Ya en el cuarto año de gobierno de la 4T, encabezado por el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, nuestro país se encamina a paso veloz al precipicio. Si desde el primer día de su gobierno quedaba más o menos claro que no existía un proyecto de nación que garantizara un cambio verdadero en favor de los más desprotegidos, de los trabajadores y de los humildes, ahora se comprueba que las políticas seguidas por el gobierno federal atentan fatalmente en contra de lo que en un tiempo dijo (y sigue diciendo) que era el eje de su actuar, “primero los pobres”. Veamos.
En aras del “combate a la corrupción”, se cancelaron programas que de alguna manera atendían las necesidades más apremiantes de la población: estancias infantiles, Seguro Popular, comedores comunitarios, atención a niños con cáncer, entre otros, situación que sin duda afectó sensiblemente la economía de millares de familias de las más pobres y marginadas.
También en aras del”combate a la corrupción”, se recortó, desde el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) de 2019, hasta el de 2022, todo apoyo a obras y servicios para las comunidades y colonias de todos los municipios del país. Estas comunidades y colonias de por sí marginadas, con estos tijeretazos al presupuesto, quedarán sin agua potable, sin calles pavimentadas, sin drenaje, sin escuelas dignas, sin servicio de salud eficiente y oportuno, sin vivienda digna, sin alumbrado, etc., es decir, en el completo abandono.
El gobierno mexicano, el de AMLO, desde el inicio de la pandemia hace dos años, se ha caracterizado por ser de los peores, a nivel mundial, en el tratamiento de la contingencia, dejando a su suerte a la población. Su planteamiento, aunque no lo dicen claramente, es “sálvese el que pueda”, o sea, los que se tengan que morir que se mueran, ya que ellos, la 4T, no harán nada para proteger a la población. Obviamente esta política, intencionada, afecta directamente a los más pobres.
La política económica de AMLO está ahuyentando la inversión, está aumentando la inflación, está aumentando el desempleo, está bajando el PIB, está arruinado a las pequeñas y medianas empresas y está arruinando al país.
La educación, de por sí deficiente, ha mostrado ser un rotundo fracaso en estos tiempos de pandemia. Con la educación a distancia como alternativa al “quédate en casa”, la mayoría de los estudiantes no tienen acceso a internet, no tienen dispositivos inteligentes para acceder a las plataformas educativas y, además, tienen que trabajar para ayudar a sus familias. La escuela es un estorbo para sus actividades. Y Delfina, pidiendo moches.
La “terrible corrupción” está hasta las entrañas de quienes dicen combatirla, AMLO y sus hijos en primer lugar, Pío, Eréndora, Ackerman, Barttlet, Delfina (¿o no?), Higinio y un largo etcétera y por otro lado, la violencia con la que AMLO prometió acabar desde el primer día de su gobierno, está minando drásticamente la sociedad mexicana.
La concentración del poder está en su máxima expresión, con los atentados al INE, a la educación superior (UNAM, CIDE, a investigadores, científicos, académicos, etc.), a organismos independientes, a periodistas y politólogos, que tiende a una dictadura y como muestra a eso tenemos también la posible militarización del país.
Pero no podemos dejar de lado ni olvidar la subordinación de la soberanía nacional a los intereses del imperio norteamericano que nos ha convertido en guardianes de la frontera estadounidense.
Y después de todo esto sigue un largo etcétera. ¿Qué nos espera este 2022?
Si no logramos educar y organizar al pueblo trabajador para que luche y, de una manera legal, conquiste el poder a favor del mismo pueblo trabajador, para que así y sólo así se puedan solucionar los problemas más apremiantes de la nación, nos iremos directamente al precipicio.
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