Cuando las potencias europeas desarrollaban su industria y comercio, en los siglos XVII-XVIII, cuando ya eran capitalistas, China seguía siendo un país feudal semicolonial; la mayoría de sus ciudades costeras estaban colonizadas por países occidentales y por Japón. El hecho de que en los últimos 12 años China se haya posicionado como la segunda economía a nivel mundial, de que haya logrado sacar en 40 años a 800 millones de personas de la pobreza con todo y que tiene la mayor población a nivel mundial, nos invita a conocer ¿cómo China ha conseguido esta proeza?
La República Popular China se estableció en 1949, resultado de una importante revolución popular. Desde entonces a la fecha, el Partido Comunista Chino ha conducido las riendas del país. Los líderes del partido que han dirigido esta transformación han sido Mao Zedong (1949-1976), Deng Xiaoping (1978-1989), Jiang Zemin (1989-2002), Hu Jintao (2002-2012) y Xi Jinping (2012 hasta el presente). El pasado mes de octubre el partido celebró su XX Congreso con 2,296 Congresistas que representaron a más de 96 millones de militantes del Partido. Este partido se ha guiado bajo la teoría científica del marxismo-leninismo, lo que les ha permitido hacer de China una nación de constante prosperidad, de velar de forma permanente por las necesidades de los trabajadores y enmarcarse en la modernidad.
Gran parte del crecimiento económico de China radica en la “reforma y apertura”, una reforma económica instrumentada por Deng Xiaoping que consistió en reintroducir las relaciones de producción capitalista –como el trabajo asalariado– que habían sido eliminadas en el periodo de dirección de MaoZedong. La apertura consistió en abrirse a las mercancías y a los capitales del exterior, puesto que previamente este país había seguido una política de autosuficiencia. Esta reforma permitió a China aprovechar la capacidad de producción de riqueza que tiene el capitalismo, pero, el Partido Comunista Chino hizo lo que no sucede de manera automática dentro del capitalismo: instrumentar medidas para repartir la riqueza producida entre la mayoría de la población. A decir de Gu Hailang en su obra Cómo el Marxismo transforma el mundo, “La apertura y la reforma como camino revolucionario chino resolvieron el problema histórico de cómo lograr la victoria completa de la revolución democrática liderada por el proletariado y la transición gradual al socialismo desde un gran país oriental semicolonial y semifeudal”.
Pero no solo la riqueza material ha acompañado la evolución de China. La existencia de la economía socialista de mercado no solo les aporta a los Chinos “riqueza y beneficios materiales, sino también la liberación de ideas, la renovación de conceptos, la libre circulación de personas, y el despertar de la conciencia del mercado, como la igualdad, la competencia, la eficiencia, las normas y el estado de derecho” (Gu Hailang).
La visión del presidente de China Xi Jinping, ahora Secretario General del PCCh, ha sido de “mantener una política exterior independiente y de paz”, de no entremeterse en los asuntos de otros países, respetando la soberanía y autodeterminación de los pueblos del mundo. Desde los Estatutos del Partido Comunista Chino y la Constitución del país, quedó plasmada esta visión de “construir una comunidad de destino de la humanidad, que propone crear un mundo abierto, inclusivo, limpio y hermoso que disfrute de paz duradera, seguridad universal y prosperidad común”. Y en este reciente XX Congreso del Partido, el presidente lo expresó de la siguiente manera: “El pueblo chino está dispuesto a trabajar mano a mano con los pueblos de todo el mundo para crear un futuro aún más brillante para la humanidad”.
En México estamos por conmemorar el 112 aniversario de la Revolución Mexicana. En ella el campesinado derramó mucha sangre aspirando a una vida y patria mejor. Pero para todos es claro que esta vida no ha llegado, después de más de un siglo de dicho movimiento. A raíz de esta revuelta social, el poder de la nación lo tomaron los ricos que, en alianza con los diferentes partidos gobernantes, han hecho de nuestro México un caos, lo han puesto de tapete para que extranjeros y nacionales, sigan saqueando nuestros recursos naturales y explotando, a más no poder, a los trabajadores mexicanos. Profundizándose, cada vez más, la marcada brecha social entre ricos y pobres. Solo en estos 4 años de gobierno de la 4T, crece en 6 millones el número de pobres en México, llegando ya a ser alrededor de 100 millones de pobres en el país. Tendencia contraria de lo que sucede en China.
La Doctora honoris causa Alicia Bárcena Ibarra, actual embajadora de México en Chile y ex Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), elaboró un aportador trabajo que tituló ¿Puede América Latina y el Caribe emular el milagro económico chino? Destacó ocho sectores estratégicos para el gran impulso del desarrollo, aumentar la competitividad y el empleo, disminuir las desigualdades socioeconómicas y de género, así como transitar hacia energías renovables. En su estudio da indicadores económicos con marcadas diferencias entre China y América Latina. Destaca la necesidad de reestructurar los sistemas de educación y salud, aplicar políticas industriales y tecnológicas, impulsar la integración regional, impulsar el mercado laboral con políticas productivas y de bienestar, etc., todo con la orientación de avanzar por el camino del gigante asiático.
Los mexicanos tenemos el derecho a conocer lo que hacen otros pueblos para alcanzar mejores condiciones de vida. Y así, como en China, en México podemos aplicar el marxismo a la realidad de nuestra nación, para alcanzar la prosperidad, la modernización y el desarrollo a plenitud que millones de connacionales estamos esperando en nuestro país. En China sí se hace realidad la sentencia de Mao Zedong “De todas las cosas en el mundo, las personas son lo más valioso; bajo la dirección del Partido Comunista, con la gente, se puede crear cualquier milagro humano”. Un muy valioso ejemplo, a mayo de 2022 por Covid-19 solo 5,226 chinos fallecieron.
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