*Patria chica, pueblo mío, bella morada; recuerda que Margarita te dio la semilla que te agranda.
Inspirados todos en el día de la mujer, muchas fueron las notas, artículos o columnas hablando sobre ella y el papel que ha jugado en la historia, desde mujeres en la ciencia, la cultura, política, arte, etc., hasta las más representativas de este siglo que transcurre. La mujer olvidada pasa a ser recordada por una semana o un mes, aproximadamente.
En esta ocasión quiero hablar de una gran mujer, una a la que recordamos no sólo el 8 de marzo, sino siempre, a lo largo del año, a cada instante y lo haremos mientras un quede un antorchista sobre la tierra, porque ella vive en nuestros corazones y la llama de su esencia sigue encendida en cada uno de los tecomatecos. Ella es la madre de todos los antorchistas, fue pionera de la lucha organizada, se convirtió en un recuerdo latente tras su partida y fue una de las primeras en rebelarse contra el cacicazgo de su época. Comenzó su lucha por los derechos no sólo de la mujer, sino de todos los desprotegidos del país.
La mujer de la que hablo es Margarita Morán Véliz, o como todos de cariño la conocíamos, Mamá Margarita. Originaria de Tecomatlán, Puebla, nació el 10 de junio de 1914, una mujer ejemplar, fuerte y valiente. Mujer templada, firme en su carácter y en sus convicciones;honrada, noble, trabajadora, a pesar de la dureza de su situación económica, fue una luchadora a seguir. Sus 95 años recorridos no fueron obstáculo, mostró fuerza y tenacidad, necesarias para continuar enfrentando las dificultades de la vida diaria de su familia y sus compañeros de lucha. Ella fue de los fundadores del antorchismo nacional y quien le puso el nombre de Antorcha Campesina, porque decía que la antorcha era la luz que alumbraba el camino de los campesinos en la noche, y así debía ser nuestro movimiento. Mamá Margarita dejó este mundo un 25 de octubre de 2009 y se dirigió a la eternidad del recuerdo porque hoy vive y seguirá viviendo en el corazón de miles de antorchistas.
Mamá Margarita les recordaba siempre a los antorchistas del país que eran todos tecomatecos, porque ella los adoptaba como a sus hijos. Con gran presencia, supo dirigirse a los demás, con un lenguaje claro, cabal y preciso para dar a entender sus ideas. Ella contribuyó a combatir el rezago económico y social de su pueblo, porque entendió las injusticias que se vivían en manos del cacicazgo en aquella época. Su hogar se convirtió en “la casa de todos o la casa de Antorcha”. Consejos, apoyo moral y hasta económico dentro de sus posibilidades, nunca faltaron para quien lo requiriera, partió como la mujer entera, compasiva y determinada que fue en vida.
Una de sus nietas nos refiere: “Hay una anécdota qué cuando me siento triste o siento que debo guardar más energías y de tener más valor, recuerdo esto: cuando yo había sido candidata a reina de las fiestas del pueblo de Tecomatlán y era ya el día del cómputo, Mamá Margarita me mandó a traer como a las 6 de la tarde y me dijo: ‘mi hijita ya hoy va a ser el cómputo, tú estuviste trabajando para juntar el recurso que se necesita para las obras, tu papá dio permiso para que fueras candidata, nosotros estuvimos de acuerdo y ahora al rato será el cómputo, yo quiero decirte que por trabajo no quedó’. Me aconsejaba mucho en ese sentido en que aprendiéramos a trabajar en que aprendiéramos hacer las cosas para poder mandar. Decía: ‘puede mandar aquel que sabe y demuestra hacer las cosas, ustedes han estado trabajando, han juntando el dinerito y yo espero que en recompensa a ese trabajo ganes y seas la reina de la fiesta del pueblo, pero si no fuera así, mijita, si te ganaran por alguna razón, si hubiera una jovencita que juntara más dinero que tú, entonces ni modo mijita, tendrás que aceptar que hubo alguien más que ganó. Te quiero decir que no vayas a hacer teatros, no te vayas a poner a llorar ahí o a decir yo por qué no gané y empieces a hacer ahí alguna cosa que no es correcta. Han de saber, que en esta casa hay pocas gallinas, pero con muchos huevos; es decir, nosotras somos mujercitas, pero no somos mujeres cobardes, nosotras somos mujeres valientes, todas las Córdova Morán’. Ésa es una de las muchas que siempre recuerdo, cuando quiere llegar a mí la flaqueza ante los problemas, me digo: ‘no, yo no soy cobarde, yo soy gallinita de los Córdova Morán y las gallinitas de los Córdova Morán somos pocas, pero con muchos huevos’”.
