"Ya hay certeza. Tenemos un presidente municipal de forma definitiva, que seguramente hará buen gobierno con los principios de Morena, a partir de la austeridad republicana y erradicar la corrupción", dijo el en ese momento dirigente estatal de Morena en Quintana Roo, Ricardo Velazco, en la sesión del Cabildo de Otón P. Blanco, capital de ese estado, para formalizar la renuncia del alcalde Hernán Pastrana, imposibilitado para seguir en el cargo por una enfermedad que terminó quitándole la vida, y la toma de protesta de Otoniel Segovia Martínez, que había sido programada para el 7 de marzo (de 2019), pero ante conflictos al interior de Morena (los regidores de Othón P. Blanco se habían puesto de acuerdo para impedir la asunción de Otoniel Segovia), fue pospuesta hasta el 9.
Así fue como llegó al poder el morenista Segovia Martínez. Debemos admitir que su nombre figuraba en la boleta como candidato a alcalde suplente y así "por ley le corresponde a él ser el presidente municipal". Pero a nadie cabe la duda de que los electores no votaron por él, sino por Don Gregorio Hernán Pastrana Pastrana (QEPD), personaje justificadamente querido y respetado por quienes conocen la historia de Chetumal y de Quintana Roo, además, claro, del voto de castigo por el comprensible hartazgo del pueblo mexicano contra los partidos políticos y los gobernantes emergidos de ellos, y del efecto peje, que en muchos otros lugares del país llevó al poder a todo un muestrario de advenedizos, fauna nociva, algunos ignorados y los más ignorantes, admitidos con comedimiento por Andrés Manuel López Obrador, urgido entonces de fuerza electoral del olor que fuera.
Pero, ¿qué culpa tienen los chetumaleños?, porque, repito, ellos votaron por Don Hernán. Y bueno, esa sola culpa tiene, porque al votar por Don Hernán votaron por Morena. Pero, bueno, quedaba la esperanza de que los pronósticos de Ricardo Velazco fueran de pitonisa...lástima, Margarito. El buen gobierno quedó en esperanza vana, y tenemos en su lugar un gobierno tan malo, pero tan malo, que, si Otoniel Segovia no fuera tan soberbio y grosero, hasta compasión sentiría por él.
Un solo año le ha bastado para descomponerlo todo, y conste que hacemos a un lado los desaguisados por el uso opaco de recursos públicos, como en el caso de la nueva camioneta, Toyota, que sustituyó a la Suburban del año que le "prestaba" un "amigazo" (así lo llamo él y nunca dijo su nombre), rentada a 4 mil 600 pesos por día a la agencia "Transfer Rent A Car", alquiler que nunca quiso aclarar quién está pagando realmente.
Por todos lados le llueve: la recolección de basura es un desastre, pese a sus planes de crear un nuevo impuesto de alrededor de 30 pesos mensuales por ese servicio a casas particulares e incrementar entre 20 y 200 por ciento el costo del mismo servicio para los comerciantes; el adeudo a proveedores del Ayuntamiento asciende a más de 70 millones y ya hay juicios mercantiles; y a todo esto se suma la cero atención a necesidades de infraestructura, obras y programas sociales, reduciéndose a presumir y tomarse la foto con los programas de transferencias monetarias directas del gobierno federal.
No es de extrañar que su cabildo se oponga rotundamente a sus propuestas de creación de nuevos impuestos, le cuestione su falta de acción ante la corrupción y el nepotismo en su administración y hasta el que hayan intentado impedir su ascenso.
De este modo, podemos decir que a Otoniel Segovia ni los de su partido lo quieren y lo soportan y defienden porque no les queda de otra. Pero al pueblo sí le queda de otra, y por ello no es sorpresa que, batiendo record de velocidad haya pasado del lugar 25 en la lista de calificaciones a los alcaldes, que logró en agosto de 2019, a ser calificado como el séptimo peor alcalde del país en octubre de ese mismo año.
Lo que si sorprende es que alguien con semejante evolución de su popularidad no se dé cuenta o le importe un cacahuate y haga intentos ilustres por seguirse ganando el desprecio del respetable, como si el halo protector de su militancia en Morena o el prestigio del Presidente (que ya vimos que también va en picada y ya cayó más allá del suelo del 50 por ciento), fueran protección suficiente contra el menosprecio y hasta la ira de los quintanarroenses.
Lo digo por el absolutamente injustificado maltrato que les ha dispensado a los estudiantes pobres de ese estado, quienes se han organizado para poder continuar sus estudios en las casas del estudiante Felipe Carrillo Puerto que llevan más de 17 años funcionando y ayudando a los hijos de campesinos, obreros y familias pobres de colonias y localidades marginadas, gracias a lo cual ahora si pueden seguir estudiando a pesar de su condición económica humilde. Estos albergues estudiantiles han logrado, después de muchos años de lucha, que con recursos federales se les dotara de instalaciones dignas para realizar su loable labor en favor de la educación de los más pobres, instalaciones que son necesarias y representan un acto de justicia ganado a pulso con la lucha de esos mismos estudiantes y sus padres de familia organizados.
Pues ahora este presidente morenista les quiere quitar sus instalaciones sin razón justificada, nada más porque él así lo quiere, y cuando acuden a dialogar con el edil, este les manda a volar y les dice que no les va a resolver su petición y "háganle como quieran". Debo añadir que este "dialogo" se dio después del escándalo que se hizo en la opinión pública, los medios de comunicación y hasta las instituciones defensoras de derechos humanos en ese estado y que ha trascendido a nivel nacional, ante el salvaje maltrato que la policía estatal y municipal dio a los moradores de estas casas de estudiantes solamente porque estaban realizando presentaciones culturales y solicitando el apoyo público para continuar su labor, dado que no reciben apoyo de NINGUNA institución (y menos del Ayuntamiento de Othón P. Blanco). Los policías los amenazaron y después cumplieron esas amenazas con lujo de fuerza. Recuerde que estamos hablando de personal especializado y entrenado en el uso de la fuerza para someter a los delincuentes (¡no a inocentes e indefensos estudiantes!), y sin necesidad les reprimieron usando llaves de lucha, los tiraron en el suelo, les oprimieron con rodillas y botas, los esposaron y llevaron cual fardos inermes en sus patrullas a los separos.
Pero eso, aunque grotesco y condenable, no es lo más grave, sino que Otoniel Segovia Martínez les ha negado todo apoyo a para el funcionamiento de su albergue, y ahora los quiere despojar de sus instalaciones, lanzarlos a la calle con majaderías y golpes, al puro estilo de los gobiernos más represores y ultraderechistas que tanto critica Morena y la 4T.
El pueblo mexicano es en general maduro, orgulloso y digno, aunque pacífico y paciente; ese milenario orgullo de nuestros ancestros y su sobriedad ante el agravio y la afrenta, que hoy se siguen reflejando en nuestros más longevos, de todos modos, ni entonces ni ahora, les hubiera permitido, ni por error, la inercia o la indolencia ante el mínimo intento de agresión a sus hijos. El pueblo de Chetumal, que ya le ha aguantado muchos despropósitos a Otoniel no tiene por qué aguantar esto, y no lo va a hacer; por lo menos no lo van a sufrir cruzados de brazos los antorchistas de ese municipio, ni los de ese estado, ni los de todo el país.
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