Estaba la noche compacta y sombría
Cuando me detuve de golpe a tu puerta,
Tu puerta de oro donde estaba escrito:
"Golpea, viajera".
Estaba tu casa rodeada de plantas
Y llena de luces en medio a la estepa;
Sonaban laúdes, trepaban rosales
Por sobre las verjas.
—¡ábreme!—Mi grito resonó en la noche
Y huyeron del cielo todas las estrellas...
—¡ ábreme!—Mi grito se hinchó en el desierto,
Palpitó la arena.
Rebaños de lobos hambrientos me siguen,
Serpientes y tigres, leones y hienas,
Me buscan los rastros, me siguen aprisa,
¡ ábreme tu puerta...!
—Dame un rincón blando dentro de tu pecho
Para que repose, toma las cadenas
Que oprimen mis brazos y cárgalas, ponme
Piadoso tus vendas.
Me echaré a tus plantas, humilde, sumisa,
Guardaré tus ojos, beberé tus penas,
Viviré de tu alma, pero dame, dulce,
Dame el alma entera.
Te asomaste entonces; debajo tus manos
Como la esperanza se movió tu puerta:
Miraste mis ojos, mis ojos sombríos,
Mi boca en tormenta.
Miraste el desierto...—y aullidos de lobos,
Silbidos de sierpes, rugidos de hienas
Sonaron terribles. Las sombras estaban
Compactas y negras.
—Me buscan, me siguen, repetí temblando...
(Mis ojos echaban la luz de una hoguera.)
—Me buscan, me siguen... Rasgarán mis manos,
Comerán mi lengua.
Pero tu mirada se volvió de hielo;
—Queman demasiado tus ojos, viajera,
Me dijo tu boca—; sigue tu camino,
No es tuya mi puerta.
Mi casa es de sombras, de dulce reposo,
De apacible aroma, de tranquilas selvas,
Tú me traes la noche, mujer; en tus ojos
Se ve la tormenta.
Camino al desierto me volví gritando:
¡Leones y tigres, serpientes, panteras,
Rasgadme las carnes, libertadme el alma,
Oh malas, sed buenas...!
Una a una luego por el lado mío,
Piadosas y tristes, pasaron las fieras...
¡Cerrada tu alma!... ¡Cerrada tu alma!.,.
No cabía una estrella.