Los primeros días de Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum superan en inseguridad a los del expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien a su vez superó con mucho a Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón Hinojosa. La administración actual heredó este problema, y en los primeros dos días se registraron 80 y 85 homicidios dolosos.
El nuevo Gobierno debe aceptar que las cosas están mal y que se necesita un verdadero cambio de timón para corregir el rumbo, de lo contrario, las organizaciones criminales seguirán ganando terreno.
Luego se sumó la lamentable muerte del presidente municipal en el estado de Guerrero, quien fue cruelmente asesinado. Los estados de Sinaloa, Zacatecas, Durango y Guerrero continúan bañados en un charco de sangre.
El Ejército, después de seis años ocupándose de labores de construcción y administración, ahora cometió un error, según sus declaraciones, al matar a seis migrantes y herir a doce más. Los acontecimientos sucedidos en los primeros días de la administración revelan una aparente debilidad y falta de decisión para dirigir el país.
La política de “abrazos y no balazos”, implementada en el sexenio pasado, no ha funcionado en esta nueva administración que apenas comienza. El pueblo espera un cambio, pero las cosas cada día se complican más en todos los aspectos.
Pareciera que estamos enfrentando una crisis constitucional, la más grave en la historia de nuestro país. Algunos medios nacionales, como El Financiero, aseguran que es la más grave en 100 años. Como ya es costumbre en la 4T, las cosas se siguen haciendo espontáneamente, sin un plan claro.
Las decisiones parecen improvisadas, como si no se contara con el equipo de asesores que se presentó durante la campaña. El país está en crisis y no se vislumbra una corrección rápida.
Es urgente que el nuevo Gobierno tome las decisiones necesarias. Primero, debe aceptar que las cosas están mal y que se necesita un verdadero cambio de timón para corregir el rumbo. De lo contrario, las organizaciones criminales seguirán ganando terreno.
Si no se enfrenta con valentía la situación, el Gobierno será víctima de decisiones ajenas, demostrando una vez más que Morena no sabe gobernar y que mienten cuando afirman ser de izquierda. Sus hechos demuestran que están en contra de los pobres y que son una mezcolanza de grupos y líderes unidos solo por la ambición de poder; no buscan una sociedad más justa.
La prueba de ello es que el sistema sigue intacto, la pobreza y la desigualdad están ahora más presentes que nunca. La pobreza extrema refleja el porcentaje de la población que no cuenta con lo necesario para costear al menos la canasta básica de alimentos, ya sea en zonas rurales o urbanas. Según el Coneval, pasó de 7.1 a 9.1 millones de personas.
El problema de la pobreza en sus distintas manifestaciones es estructural y requiere de definiciones políticas claras a corto, mediano y largo plazo. La educación y la salud están en condiciones deplorables.
La riqueza se concentra cada día más, y la situación, en lo fundamental, sigue igual o peor en la nueva administración. Por primera vez en la historia de México, los tres poderes están encabezados por mujeres: Norma Piña en el Poder Judicial, Ifigenia Martínez en el Poder Legislativo y Claudia Sheinbaum en el Ejecutivo.
Sin embargo, este cambio parece ser sólo superficial, ya que AMLO impuso la mayoría del gabinete, concentrando el poder únicamente en el Ejecutivo.
El sistema neoliberal fue diseñado e impuesto a nivel mundial con el objetivo de hacer crecer el capital y reducir el gasto público. Esto ha dejado a nuestro país con una infraestructura obsoleta: un sistema de metro caducado, carreteras destrozadas, puentes agrietados, un sistema de agua potable deficiente y antiguo, escuelas deterioradas y un sistema de salud sin medicamentos, donde las colas para ser atendidos son interminables.
En lo económico, los cambios han sido mínimos; en lo político, lo novedoso es la concentración del poder, despidiendo a la democracia liberal mexicana. ¿Para qué están destruyendo la democracia? No lo sabemos.
Mientras siga creciendo la pobreza, los antorchistas continuaremos con la antorcha que nos iluminará el camino. Vivimos seis años de engaño con la 4T, y ahora los pobres tenemos la tarea de luchar por nuestros derechos, organizados y educados, para levantar la bandera de los más desfavorecidos y luchar por un país más justo.
Queremos una distribución más equitativa de la riqueza, trabajo formal y salarios suficientes para que las familias puedan vivir y educar a sus miembros. México ocupa el doceavo lugar mundial en riqueza, pero esta debe llegar a los estados y municipios más pobres.
Se debe obligar a quienes más tienen a pagar impuestos. Todo esto lo podemos lograr si nos organizamos en un gran movimiento de los que menos tienen.
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