Creo que a nadie puede serle indiferente la escalada militar en Ucrania primero, porque está en juego la misma posibilidad de que haya futuro para la humanidad en su dimensión más literal y más literaria que esto pueda implicar. Para el mundo, la campaña de censura que se está aplicando a los medios que no reproducen mecánicamente la narrativa de Estados Unidos del conflicto, debería ser motivo suficiente para cree que los argumentos que esta narrativa ofrece, son pobrísimos y hasta mendaces a tal punto que no le pueden hacer frente los elementos que narrativas distintas ponen sobre la mesa. Todavía más, los pueblos que han sido víctimas de la hipocresía de los Estados Unidos (la gran mayoría del planeta) que, con el argumento de la defensa de los eternos e indiscutibles “valores democráticos”, ha acometido en contra sus auténticos intereses, no pueden aceptar sin cortapisas la versión de este y menos cuando, haciendo uso de su fuerza, quiere someter otras razones.
Los costos de esta escalada los están pagando y lo seguirán haciendo por no sé cuántos años más, primero los pueblos ucraniano y ruso, léanse aquí las vidas, la infraestructura, las viviendas y edificios, así como todo el horror y el corte de tajo a sus vidas que conlleva la guerra; pero también los costos financieros que, aunque en ninguna medida comparables con los anteriores, eventualmente tendrán que saldar.
Sobre los costos directos del conflicto, los políticos del gobierno ucraniano estiman que, en los ya 15 días que dura el conflicto, la destrucción ha sido de un equivalente de alrededor de 100 mil millones de dólares. A esta declaración la han acompañado otras, a las que se les ve la navaja en el pan. A decir del FMI, en rescate a los ucranianos (léase a los políticos que porfían en la guerra a pesar de los altísimos costos para su pueblo), el miércoles 9 de marzo ese organismo aprobó un préstamo de emergencia al gobierno de Ucrania de 1,400 millones de dólares y está proponiendo sumar otros 500 millones de dólares. Por otro lado, el Congreso de Estados Unidos aprobó también un apoyo de 13,600 millones de dólares en ayuda. Estos “apoyos” ya los está pagando con sangre el pueblo ucraniano; y además de ellos, los trabajadores de los países que hacen gala de bondad con sombrero ajeno, pues tanto armas como ayuda humanitaria se pagan con el sudor de sus trabajadores.
Pero el resto de los pueblos también están recibiendo su factura. Estos se están enfrentando a un vertiginoso incremento de los energéticos y de los alimentos. La FAO dice que, a causa directa del conflicto, el precio de los cereales aumentará 22%. El 1 de marzo, el precio del trigo alcanzó un máximo histórico en los últimos 14 años.
No hay que creer que todos pierden con la guerra. Los capitales de la industria militar y de los energéticos, así como las grandes comercializadoras de alimentos del mundo verán abultarse sus bolsillos. A fin de cuentas, parece que a Estados Unidos y a sus secuaces de Gran Bretaña y la Unión Europea la guerra les está saliendo bien. Los pueblos debemos denunciar y exigir la salida diplomática al conflicto antes que la prolongación de las acciones militares por la mano de quienes hablan de paz y entregan armas y recursos a los fascistas políticos ucranianos que prolongan la inmolación de su pueblo.
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