Previo a las elecciones del pasado 6 de junio, columnistas de prestigiados diarios internacionales y nacionales entre ellos The New York Times y El Financiero advirtieron que la política cayó al frio espectáculo en México. Una colección de actores, luchadores, cantantes, influencers y políticos improvisados figuran en las listas de candidatos. Ese circo prefigura un futuro desastroso para el país, pues los personajes al ser famosos garantizan votos, pero no saben nada de política, lo que implica, más que democracia, es comedia electoral. Voces autorizadas señalan que con ello también se ofende y humilla a los mexicanos al habernos impuesto a estos ídolos populares como aspirantes a cargos de elección popular.
Los comentaristas aseveran, que estas candidaturas no eran condenables ya que, actualmente gracias a la “Cuarta Transformación” es la norma. Varios de los personajes llamativos fueron favorecidos con el voto popular como Evelyn Salgado candidata de Morena para la gubernatura de Guerrero y Ricardo Gallardo candidato a gobernador por el Partido Verde en San Luis Potosí, que no son los únicos. Los riesgos que se preveían ya son una realidad y los resultados no tardarán en aparecer. Pero cualesquiera que sean éstos, es necesario subrayar que el 50% será culpa de quienes los postularon y el otro 50% será de quienes votaron por ellos.
Por hoy la suerte está echada y veremos lo que nos depara el futuro inmediato, que se ve no muy prometedor. Ante este hecho, los que buscamos una patria más próspera y soberana tenemos la obligación de saber por qué razones los electores votaron por ellos y no por los mejor capacitados para gobernar, sí no nos estaremos condenando a vivir siempre como hemos vivido hasta ahora, que obviamente no es un paraíso y ningún mexicano de conciencia limpia puede decir que así estamos bien. La respuesta no es sencilla y hay que ir al fondo.
Hago mío el punto de vista de destacados luchadores sociales quienes, aseveran que debido al mal manejo de la política económica del gobierno de la “Cuarta Transformación”, el crecimiento económico es peor que antes, la concentración de la riqueza es más insultante, mientras que mucha gente pasa hambre o se muere por falta de medicinas y de médicos, el sistema de salud pública está en ruinas, el desempleo crece, la baja del ingreso familiar aumenta, la educación es pésima. La vivienda popular, el mejoramiento urbano de pueblos y colonias, los servicios básicos como agua luz y drenaje están totalmente olvidados y sin fondos para su atención. Todo esto nos está ahorcando, por lo que ahora para quitarnos toda esperanza, se nos impone a ídolos populares como candidatos.
Por lo descrito, considero que es esta pobreza insultante la que propicia el clientelismo electoral y por eso los electores votan por el mejor postor, como se dio en este reciente proceso electoral. La mayoría de los especialistas coincide en que la vulnerabilidad extrema de la mayoría de la población, la obliga literalmente a vender sus votos a los candidatos a puestos públicos a cambio de la entrega o simplemente de la promesa de bienes o servicios particulares. Además, la falta de educación política y la ideología refuerzan la subordinación cuasi voluntaria de los votantes. Los ciudadanos pobres son fácilmente manipulados cuando la ignorancia es parte de la miseria de sus vidas. Por lo que no es casual que la compra de votos en México sea un secreto a voces. Vivimos en un país con millones y millones de pobres, de tal manera que el acceso a los programas sociales y otros beneficios en campaña electoral para muchos se convierten en una cuestión de supervivencia.
Tenemos que tomar conciencia de esta situación para poder entender lo que piensan quienes desperdician así su voto o peor aún lo usan para dañar sus propios intereses. Debemos aprestarnos a actuar en consecuencia y preguntarles, tan pronto tengamos esa oportunidad, qué esperan de un personaje que es incapaz de hilar frases coherentes. Hacerles ver que es mucho más importante el futuro de sus hijos, de su pueblo y de su país.
Todo buen ciudadano mexicano debe tener claro qué país desea, a qué clase de vida aspira para él y para los suyos y quién o quiénes son los mejor capacitados para convertir en realidad sus deseos y votar por ellos y sólo por ellos. Sólo así haremos de nuestro voto un arma poderosa para defender nuestros intereses legítimos y no una mercancía que vendemos o alquilamos por unos cuantos pesos a cambio de soportar a un extravagante en el poder tres o seis años. Hoy más que antes, se pone a la orden del día la honrosa tarea de educar y organizar al pueblo trabajador. Nuestra suerte está echada.
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