo. La filosofía y la ciencia se usan para engañar, el arte, para entretener, el derecho para oprimir, la política para conservar el poder en manos de las minorías privilegiadas, de los dueños de las empresas y sus representantes.
Así de que los políticos del sistema –con rarísimas excepciones- no podían ser de otra manera. Como la empresa alemana ahora cuestionada, bien podrían ser acusados, juzgados y sentenciados a largas condenas por competencia desleal, publicidad ilegal y mentirosa, fraude, daños a la salud y a la moral y otros delitos tanto o más graves, pero, hasta ahora, eso sucede sólo –como con las empresas- cuando se ponen en juego otros intereses y poderes de igual o mayor magnitud, no cuando el pueblo llano, desorganizado e inconsciente resulta perjudicado o, más frecuentemente, arrasado.
Para conocer hay que penetrar, hay que escudriñar, hay que desmenuzar y volver a integrar, hay que abarcar al fenómeno en su historia, con sus conexiones con otros fenómenos, conocer se puede, pero no es sencillo, tiene sus dificultades y, además, hay muchos enemigos de la verdad que difunden sus falsedades mediante los medios de comunicación más influyentes y abarcadores, medios que son la voz de los poderosos. En esta labor de ayudar a conocer, a entender la economía y la política, con alcance limitado pero penetrante, está jugando ya un papel histórico, decisivo y único, la revista Buzos de la noticia. Comenzó como un atrevimiento y este año cumple quince de luchar contra la mentira y por la verdad. Está en la tarea de los tiempos. Andando por aquí y por allá, he oído y contestado: -"lo dice la Buzos; -ah, sí, la Buzos; -¿y usted cree que sea cierto? -Claro, ahí no salen mentiras, a todos les dice su precio". Opinión rotunda de un trabajador sencillo que lee y cree. Amigos de Buzos de la noticia dedicados a la creación de conciencia entre los humillados y ofendidos: ¡Felicidades! De corazón.
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