Estamos en un momento de la historia de la humanidad en que el mundo se encuentra afectado gravemente por covid-19 que ha contagiado a 10 millones de habitantes y ha provocado la muerte de más de medio millón de seres humanos en todo el orbe; en México no hay ninguna razón para creer que lo peor de la contingencia sanitaria ha pasado, según datos oficiales han muerto más de 27 mil personas y el número de fallecidos continúa incrementándose. El panorama es alarmante, no podemos pensar que "la nueva normalidad" será mejor que antes de la pandemia; el pueblo trabajador seguirá sumido en el abandono, la injusticia, la ignorancia y la pobreza. En abril el Inegi informó que 12 millones de trabajadores perdieron su empleo a causas del coronavirus y, de acuerdo con el Coneval, a los 50 millones ya existentes de pobres en 2018, se agregarán 10 millones más en este año; la población en pobreza extrema aumentará de 16.8 por ciento hasta 25.3 por ciento; el porcentaje de quienes reciben un salario inferior al de la canasta básica, que no les alcanza para comer, pasará de 37.3 a 45.8 por ciento. Aunado a esto, la misma institución en 2018, reportaba que 24.7 millones no cuentan con servicios básicos en sus viviendas; 20.2, carecen de servicios de salud; 71.7, de seguridad social y 51.3 viven hacinados. Esto ocurre en nuestro país, la economía número 15 en producción de riqueza, pero la quinta más desigual del mundo, donde la brecha entre ricos y pobres se profundiza cada día; según la Oxfam, tan sólo el 1 por ciento de los ricos mexicanos concentra el 43 por ciento de la riqueza nacional.
Por otra parte, vemos que la política del gobierno de la 4T no está pensada para beneficiar a las mayorías, los derechos constitucionales son letra muerta, no se hace nada y se actúa como si no existieran dejando a los trabajadores a su suerte, sin la posibilidad de asegurar la alimentación de su familia, de contar con los servicios básicos en sus viviendas, de curarse y de educarse, derechos fundamentales otorgados por la constitución. Los políticos trabajan y administran los recursos del pueblo para beneficio propio y de pequeñas minorías; olvidan no sólo sus promesas de campaña, sino que fue el pueblo, a través de su voto, quien los eligió como su representante y al que están obligados a servir. Así se explica que el gobierno, con la tan cantada "austeridad republicana", haya reducido casi a cero el gasto público, eliminado programas que atendían a la población más vulnerable, como el seguro popular, los comedores comunitarios, las guarderías infantiles y el programa Prospera. Con la crisis sanitaria la política no cambió, sino que se agravó. Debemos preguntarnos ¿cuántas vidas se pudieron haber salvado y aún se podrían salvar si el gobierno de AMLO hubiera tomado las medidas adecuadas como lo hicieron otros países? Miles; por falta de equipamiento en los hospitales han muerto cientos de trabajadores de la salud; los obreros de las maquilas fueron obligados a trabajar en el pico más alto de la pandemia, hoy son incontables el número de muertos; la negativa para aplicar pruebas y así evitar la propagación, ha incrementado el número de muertos; los 70 millones de mexicanos que viven al día y que se quedaron sin ingresos, cuántos morirán por enfermedades causadas por el hambre y la desnutrición ante la negativa del gobierno para incrementar un programa nacional de alimentación.
Para el pueblo desolación y sufrimiento. Podríamos aceptar nuestra desgracia si no hubiera recursos suficientes para evitar tanta tragedia, pero tenemos recursos, somos una de las economías más prósperas del mundo; el problema es que los recursos del pueblo son canalizados a las obras faraónicas de la 4T y a cumplir los designios del Mesías, que busca postergar su mandato comprando conciencias con el erario y endeudando más a México. La situación del país es muy difícil, pero la solución está en la organización del pueblo trabajador, sólo éste puede hacer que en 2021 el rumbo del país cambie en beneficio de las mayorías.
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