¡Yo he de vivir en ti...! Cuando nuestras manos
sean polvos de luz en el aire,
y nuestras bocas estén desnudas de palabras,
y nuestros ojos lejanos ya no roben paisajes,
viviremos en ti en un aliento de eternidad.
Será una mañana, una tarde, o en una noche cualquiera
de la de los rebaños de los días futuros;
cuando en las calles las mujeres
besen a los desconocidos en la explosión del júbilo;
o al doblar de una esquina,
en los espejos de las bayonetas;
o en las llamas de las pupilas,
cuando bajo los astros las nuevas masas canten.
En un beso de amor, una gesta guerrera,
o en un grito de vida,
de algún modo sobre el mundo se asomarán
nuestras imágenes.
Desde nuestras oscuras cárceles del presente
nos desdoblamos hasta ti, momento futuro.
Y nuestras manos, en plenitud cordial,
te lanzan en fragmentos de cantos pedazos vivos
de nuestras vidas
a través de la noche en que el viento abanica el paisaje.
¡Estaremos en ti, porque no moriremos;
porque te sentimos hasta el dolor en nuestras carnes!
¡Viviremos en el gesto musculoso de los que te forjen
y en el potente aliento de los que lleguen!
¡Estaremos en ti en el gran grito unánime!
¡Cuando desborde el canto o el beso de júbilo;
o cuando el gran poema del triunfo canten las bayonetas;
o cuando millones de brazos gigantes construyan lo nuevo;
en el taller o en el tumulto!
Y aunque nuestras manos ya sean polvos de luz en el aire,
y nuestras bocas estén desnudas de palabras,
y nuestros ojos lejanos ya no roben paisajes,
como un gran grito de eternidad,
también, junto a las de mis fraternos
compañeros de sombras,
en alguna ventana de la vida
se asomará mi imagen.