Este pasado 20 de enero tomó protesta el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos (EE. UU.), Joseph Robinette Biden Jr., mejor conocido como Joe Biden, abanderado del partido demócrata quien ganó las elecciones pasadas a su contrincante Donald Trump del Partido Republicano. La consigna de éste era hacer más grande y competitiva la economía para derrotar al actual líder mundial que lo desplaza, que es China, y por tanto, -según Trump- volver a ser el líder mundial; y por otra parte, la política de Biden es de intervencionismo militar. Según Biden, donde se estén cometiendo "injusticias” ahí tiene que aparecer la mano salvadora de los gringos. Dos tendencias peligrosas, principalmente para los países que están en desarrollo y que no tienen cómo hacerle para defenderse de las constantes intervenciones militares y bloqueos económicos que impone el gigante norteamericano.
La política de los gobiernos de Estados Unidos, en esencia siempre ha sido la misma. Diferente partido, mismas estrategias: golpes de Estado, conflictos bélicos, sanciones económicas, promoción de disturbios sociales, etc. Analizando los últimos tres presidentes, desde George W. Bush, quien con el pretexto del atendado del 11S, y con la alianza del Reino Unido y la aprobación de la ONU que aseguraba que el país tenía armas biológicas y químicas de destrucción masivas, invade a Irak en 2003, dejando un total de 654 mil 956 iraquíes muertos, entre civiles y soldados (datos de la revista The Lance), teniendo un costo de 3 billones de dólares según el premio nobel Joseph Stiglitz y Linda Bilbes, de la Universidad de Harvard. Con todo este recurso ¿a cuánta gente se les podría quitar el hambre, se les podría curar, educar, construirles casas?, a miles de gentes, pero el gobierno gringo mejor optó por invertirlo en matar humanos. Y siguiendo con Barack Obama, quien gobernó 8 años. Una de sus consignas como candidato a la presidencia fue el de acabar con las guerras que le dejó su antecesor Bush. Su actuar en el poder, fue todo lo contrario, queda en la historia de Estados Unidos como el único presidente en ejercer su mandato de ocho años con el país en guerra. Aparte de las guerras que mantenía con Irak y Afganistán, su gobierno autorizó "ataques contra terroristas” en Libia, Pakistán, Somalia y Yemen, dejando miles de muertes entre niños, mujeres y demás, gente que, sin deberla ni temerla, pagaron con su vida la ambición de los gringos. Y hay que agregar que en 2009 Obama recibe el Premio Nobel de la Paz, -hágame el favor-, ¿una persona que autoriza ataques con bombas destructivas, que promueve la guerra y la invasión sin importan a quién mate, se le otorgue un reconocimiento destinado a los que luchan y promueven la paz? Alfred Nobel se está retorciendo en su tumba. Así de cínico y descarado es el capitalismo. Y por último, el recién salido de la Casa Blanca, Donald Trump, que en sus cuatro años de gobierno se destacan por la construcción del muro fronterizo entre México y Estados Unidos, la intervención constante en Siria, el asesinato del comandante iraquí, Qasem Soleimani, -acción que estuvo al borde de iniciar un conflicto bélico que amenazaba a toda la humanidad por el posible uso de armas nucleares altamente mortales-. Y hay más: las constantes intervenciones en Venezuela, Ecuador, Brasil, Nicaragua; el golpe de Estado a Evo Morales orquestado desde EE. UU. junto con la OEA y otros conflictos más con el fin de desestabilizar los gobierno progresistas y poner a otros sometidos a sus intereses.
Como ven, el historial de los últimos tres presidentes norteamericanos, tienen mucho en común: guerras, muertes, bloqueos económicos, etc. América Latina no debe confiarse con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, porque de seguro su política desestabilizadora no bajará su nivel de agresividad, al contrario, se intensificará como lo demuestra ya el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela por parte de Biden. Los pueblos latinoamericanos deben de unirse en contra de este país bélico y de sus aliados que pertenecen a la misma región latina. Pero para que resistan otros ataques e intervenciones de los gringos, es indispensable la educación, organización y concientización de su propio pueblo, para que cuando se intente dar un golpe de estado, tratando de engañar a los ciudadanos metiéndoles ideas que en su país se comenten injusticas, genocidio y demás, el pueblo sepa identificar cuando se está aplicando una política desestabilizadora para robar los recurso e introducir los mercados extranjeros. La tarea para los mexicanos quizá sea más difícil, por el papel histórico que ha jugado desde hace años, de ser un país económicamente dependiente de los gringos y la misma posición geográfica que no ayuda en nada. La situación es clara, y hoy más que nunca urge educar y politizar al pueblo trabajador para que podamos hacer frente a las políticas norteamericanas y no seguir siendo el patío trasero de ellos. Tenemos que voltear más hacia nuestros hermanos latinos, hacía los países progresistas que tienen una política solidaria y más humanista. El tiempo lo dirá.
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