Frida Córdova platica: “Mamá Margarita me recibió bien, me explicó cuando llegué a su casa: ‘no te vayas a espantar, tengo una voz muy fuerte, así es mi carácter’. Me habló en que me fijara bien lo que ella hacía para que aprendiera, y me dijo “te voy a enseñar lo que yo sé, el día que yo no esté, tú estarás aquí en mi lugar”. Su carácter era fuerte, pero era muy bondadosa. Decía siempre: “deja que entre la gente a la casa, invítales de comer”. Fue buena gente con todos, a la fecha la buscan, la recuerdan porque los ayudó siempre, dejaba que pasaran, y les preguntaba si ya comieron, qué se les ofrecía, y la gente venía a platicarle sus problemas; por ejemplo, venían porque no tenían ese día para su comida y ver si les podía apoyar con algo, lo que sea, aunque no fuera dinero, fuera frijol, arroz, la gente no tenía dinero y necesitaba para comer y ya ella les regalaba frijol, arroz, pero primero les invitaba de comer, y les regalaba ropita, lo poco que ella tenía, decía: “llévatelo aunque sea para tus hijos”, o a veces “no pues yo ahorita no tengo esto, pero para la otra ahí vienes a dar la vuelta”. Regresaban, les daba un poco de dinero y decía: “para lo que no tengas, ahí te compras, pero compra para que comas, no sea que ocupes para otra cosa”. La gente expresaba: “ahí cuando me manden se lo regreso”, pero Mamá Margarita les contestaba: “luego ya no me traigas nada, si lo necesitas ahorita llévalo, aunque sea frijol tengo”. Recuerdo a Josefina Mendoza, a la casa venía doña Hilaria a vender ollas, doña Ofelia a vender chiles, otra a vender semillas,a todo mundo le compraba, les ayudaba: “tía Margarita, gracias”, decían las señoras. Don Pablo y doña Conchita venían a visitarla, doña Lupe y don Anselmo, doña Josefina, doña Rosaura y más personas. La gente que la conoció habla bien de ella, aún siguen viniendo a la casa, la recuerdan porque abría las puertas para todos.
Fernando Figueroa relata:Un día, ya lejano, en noche lluviosa, enérgica y sin reproche, ella, la gran señora, nos dijo: “Ingenieros, van a defender con sus vidas la lucha de Antorcha, digan sí o no, todos los allí reunidos, dijimos sí”. Margarita, inclinada sobre el fogón, atizando la ardiente leña el mezquite en ascuas crepita, atenta a voltear las tortillas que se cocían sobre un comal de barro, cuidadosa del molcajete y la picosa salsa y en la cazuela chillaban las carnitas (pues era día excepcional) y en la olla los negros frijoles hervían caldosos y por demás sabrosos, en un rincón agudo en la barda de derruidos adobes, la señora atareada, pero atenta, esa fresca mañana preparaba el suculento almuerzo para su querido hijo y sus compañeros de lucha que ese día acudían, camaradas de Sinaloa, Michoacán, Tlaxcala y Puebla y que en total no llegábamos a 20 al primer congreso de Antorcha Campesina donde se discutiría el programa de lucha y donde se escribió y aprobó el “esbozo de programa campesino”, programa de lucha inspirado en la organización.
Otra característica que impactaba mucho de ella era ese gusto por la música, casi siempre tenía su grabadora a lado y estaba dirigiendo que se hiciera la comida y también ayudaba, ya grande, a su edad trabajaba y trabajó hasta el último de sus días, pelaba las papas o limpiaba los guajes o cortaba los ejotes y mientras hacía ese quehacer, sentadita en su sillita, ahí en la mesa ponía su grabadora y cómo le gustaba cantar, por ejemplo, la música de las Hermanas Padilla. Cantaba mucho esa de “Que mi negra tan malita que no quiere volverme a ver, no lo niego que es bonita, pero a cambio de ser tan cruel”, a través de la música expresaba su amor por la vida, siempre le gustaba cantar. Para ella constantemente había algo que hacer, yo nunca la vi, a pesar de su edad, que estuviera sin hacer nada, no, siempre trabajando”.
La gente platica que ella era muy estricta, inspiraba respeto y a la vez confianza, porque te regañaba, pero nunca te ofendía. Uno podía ir a comer y nunca te negaba nada. Hablan de cómo ella trabajó mucho para mantener a sus hijos, lavando ajeno, le pagaban por lavar ropa de las personas más ricas que había en ese entonces.Margarita no se limitó a resolver las dificultades propias de su familia, contribuyó también dando impulso a gente del pueblo que se acercó y confió en ella. Apoyó a mucha gente que ahora es profesionista, porque nunca se olvidaba de los pobres. En Tecomatlán era como la madre de todos. A Nibardo Hernández siempre le ayudó en lo económico y en darle alimentos, no solamente a él, a toda su familia cuando lo necesitaba con ropa, vivienda y trabajo. A ella no le importaba lo que tuviera que hacer con tal de que progresaran. Ellos están muy agradecidos con doña Margarita y la familia Córdova Morán por su apoyo moral, económico y de todo tipo. Además de sus hijos de sangre, adoptó por la vía del hecho y con todo lo que esto implicaba, a más gente, que hasta la fecha la reconoce como madre. Así podría resumirse la opinión de quienes más de cerca la trataron. A México le urgen mujeres como Margarita Morán Véliz.
Margarita fue desde siempre una activista, una líder social, una luchadora. Además de atender su casa, iba a visitar las casas de las mujeres del pueblo para platicar con las familias y les decía que para salir adelante había que organizarse y luchar, para no seguir dependiendo de los caciques. Margarita entregó a la lucha a destacados hombres: Aquiles, Hersilia, Eleusis, Ulises, Lorena, Perseo, Dánae, Soraya, Magdalena, Clara -profesora asesinada por la reacción poblana- y Elsa, a quien los caciques le asesinaron a su hijo Edgardo Amílcar Campos Córdova, nieto de Margarita. Y en los momentos más duros de la familia y de la organización, ahí estaba ella, el soporte de todos, siempre llena de fortaleza, eternamente Mamá Margarita. Margarita Morán Véliz, una mujer ejemplar que bien merece pasar a las páginas no sólo de la historia nacional, sino del mundo entero.
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